miércoles, 30 de junio de 2010

Segovia para compensar

En los días previos a la competición y en el que tuvimos de descanso, compaginamos los entrenamientos con paseos por el entorno del hotel en que nos alojamos. Un hotel, por cierto, pequeño, muy familiar y acogedor, con una excelente comida casera que siempre celebrábamos. Estábamos ubicados en pleno centro, en la Plaza Mayor, a dos pasos de la bellísima y enorme catedral gótica segoviana. Recuerdo, como edificio muy curioso, la Casa de los Picos que, para mí, tiene un cierto paralelismo con la Casa de las Conchas, en Salamanca. También la encrucijada de encantadoras calles, jalonadas por iglesias románicas, como la de San Millán, la de San Martín o la de San Esteban, que desembocan en plazas con distintos niveles, que llevan sus nombres y alguna estatua conmemorativa de sus personajes históricos. El imponente Acueducto romano, que nos recibió y despidió, cerca del que está el mesón de Cándido, famoso en todo el mundo por sus cochinillos lechales asados, tan típicos de Segovia. En aquel entonces, ya había lista de espera para poder comer allí. Pero no me quedé con las ganas de saber cómo se prepara en la zona. Tuve la oportunidad de probar uno exquisito, en otro restaurante también muy próximo al Acueducto, el Mesón Duque, acompañado, además, de la mejor sopa castellana que he comido nunca.
Como algo extraordinario, algunas de nosotras, las que tuvimos la curiosidad de hacerlo, visitamos los alrededores de la capital. El dueño del hotel en que nos alojamos era un hombre muy amable y campechano, que siempre estuvo pendiente de que nos sintiéramos a gusto. Hizo buena amistad con Jeromo y nos invitó a visitar lugares y edificaciones cercanas. En un microbús de su propiedad nos llevó a ver los exteriores, porque no teníamos tiempo para más, de los palacios de La Granja y de Riofrío, del que nos dijo que el pequeño bosque que lo rodea albergaba grandes y distintas piezas de cacería, sobre todo gamos, reservadas para la afición por la cetrería del Rey Juan Carlos y sus antecesores. También estuvimos en el Alcázar, desde cuyos miradores vimos la Iglesia de la Vera-Cruz, románica y muy peculiar, porque tiene una planta poligonal de doce lados que, desde lejos, parece redonda. Paseamos muy cerca del Santuario de la Virgen de la Fuencisla y bebimos agua de una pequeña fuente de la que se decía que las jóvenes solteras que lo hicieran, se casarían en el año siguiente. Que yo sepa, en nosotras no se cumplió.
Además de disfrutar de todo lo visitado, antes de irnos de Segovia compramos algunos recuerdos para nuestras familias. En mi caso, aún se conservan en casa unos pequeños cuencos artesanos, de barro esmaltado, con la inscripción “Recuerdo de Segovia”, en los que solemos hacer, en invierno, un sucedáneo de aquella riquísima sopa castellana que tanto saboreé.
Hoy, recordando y reflexionando sobre todo lo ocurrido en la temporada 74-75, llego a la conclusión de que, más que una temporada de altibajos, fue un tiempo muy diferente al que, parte de nosotras, habíamos vivido en los grupos anteriores a los que pertenecimos. Tengo la sensación de que fue la temporada más disputada, en la que el resultado de cada partido era más incierto. En las anteriores, nuestra superioridad era tan manifiesta que, sin gran esfuerzo, ganábamos los encuentros y quedábamos campeonas de las ligas canarias, casi por costumbre.
En ésta, al fusionarnos con cinco nuevas compañeras, hubo un período de adaptación que costó superar y que, muy probablemente, el amor que todas, sin excepción, sentíamos por el baloncesto, hizo que saliéramos adelante en ocasiones que, antes, no se habían dado. La compenetración en el juego no fue fácil, porque procedíamos de estilos muy diferentes y, supongo, que el artífice de que, poco a poco, lo consiguiéramos, fue nuestro entrenador, Jerónimo Foronda.
También hay que tener en cuenta que los equipos rivales mejoraban y eso hacía que ofrecieran más dificultades a la hora de enfrentarnos a ellos. Por primera vez, jugamos una liga mucho más competida, aunque no mucho más fuerte que las precedentes. En esta ocasión, todos los participantes perdimos algunos encuentros y nunca hubo una superioridad manifiesta por parte de ninguno. El campeón de entonces, el Krystal Asunción, hubo de esperar a las últimas jornadas para confirmarse como tal.
En lo único que sí mantuvimos la costumbre fue en nuestra actuación final, la de la fase peninsular. Allí, como solía ocurrir, se evidenció, otra vez, la ausencia de esa fuerza a la hora de competir en Canarias. Volvimos a perder y a no ganar ni un solo partido. Era nuestro sino y, a pesar de ello, luchábamos sin desmayo.
Ese año, la compensación vino sin esperarla y fue la de disfrutar, al menos, del sitio en el que residimos. Muestra de esa compensación son las fotos que acompañan la entrada. La Casa de los Picos, el Acueducto, el Alcázar y la Catedral de Segovia representan los buenos ratos que pasamos muy cerca de ellos.

domingo, 20 de junio de 2010

Tampoco en Segovia

Hace pocos días, me llevé una alegría muy grande. Después de varios años sin coincidir con alguna de las antiguas compañeras del Medina Santa Teresa, me encontré con Juany Hernández y Maso, su marido. Parece que estos últimos posts dedicados a recordar los avatares de este equipo, me hayan ayudado a invocarlos para saber unos de otros. Durante unos minutos que pasaron muy rápido, hicimos un breve repaso de ese tiempo en que no nos habíamos visto. Los dos están estupendos y muy felices por ser abuelos ya. Unos abuelos muy jóvenes y muy guapos, por cierto, porque, donde hubo, siempre queda… Aproveché para preguntarles qué sabían de Cecilia, nuestra última delegada de equipo, y me dijeron que había fallecido hace algunos años. Mis sospechas se confirmaron y de verdad que lo he sentido muchísimo. Ya no podré recordar viejos tiempos con ella.
Y de una actualidad agridulce, de nuevo a un pasado, cada vez, menos glorioso.
Como siempre que nos clasificábamos para las fases finales que se celebraban en la Península, nos desplazamos a Segovia tres días antes de que se iniciara la competición, por aquello de los largos recorridos que teníamos que hacer desde nuestra isla y la necesidad de aclimatarnos al lugar desconocido. Diez fueron los equipos participantes, los campeones y subcampeones de cada uno de los cinco grupos que conformaron la 2ª División de aquella temporada.
Con ellos, la Federación volvió a formar dos nuevos grupos, incluyendo al Krystal Asunción en el primero y a nosotras, en el segundo. La primera ronda se celebró del 13 al 16 de Abril y nos estrenamos con el Medina de Valladolid que, en el último segundo, convirtió la canasta que hizo que perdiéramos por 41 a 43. Los otros tres rivales que tuvimos: Liceo Italiano, Medina de San Sebastián y Medina Almudena de Madrid, también nos ganaron y por diferencias mayores, lo que hizo que quedáramos excluidas de la fase final, después de cuatro agotadoras jornadas seguidas. Nuestro descanso nos tocó el último día. Por el contrario, la marcha del Krystal fue triunfante. Venció a tres de sus contendientes y se clasificó como candidato al ascenso a la División de Honor del baloncesto femenino. Para ello, se enfrentaron, entre sí, los campeones y subcampeones de los dos grupos y aquí, el Asunción Krystal no tuvo tanta fortuna y, aunque disfrutó de un día de descanso en cada ronda, el esfuerzo fue excesivo para un conjunto con corta experiencia en aquellas lides y un banquillo muy escaso para lo mismo.
Esta nueva comparecencia nuestra en un torneo nacional, fue la más larga y dura de cuantas habíamos celebrado a lo largo de casi una década. Por lo menos, para las cinco jugadoras que proveníamos del extinto OM. Aquello hizo que nuestra moral sufriera más de la cuenta y sólo la estancia en una ciudad tan bonita y rica en diferentes culturas como Segovia, mitigó bastante aquella tristeza. En la próxima entrada, les describiré los buenos ratos pasados en su visita.
Las compañeras procedentes del Santa Teresa originario debieron sentir esa desazón nuestra y se las ingeniaron para alegrarnos con divertidos detalles, una vez acabada la competición para nosotras. Nelva Estévez era la capitana del equipo y me consta que también capitaneó aquel derroche de simpáticas ocurrencias rimadas que, junto a un pequeño regalo, nos dedicaron a cada una de nosotras. Especialmente graciosa fue la que recibió Charo y que ella conserva con especial cariño. Nelva fue, además, una de sus compañeras de trabajo durante un cierto tiempo. Daba clases como monitora de Gimnasia en un Instituto de Enseñanza Media, allá por los primeros 70 y, unos años más tarde, volvieron a encontrarse en el mundo del baloncesto. Desde finales de ese mismo decenio, Nelva es entrenadora nacional de Gimnasia rítmica y una verdadera autoridad en ese campo. Acabó su Licenciatura en Educación Física y posee varias distinciones nacionales y locales. Muchas son las pupilas que han aprendido de su sabiduría deportiva y han alcanzado triunfos a nivel internacional. Ana Bautista, la gimnasta tinerfeña más conocida, fue una de ellas. Desde 2003, preside el Club Odisea, de Santa Cruz, y ahí continúa.
Paso a reproducirles, escaneado, el “poema” que le escribió a Charo, a raíz de uno de los disgustos más gordos que tuvo en el torneo segoviano. Fue durante el partido celebrado con el Medina de Valladolid, perdido por dos puntos en el último segundo y después de un arbitraje que consintió excesiva dureza por parte de las castellanas. Charo, harta de las continuas personales que le hacía quien la marcaba y sin que estas faltas se señalaran, no se le ocurrió nada mejor, por primera y única vez en su vida, que darle un empujón, - que vio todo el mundo -, en una de esas agarradas. Como suele pasar a los que nunca emplean esos recursos, no supo hacerlo. El árbitro la descubrió y le pitó a ella la consecuente personal. Esta anécdota que tanto afectó a nuestra compañera, inspiró a Nelva en el momento de creación de sus chascarrillos dedicados. Ahí va:
Además de esta imagen, acompañan a la entrada una fotografía de Cecilia Hernández, a modo de recuerdo y homenaje a su labor y entrega como coordinadora de los Medinas de aquella época y delegada del nuestro, y otra de las formaciones del Santa Teresa, en la que, además de ser en color, aparecen dos de las jugadoras junior, Gisela, en la fila de pie, y Marta, en la agachada.

jueves, 10 de junio de 2010

Tiempo de altibajos

Antes de completar las incidencias de una temporada tan especial como fue la del 74-75, creo que es necesario explicar a quienes lean esta entrada de hoy, de dónde viene el término Medina que antecedía a cada uno de los nombres de los conjuntos de baloncesto que dependían de la Sección Femenina.
El 1 de Abril de 1939, terminada la dolorosa guerra civil española, el general Franco y Pilar Primo de Rivera, fundadora y delegada nacional de la citada Sección, el 30 de mayo de 1939, en Medina del Campo, se dirigieron a unas 10.000 afiliadas de la organización para cederles, formalmente, el Castillo de la Mota. Este castillo es una fortaleza que se empezó a construir sobre un montículo o mota, cercano a la villa de Medina del Campo, en la provincia de Valladolid, allá por el año 1080. Su construcción se fue completando a lo largo de varios siglos y se da por acabada en 1483. Ha sido objeto de varias restauraciones y durante la dictadura franquista se ubicó en ella la sede y escuela de mandos de la Sección Femenina. Así pues, es el nombre de esa villa en la que está el citado castillo, el que aparecía destacado en todas las camisetas de quienes formamos parte de alguno de aquellos equipos, teniendo la función de celebrar aquel acontecimiento,
En el caso de nuestra región, les recuerdo que fueron siete los así llamados, del total de doce equipos que formaron el Grupo E de la 2ª División nacional femenina. El reparto de todos ellos, por provincia, fue éste: U.D. Las Palmas, Alfa Romeo, Instituto Isabel de España, Medina de Gáldar, Medina de Telde y Medina de Arrecife, por la de Las Palmas; por la de Santa Cruz, Asunción Krystal, Hércules de Icod, Medina Santa Cruz, Medina Orotava, Medina Chaxiraxi y el nuestro, Medina Santa Teresa.
Al nuevo nombre, nuevas compañeras, nueva delegada, nuevo equipamiento deportivo y, en definitiva, nueva situación descrita en el post anterior, faltó añadirle nueva cancha para entrenar y jugar. Nos trasladamos de un colegio privado y religioso a uno público, el de García Escámez, en el barrio del mismo nombre. Es una pista amplia, despejada y a la más absoluta intemperie. Cuando el aire frío del invierno soplaba, había que correr y sudar aún más, para no congelarnos. El mayor inconveniente lo suponía el no disponer de grada alguna en la que pudieran sentarse los que iban a vernos. Sin embargo, por primera vez, contamos con un pequeño vestuario y duchas con agua fría, pero a aquellas edades nuestras y después de entrenamientos nocturnos y partidos a la luz del día, bien intensos, poco nos importaba la temperatura.
Comenzó la competición y en la primera vuelta perdimos tres encuentros de los once disputados: contra el Hércules, en su pista, por 56 a 44; en Las Palmas, la Unión Deportiva, nos ganó por un solo punto, 59-58 en el último minuto, y, el más inesperado, frente al Medina de La Orotava, también en su cancha de la plaza Franchy Alfaro, por un paupérrimo 30-17. Por el contrario, le ganamos al Asunción Krystal, vigente campeón canario, por 59 a 44 y en nuestro feudo. En la clasificación final de esa primera ronda, ocupamos el cuarto puesto, detrás del Asunción, Hércules y M. Orotava, en ese orden.
Lejos de desmoralizarnos y siendo conscientes de que éramos el conjunto resultante de la suma de dos mitades de otros dos grupos de jugadoras muy distintos, apretamos los dientes, seguimos entrenando con mucha fuerza y convicción y llegamos a un nivel de compenetración tal que, en la segunda vuelta, los resultados fueron bien diferentes. Ganamos todos los encuentros, salvo el de la U.D. Las Palmas en nuestras instalaciones y por un sorprendente 47 a 49. En el apartado de las victorias, es digna de rescatar la conseguida en la cancha del Colegio de la Asunción, frente al Krystal. Fue un partido épico porque acabó con sólo tres jugadoras nuestras en la pista. Las crónicas deportivas publicadas coincidieron en el innecesario concierto de silbato que entonaron los árbitros designados. Pitaron 67 personales, ¡40 a nosotras!, que nos distinguíamos por defender muy bien y hacer pocas faltas. Desde el minuto 27 hasta mediado el 38, desfilaron hacia el banquillo Charo, Vicky, Juany, Mary Carmen Sánchez, Mary Carmen Gutiérrez y Ángeles. Durante un minuto y quince segundos, el Krystal, con sus cinco componentes, no acertó a controlar a Marta, Nelva y Carmen Delia, quien, además, supo provocar una personal de la que convirtió uno de los puntos, dándonos ese resultado final de 47 a 49. Los especialistas de la prensa también opinaron que gran parte del encuentro se decidió en los tiros libres. El Asunción, de 44 lanzados, sólo convirtió 16 puntos, mientras que el Santa Teresa convirtió 10 de 20.
La liga canaria finalizó con el Asunción Krystal como campeón, aunque, esta vez, con dos encuentros perdidos, los que jugó contra nosotras. Como subcampeón, quedó el nuestro. Esto nos dio derecho a participar en la Fase de ascenso a la categoría superior, a la que acudían los dos primeros de cada grupo de la 2ª División. La concentración fue en Segovia y para allá fuimos. En una próxima entrada, les contaré lo sucedido en tierras castellanas y haré una reflexión de todo lo acontecido en esta peculiar temporada.
En las imágenes de hoy, se muestran las formaciones del Asunción Krystal, al que ganamos en los dos encuentros, así como momentos de juego de esos partidos. También, la del Medina de la Orotava, que nos venció en su cancha y, por último, de la U.D. Las Palmas, con la que perdimos en las dos ocasiones.