domingo, 28 de noviembre de 2010

Conchy Ramírez nos dejó...

Nunca pensé que fuera a escribir algo así. A todos, más tarde o más temprano, nos tocará, pero cuando esto ocurre en personas allegadas, relativamente jóvenes con respecto a la edad media, - en especial, de las mujeres españolas -, cuesta asimilar noticias tan tristes como la que recibí ayer. Una de mis antiguas y admiradas compañeras de aquel grandísimo equipo que fue el Mª Auxiliadora, había fallecido. Conchy Ramírez Bernal acababa de irse para siempre.
Llevaba haciéndole frente a una dolencia, recientemente descubierta, algo más de mes y medio. Hace pocos días, fue intervenida en una larga y difícil operación que se complicó en sus comienzos, pero que hacía albergar alguna esperanza, a medida que avanzaba el tiempo. Pero, desgraciadamente, en algún sitio, alguien tenía escrito que Conchy estaba jugando su último partido en esta vida y que lo iba a perder. Que tenía que volver a encontrarse, donde quiera que estén, con su madre, Dña. Rita, con su padre, D. Kenan, y con su entrenador, amigo y vecino del barrio del Toscal, Jerónimo Foronda, Jeromo para todas nosotras.




Ya hacía algunos años que no solíamos encontrarnos como antes, porque se había trasladado a vivir lejos de esta capital. Sólo venía, a diario, para dar sus clases en las Escuelas Pías, del que era profesora de Geografía e Historia, desde hace muchos años, y donde era muy querida por sus colegas y alumnos. Sé, por algunas de sus antiguas amigas y compañeras de estudios, y de baloncesto, en el Hogar Escuela, que hace algunos meses se habían visto con ella, en la sede de este Centro, para celebrar una reunión de todas las que recibieron allí sus primeras enseñanzas.
A finales de esta pasada primavera, la llamé a su casa de toda la vida, en pleno corazón toscalero, para pedirle una serie de datos que necesitaba para una de las entradas de este blog. No la encontré y le dejé un mensaje para que se pusiera en contacto conmigo, en cuanto pudiera. Lo hizo y mantuvimos la larga charla esperable entre quienes llevan tiempo sin verse ni oírse. Le conté la existencia de esta bitácora, sobre todo, para justificarle mi petición de lo que quería saber de ella y de aquella magnífica época del primer Campeón de España que han tenido las Islas Canarias, en la 2ª División nacional femenina.
Se mostró encantada con la idea y, con entusiasmo, me dio muchos más detalles de los que le pedía. Disfrutó contándome los avatares vividos por su equipo del alma, en las temporadas anteriores a la que fueron brillantes campeonas. Hoy, como homenaje a su recuerdo, voy a recuperarlos. No lo hice cuando supe de ellos, porque ya no procedía incluirlos en el relato cronológico en el que me apoyo. Fue, además, de los tiempos en que yo no pertenecía al Mª Auxiliadora y, lógicamente, no podía conocerlos.
Me dijo, casi textualmente: “Escribe que, en el colegio, no teníamos vestuarios ni duchas y que, al finalizar los entrenamientos, todas las que quisieran, podían ir a S. Juan Bautista, 70, 2º dcha., a ducharse antes de volver a sus casas, y más de una, lo hizo”. Esa dirección corresponde al domicilio de siempre de Conchy y sus padres (q.e.p.d.), y queda enfrente de la fachada trasera del Hogar Escuela. Por una salida que había entonces, se accedía a esta vivienda con sólo cruzar la calle. También me pidió que le contara a las nuevas generaciones que para poder celebrar un partido en la cancha que ocupaba el patio central del colegio, después de un rato de lluvia antes o durante el juego, había que secarla con sacos que empapaban toda el agua caída. Las encargadas de hacerlo eran las propias jugadoras y si no se hacía, se les daba por perdido. Asimismo, quiso recordar a D. Kenan, su padre, en su faceta de excelente y fino electricista. Me dijo que la iluminación de todo aquel gran patio, para poder entrenar ellas en las tardes-noches, era obra de él y que como portalámparas para las bombillas, había usado vasos metálicos de colores. Con mucho orgullo, también me contó que su padre, en su día, había sido el encargado de dar luz, por primera vez, al barrio costero de Taganana.
Igualmente, me comentó que estaba a la espera de que se le concediera la jubilación anticipada en su puesto de profesora en la enseñanza privada. Ya iba camino de los cuarenta años dentro de las aulas y se tenía muy merecida esa retirada. Me dio el número de su móvil y el de su nuevo domicilio y se ofreció para seguir ayudándome, siempre que lo quisiera. Lamentablemente, ya no podré recurrir a su buena memoria, aunque sí que la tendré a ella, para siempre, en la mía.
Como jugadora, era alta y fuerte. Según me comentó un día Jeromo, - que de esto entendía mucho -, Conchy respondía al prototipo idóneo de jugadora de baloncesto. Tanto por su contextura física como por su cerebro despierto y rápido. Su demarcación habitual era la de base o la de escolta, término desconocido en aquellas fechas. Tenía mucha visión de juego y un eficaz tiro a dos manos, muy peculiar, por encima de la cabeza y con poca parábola. En los desplazamientos a la Península para jugar las fases finales, se convertía, además, en Conchy y su guitarra, y era una animadora nata de los buenos ratos que pasábamos cantando en grupo, o acompañando a Jeromo en sus "solos" de canciones populares, ópera o zarzuela, que tanto nos gustaban y emocionaban. Querida Concha,- como yo la llamaba muchas veces – donde quiera que estés, busca al Jefe Jerónimo, y háganse una “vuelta al mundo” o un “uno contra uno”, a ver quién gana. Espero que algún día nos volvamos a encontrar, para que me cuentes cómo acabaron las partidas. Hasta entonces, te recordaré siempre.
En las imágenes de hoy, como es natural, la protagonista es ella y aparece con Mª Reyes Hernández, Mary Carmen Gutiérrez, Antonia Gimeno, Elena Agulló y Agustín Yanes, delegado de una de las temporadas del OM. En las individuales, la de blanco y negro es de la temporada 66-67, la que siguió a la del glorioso Campeonato de España como Mª Auxiliadora, y la de color es de su etapa en el OM y en la temporada 70-71. Por último, la del grupo, corresponde al final de un entrenamiento, en la cancha del Náutico, en la 71-72.

sábado, 20 de noviembre de 2010

La Copa de Europa

Para terminar nuestra primera temporada en la División de Honor y celebrarlo de alguna manera, la firma que nos patrocinaba, la Coca-Cola, tuvo la deferencia de invitarnos a presenciar la final de la Copa de Europa de Clubs de baloncesto, a su vez, campeones de las ligas femeninas de los respectivos países. Se aprovechó la feliz coincidencia de este acontecimiento con las fechas del último partido que nos tocaba lejos de nuestro campo, el celebrado con el Evax en Barcelona. El encuentro tuvo lugar en la tarde del día siguiente al nuestro y, por ello, permanecimos en la capital catalana un par de días más.
Tuvo lugar en el Palacio Municipal de los Deportes de aquella ciudad, entre el equipo francés de Clermont-Ferrand y el Dauwaga de Riga, procedente de la antigua U.R.S.S.. En el conjunto soviético se encontraba la jugadora más alta del mundo en aquel entonces y durante muchos años más, Uliana Semenova. Su altura era de 2’13 m., calzaba un 58 y, como puede observarse en las fotografías, destaca sobremanera del resto de jugadoras. El Dauwaga llevaba más de diez temporadas siendo el vencedor de esta Copa y también lo fue en aquella ocasión. Ganó a las francesas por 79 a 53, haciéndolo en el primer tiempo por menor diferencia: 39-24. Las entradas para el encuentro eran numeradas y estuvimos en un sitio con excelente visibilidad.
Para mí, fue un partido extraño y curioso, muy lejos de lo que una se imaginaba que debía ser un encuentro de aquel calibre. Dos tercios transcurrieron lentamente, muy lentamente, ya que todo se movía al ritmo de la gigantesca Semenova. Se desplazaba a lo largo de la cancha con grandes dificultades, y el resto de compañeras, mientras tanto, bajaba al ataque pasándose el balón, como si de un entrenamiento se tratara. En cuanto la altísima pívot se encontraba en los alrededores del aro, todo consistía en hacerle llegar el balón con suma facilidad y ella, aupándose sólo en las puntas de sus pies, se limitaba a meter el balón dentro de la canasta. No necesitaba despegarse del suelo ni lo más mínimo. Cuando tocaba defender, las francesas aprovechaban los pocos momentos en que desbordaban a las soviéticas, para contraatacar y así conseguir algunos de sus puntos. Cuando no lo lograban y Uliana llegaba al centro de la zona (o pintura, o botella, como la llaman ahora), no había quien fuera capaz de hacer dos puntos debajo o cerca del aro. El tapón estaba garantizado. De verdad que la escena impresionaba. En un momento del partido, cuando el entrenador del Dauwaga consideró que el encuentro y la copa estaban asegurados, sentó a Semenova y, entonces, sí pudimos ver cómo jugaban al baloncesto las francesas y las campeonas vigentes del continente europeo. El juego se hizo más vivo, fluido y en igualdad de condiciones, aunque las soviéticas nunca vieron peligrar su cetro. Las fotos alusivas a lo visto, justifican parte de lo narrado.
Años más tarde, Semenova visitó nuestra capital formando parte de un conjunto peninsular. Pero, me van a permitir que sea, en el próximo post, donde les relate, con detalles e imágenes, aquella insólita presencia, en nuestra tierra, de esta enorme jugadora.
Para nosotras, geográficamente tan lejos de estos acontecimientos, fue un verdadero placer poder presenciar un espectáculo de aquel nivel y, más aún, cuando uno de los equipos era el mítico Dauwaga y su gigantesca estrella. La televisión no acostumbraba a retransmitir baloncesto y, mucho menos, femenino, aunque fuera de esta categoría. A todo esto, había que añadirle, la lejanía de nuestras islas, con respecto a esas grandes capitales.

En resumen: resultaba impensable, entonces, disfrutar de celebraciones como aquella que vivimos en directo. Para mí, y supongo que para todas mis compañeras, fue eso, un auténtico broche de oro a nuestra primera estancia entre los mejores equipos españoles.
La temporada, como ya conté en el post La segunda vuelta, la cerramos en nuestra sede ganándole al Esclavas de Alcoy. La clasificación final la encabezó el Celta de Vigo, seguido del Evax. Descendieron el Medicina Hispalense, de Sevilla, y el equipo alcoyano. Nosotras ocupamos la sexta plaza, empatadas a puntos con Tabacalera, Hispano Francés, L´Oreal y Medina de San Sebastián. Fuimos consideradas el equipo revelación de la campaña, porque siendo uno de los recién ascendidos únicamente pudieron con nosotras, en nuestra cancha, el campeón y subcampeón. Ganamos fuera un encuentro, y perdimos sólo por 2, 3 y 5 puntos en Madrid, San Sebastián y Lérida, respectivamente, y a los que , luego, superamos ampliamente en nuestra sede.
El objetivo inicial de la permanencia, que se había marcado por nuestra entrenadora y el Club, se consiguió con creces. Para el baloncesto femenino canario fue todo un orgullo que un grupo de jugadoras absolutamente amateur, con una trayectoria deportiva muy corta, - sólo de cinco temporadas -, con una edad media de 21 años, sin disponer de cancha propia y entrenando en condiciones adversas, mostrara en todo momento y lugar, su afán combativo y su deseo de hacerlo lo mejor posible. En palabras de Antonia Gimeno, en una entrevista que le hizo Fernando Senante en el desaparecido diario La Tarde, la mejor virtud de su equipo era el espíritu de sacrificio y, éste, sin duda, se vio recompensado con aquel magnífico sexto puesto en la lista final.

jueves, 11 de noviembre de 2010

El penúltimo de la 76-77

Esta primera temporada en Primera, la despedimos en la cancha que constaba como la nuestra, la del Real Club Náutico. El penúltimo partido tuvo lugar en la ciudad de Barcelona, donde nos esperaba el Evax para cumplir con el segundo frente a ellas. Pero, antes de comentar algunos aspectos del encuentro, permítanme relatarles los avatares que vivimos para llegar a aquella ciudad.
Como en desplazamientos anteriores, partíamos hacia nuestro destino la víspera del día de autos, pero, en esta ocasión, coincidió con un fatal suceso ocurrido, desgraciadamente, en el Aeropuerto de Los Rodeos. Es muy posible que quienes tenían entonces 10 o 12 años, recuerden aquel terrible choque entre dos aviones Boeing 747, que procedían de Holanda y de Estados Unidos y en el que perdieron la vida 583 personas. Aún hoy, sigue siendo el accidente aéreo con más fallecidos de la historia de la aviación.
Entre las muchas secuelas de esta desgracia, una fue que las instalaciones del único y viejo aeropuerto tinerfeño quedaran cerradas, para todo tipo de operaciones, durante un buen tiempo. La fecha del siniestro fue el 27 de Marzo de 1977 y, al día siguiente, nosotras debíamos salir, desde allí, rumbo a Barcelona. Como no se sabía cuándo iba a abrirse de nuevo, el partido no se podía posponer y la alternativa fue viajar en barco, hasta Las Palmas y, desde su aeropuerto, partir hacia la ciudad condal.
Salimos desde el Muelle de Ribera de Santa Cruz y recuerdo las inmensas colas de gente que, como nosotras, se vio obligada a seguir el mismo camino, para llegar a Gran Canaria o a cualquier otro punto del Archipiélago o de la Península, por el aire. Aquellos enlaces los llevaron a cabo dos buques emblemáticos de la época, el Villa de Agaete y el Ciudad de La Laguna, aunque no recuerdo en cuál de ellos lo hicimos. Para acceder al barco, soportamos una larga espera de pie, durante más de una hora. Una vez en su interior, cuando llegamos a donde nos correspondía, no había un solo asiento libre y tuvimos que acomodarnos en el suelo que, por fortuna, era de moqueta. Si en la nave cabían 800 y pico pasajeros sentados, en aquellas fechas debió trasladar más del doble en cada trayecto.
El atrabancado viaje contó, además, con una buena anécdota que protagonizó la periodista Mª Luisa Arozarena, invitada a asistir a este último encuentro, y que publicaba las crónicas de algunos de nuestros partidos en nuestra sede, en las páginas deportivas de El Día, periódico local en el que ella trabajaba. Antes de subir al barco, nos advirtió de que tenía tendencia a marearse mucho y, una vez dentro, visto el panorama de la falta de un lugar apropiado para que ella se sentara, no tuvo más remedio que hacerlo en el suelo. Lo hizo junto a mí, y a los pocos minutos de haber salido por la bocana del puerto, se sintió tan mal que la única solución fue tenderse sobre la moqueta. Para que elevara un poco su cabeza y a falta de una simple almohada, le ofrecí que se apoyara sobre mis muslos y así, completamente inmóvil (y yo, con ella), permaneció durante todo el recorrido. Pueden imaginarse, después de un par de horas en la misma posición, lo endormidas que terminaron mis piernas y lo que me costó ponerme en pie. El saber que Mª Luisa consiguiera pasar el mal trago, en las mejores condiciones posibles, dentro de aquella desastrosa situación, compensó con creces aquel rato de incómoda rigidez. Una vez en el Puerto de La Luz y de Las Palmas, conectamos con el Aeropuerto de Gando y, de allí, con Barcelona, bien entrada la noche.
De las incidencias del partido jugado con el Evax, da buena cuenta la imagen de la reseña periodística, realizada por Mª Luisa, que acompaña a este relato. De ella, extraigo lo que, para mí, resultó más relevante. El tanteo final fue de 67 a 56 puntos, lo cual resultó casi un triunfo, dada la categoría y experiencia del rival, su plantel de excelentes jugadoras, su puesto en la clasificación final y el factor cancha. Nuestro equipo lo hizo tan bien, que las catalanas fueron de desconcierto en desconcierto. En el minuto 5, les ganábamos de 8, 4 a 12 para nosotras, y, al descanso, hubo un empate a 30 puntos. Faltando siete minutos para el final, sólo nos aventajaban de 3 puntos, y fue providencial para ellas que, en el minuto 38, Mª José Paniagua, la mejor sobre el parquet hasta ese momento, hiciera su quinta falta personal y tuviera que abandonar el partido.
Nunca he comentado con nadie que, de ese encuentro, me fui con la sensación de que a Antonia Gimeno, nuestra entrenadora, le entró una especie de miedo escénico o de excesivo respeto a su admirado y antiguo equipo, cuando se llamaba Picadero, y del que ella formó parte, como base, en los años 60 y primeros 70.
Me explico: yo, apenas jugué unos segundos, y esta circunstancia me permitió ver, todo el partido, desde una primerísima línea, y tuve, muy cerca, las sensaciones y vibraciones que emanaban del resto del equipo, incluida Antonia. Recuerdo que hubo momentos en los que, una especie de mano invisible, frenaba las reacciones que, muy probablemente, nos hubieran despegado hacia el triunfo final. No se contó con el estímulo insuflado, por ejemplo, en el partido que jugamos en nuestra sede, frente a otro de los grandes conjuntos catalanes, el dificilísimo Mataró, en la cuarta jornada, y que ganamos por un punto. En ese, no hubo sitio para la resignación de nadie y, sin embargo, sí la hubo en el del Evax.
Aquella frustración de lo que pudo ser y no fue, es algo que, con cierta frecuencia, me viene a la memoria y, si alguna vez, tengo la ocasión de comentarlo con alguna de mis compañeras, o con la misma Antonia, me gustaría comprobar si ellas llegaron a la conclusión que yo saqué, después de lo presenciado. También cabe que yo esté equivocada y me gustaría que me convencieran de que anduve, -y todavía ando-, en un error… A estas alturas de nuestras vidas, todo aquello que recordamos, podemos revisarlo con la distancia que el tiempo y la madurez dan a cualquiera de las situaciones que, entonces, vivimos.
Además de la crónica del partido, firmada por Mª Luisa Arozarena, acompaño este post con una fotografía realizada en la plaza de la Catedral, con uno de los magníficos arcos de la Calle del Obispo, al fondo, y que se muestra con más detalle, en la otra imagen. En ella, aparecemos, de izquierda a derecha, Catere Falcón, quien escribe este relato, la junior Helena Ramos y Marga Máiquez. Nos la hicimos al día siguiente del encuentro con el Evax, porque estuvimos un día más en aquella preciosa ciudad, para presenciar la Final de la Copa de Europa de clubs campeones de la liga femenina de sus respectivos países, y aprovechamos para darnos un paseo mañanero por el señorial Barrio Gótico barcelonés. Pero, éste, será el tema de la próxima entrada.

martes, 2 de noviembre de 2010

La segunda vuelta

Hoy, poco antes de colgar esta nueva entrada, recibí una llamada de Conchy Marrero, una de mis compañeras. Lo hacía para darme la triste noticia de que, hacía muy poco, acababa de morir la madre de Marichu Hernández. La mala nueva me impresionó, porque no sabía que pudiera estar enferma. Cuando nos reunimos en casa de Marga Máiquez y le pregunté a Marichu por ella, nos dijo que estaba muy bien, y con la vitalidad y energía que la caracterizaban. Siempre mantuvimos una estupenda relación, tanto en los años del Krystal como después de retirarme del baloncesto. Solía verla, con frecuencia, en el Mercado de Santa Cruz y, en todo momento, se interesó por cómo me iba, y me informaba de cómo andaban los suyos. También la recuerdo como una de nuestras fans más incondicionales, acudiendo a los partidos en que jugaban sus hijos y pendiente de todos. En especial, de Marichu. Y, ahora, como ley de vida en las buenas personas - y Marichu lo es en gran cantidad -, ella lo estuvo de su madre, día y noche, y hasta sus últimos momentos. Desde aquí, quiero expresarle a mi querida compañera, que siento mucho su desaparición. A Maruja, como le gustaba que la llamáramos, no la olvidaremos nunca. Que descanse en paz.
Una vez cumplido el deber moral, vuelvo al relato deportivo y antes de recordar lo más interesan
te de esta ronda, quisiera dejar constancia de que la primera la cerramos con una alegría: la de haber ganado nuestro primer encuentro como visitantes. Fue en Alcoy, preciosa ciudad interior de la provincia de Alicante y en la que tuve el gusto de permanecer, en la temporada 72-73 y durante una semana, para celebrar allí la II Copa del Generalísimo. Es un lugar al que le tengo un especial cariño, por la doble coincidencia de haber ganado con el Krystal, el primer partido fuera, al Esclavas de Alcoy en la División de Honor, y también por haber logrado, frente al Águilas de Bilbao, nuestra primera victoria en una Fase final nacional, en la época en que, como OM, acudíamos a esa competición en calidad de Campeonas de Canarias. Lo cuento con más detalle en el post ¡Por primera
vez!. Con el Krystal fue una visita relámpago, como todas las de la máxima categoría, pero de la que nos trajimos ese primer triunfo. Lo hicimos por 40 a 43 y, aunque el tanteo fue algo pobre, nos dejó muy buen sabor de boca.
Centrándome ya en los once partidos correspondientes a la segunda vuelta de esta temporada 76-77, decirles que lo mejor estuvo en el apartado del basket-average. Lo superamos en seis de los encuentros que habíamos perdido en la ronda inicial y que fueron los jugados con el Tabacalera, el Medicina Hispalense, el Hispano Francés, el C.R.E.F.F., el Medina de Lérida y el Medina de San Sebastián, todos ganados en nuestra cancha en esta segunda oportunidad. El único partido en el que no pudimos enjugar la diferencia fue el celebrado con el L´Oreal, al que habíamos vencido en casa, pero por una cantidad de puntos menor que la que ellas nos hicieron en su feudo madrileño. Sólo nos vencieron los tres conjuntos que, al final, quedaron en los primeros puestos: Celta, Evax y Mataró. Al equipo alicantino, el Esclavas de Alcoy, volvimos a ganarle, pero con un resultado de apisonadora: 81 a 33, casi 50 puntos de diferencia. Este partido y este tanteo final pusieron el broche de oro a nuestro debut en la categoría de honor femenina. Algunos de estos encuentros estuvieron acompañados de circunstancias dignas de rescatar y, a continuación, se las cuento.
En el inicial de esta ronda, el jugado con el Tabacalera, hubo un detalle que sorprendió a los aficionados y a la prensa: en las camisetas de las jugadoras, aparecía en su espalda, el nombre de cada una. De los que, hasta el momento, nos habían visitado, era el único que lo llevaba. Nosotras ya lo habíamos visto en la visita a su cancha y a mí, en especial, no me extrañó, porque este conjunto fue pionero, también, en el tipo de vestuario con que se equipaban. En la temporada 69-70, el OM, en la fase final nacional, se enfrentó al Tabaquero de La Coruña (que más tarde cambiaría el nombre por el de Tabacalera), y allí también llamó la atención por vestir un traje de una sola pieza, ajustado, de falda muy corta, sin mangas, en rojo y negro y también luciendo sus nombres. Toda una novedad que se salía del clásico camiseta y falda plisada, que, en la 1ª División, se sustituyó por pantalones muy cortos, en todos los conjuntos.
Otra situación insólita que vivimos fue en nuestro partido de ida con el Medina de Lérida. Por lo que supimos, los árbitros leridanos no inspiraban confianza alguna a los equipos de la zona y el Medina solicitó colegiados neutrales, para dirigir el encuentro con nosotras.
Nuestro último desplazamiento de esta temporada, fue a Barcelona para jugar con el Evax. En esta ocasión, hubo un cúmulo de acontecimientos que hace necesario dedicar toda una entrada para contarlo y que será la siguiente a ésta que ya concluyo.
Como siempre, las imágenes que acompañan son alusivas a los partidos comentados. La fotografía en color, se hizo por fuera de las instalaciones deportivas donde jugamos con el equipo del Esclavas de Alcoy, y que cerró la primera vuelta. El resto de ilustraciones, son titulares de algunos de los encuentros de esta ronda.