viernes, 24 de diciembre de 2010

Relativa feliz Navidad

Desde este blog lleno de recuerdos rescatados y de momentos de jubilosa actualidad, como los triunfos que han alcanzado nuestras nuevas generaciones de deportistas, quiero, - como la inmensa mayoría de los que celebran estas tradicionales fiestas de Diciembre -, que las de este 2010 transcurran con toda la paz posible y con mucha, mucha salud y que esos anhelos se mantengan, también, para el 2011.
Para los que se estén preguntando el porqué de este título de hoy, si mis deseos para todos son los mejores, les diré que se debe a que un sector de compañeras y sus familias no van a pasar, precisamente, una de sus más felices fiestas. Me refiero a las de Marichu Hernández, cuya madre falleció hace casi dos meses; a la de Conchy Ramírez, que nos dejó, sorpresivamente, el pasado 26 de Noviembre y a la de Marga Máiquez, que perdió a su madre también, ayer, día 23, y después de muchas semanas luchando con la enfermedad. Así como a su padre, D. Enrique (q.e.p.d.), sí tuve el gusto de tratarlo cuando formé parte del Tenerife Krystal, a Dña. Margarita no llegué a conocerla, pero a través de la bondad que su hija emana por todos sus poros, puedo suponer que esa hermosa cualidad que la caracteriza, tiene que provenir, necesariamente, de los genes y el ejemplo de sus progenitores.
No es difícil imaginar, después de haberlas acompañado en su dolor, que estas fechas tan apropiadas para pasarlas con los más cercanos, no van a ayudarlas demasiado a asimilar la pérdida del ser querido y, aunque ya se lo expresé a todas en su día, les reitero mi cariño y las animo a que recuperen la normalidad de sus vidas lo antes posible. A lo mejor y a pesar de su significado, el momento más idóneo sea el que proporcionan estos días tan especiales, porque estoy segura de que allí donde se encuentren las que las han dejado, desde allí, - decía -, se alegrarán de que retomen sus costumbres rodeados de sus hermanos, hijos, marido y tíos y recordando las situaciones felices que, durante muchas Navidades, debieron vivir juntos.
Queridas compañeras y amigas, queridas familias tengan la seguridad de que yo también las llevo y las llevaré a ustedes, siempre, en mi recuerdo. No sólo en estas fechas entrañables.
Como homenaje gráfico vayan dos imágenes de alegría: la del reencuentro de parte de las gloriosas jugadoras del Kriytal, en casa de Marga, en los primeros días de Octubre pasado, y también la de una celebración del inicio de temporada del OM de 1970-71, en las instalaciones de la firma patrocinadora.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Un final anunciado

Concluida la primera campaña en la División de Honor femenina, el primer domingo del mes de Abril de 1977, todo el que lo creyó oportuno hizo su balance sobre lo ocurrido y lo que dejó de ocurrir. La entrenadora, el suyo; la prensa especializada y los fieles seguidores, también, y las jugadoras, al igual que el resto, debieron hacer alguno. Yo, por lo menos, hice el mío de una manera muy concienzuda y llegué a la conclusión de que ya tocaba despedirse. Por años dedicados en cuerpo y alma, por edad y porque había que sentar la cabeza de cara a un futuro profesional más o menos estable. Ya lo había decidido dos años antes, cuando jugaba en la 2ª División con el Medina Santa Teresa y la petición de Antonia Gimeno para que fichara en su recién ascendido equipo, hizo que la pospusiera. Aquella seducción que produjo en mí la posibilidad de jugar en la máxima división femenina, ya la satisfacía con dos temporadas en ella, y me lo planteé como el broche de oro y brillantes a un apasionado y activo amor con el baloncesto y que, como casi todos los amores, si no se acaba, por lo menos se atenúa. Sobre todo, en su actividad.
Así pues, en cuanto Antonia nos convocó para el mes de Junio, - una vez terminados los exámenes de mis compañeras universitarias -, hablé con ella y le hice saber mi decisión. Desde el primer momento la respetó y pudo comprobar, a lo largo de toda la temporada, que aquella despedida anunciada fue como la muerte del cisne. Puse más dedicación, interés y empeño, si eso era posible, que en toda mi trayectoria anterior. Quería irme por la puerta más grande: la del cumplimiento de un serio compromiso con mis últimas compañeras de vocación deportiva, se contara o no, en mayor o menor medida, con mis aportaciones.
El plan de entrenamiento de la pretemporada se hizo más duro y exigente. Sobre todo, en lo referido a la preparación física. Con Antonia, volvimos a Las Teresitas y a los solares del entorno del Campo de La Manzanilla. Con Pedro López, las sesiones en el Luther King, fueron más intensas y de más minutos que en la 76-77. Todo esto por la mañana y, por las tardes, la preparación técnica, de nuevo, en la cancha del R.C. Náutico. Las promesas de las autoridades de la época sobre el final de las obras de remodelación de las instalaciones deportivas de la Casa Cuna, para que fueran nuestra sede oficial definitiva, volvieron a incumplirse. Se convirtió en la reforma inacabada por muchísimos años más, lo cual significó que, ni el Krystal ni ninguno de sus sucesores, llegaran a disfrutarlas.
Tan amateurs como siempre, pero más desencantadas con el panorama de seguir, una temporada más, entrenando a las intempestivas horas de la anterior, llegó el mes de Octubre y con él, el inicio de esta segunda etapa en la División de Honor femenina. Antonia, en las muchas entrevistas que le hicieron por aquellas fechas, siempre declaró que el objetivo principal para esta campaña era aumentar el nivel técnico de juego, con el fin de crearles más problemas a aquellos equipos con los que se perdió por más puntos, en sus feudos: Celta, Evax, Mataró, Creff e Hispano Francés. Consiguiéndolo, lograríamos el suficiente rodaje como para afrontar los restantes encuentros con resultados tan positivos como los que obtuvimos en la temporada anterior. Íbamos a vérnoslas, otra vez, con los gallegos Tabacalera y Celta y el catalán Hispano Francés. Los demás, o cambiaron de nombre o eran nuevos en la categoría: el Evax recuperó su antiguo nombre de Picadero; el C.R.E.F.F. pasó a llamarse Club de Vacaciones; el equipo vasco pasó de Medina a Juven San Sebastián; el L´Oreal antepuso el nombre de Alcalá. Como recién ascendidos estaban el Stadium Casablanca, de Zaragoza y el C.B. Valencia. Se retiraron el Mataró y el Medina de Lérida y fueron sustituidos por el Flavia, de Palma de Mallorca y el Iberia, de Madrid. La docena la completábamos nosotras. La incógnita estaba en las cuatro nuevas formaciones y con esa expectativa nos dispusimos a encarar el que, para mí, iba a ser el último trayecto competitivo.
Para completar el relato de hoy, vaya el complemento habitual de imágenes alusivas a lo narrado. Son de los lugares en que volvimos a retomar el trabajo físico y táctico: una panorámica de la playa de Las Teresitas; un rincón de las urbanizaciones que hoy ocupan los solares que existían en los alrededores del colegio Luther King y, por último, la fachada principal del Real Club Náutico y los antiguos accesos a las gradas de la cancha cubierta de aquella época.

martes, 7 de diciembre de 2010

Semenova en Tenerife

Ya adelanté en la entrada de La Copa de Europa que la grandísima, (en todos los aspectos), Semenova estuvo en Tenerife, y concretamente, en la capital de la isla y la provincia, Santa Cruz de Tenerife. Lo hizo formando parte del equipo madrileño de la 1ª División femenina, el Tintoretto, de la ciudad de Getafe, en la autonomía madrileña. Pero, antes de relatarles el motivo de su presencia en nuestra tierra, me gustaría hacerles un breve resumen del palmarés deportivo de la que es una de las jugadoras más universales y míticas, dentro del baloncesto de las mujeres.
En 1968, con 16 años, comenzó a jugar como profesional de este deporte, en el Dauwaga de la citada capital y, con él, consiguió ser campeona de la liga soviética en diecisiete temporadas y campeona de Europa, de clubs de baloncesto, en once ocasiones; nueve de ellas, consecutivas. Como es lógico, una jugadora de 2’13 m. de altura, con buena técnica de piernas y un tiro de media y corta distancia, prácticamente infalible, tenía que formar parte de la poderosa Selección nacional de aquella unión de repúblicas. Con ella, esa Selección estuvo imbatida desde 1968 hasta 1985. Fue Campeona de Europa en diez participaciones consecutivas, Campeona del Mundo, en tres convocatorias y Medalla de Oro de la Olimpiada de Montreal 76 (donde, por primera vez, el baloncesto femenino fue olímpico), y de Moscú 80. Sólo perdió la imbatibilidad en 1986, frente a EE.UU., y en el Mundial celebrado, precisamente, en los países que representaba, la U.R.S.S..
Al año siguiente, 1987, autorizada por el régimen soviético, se convirtió en la primera deportista que pudo jugar en otro equipo distinto de los de su país. Recaló en España al ser fichada por el Tintoretto, por seis millones de pesetas de la época y, como sueldo mensual, se le pagaban unas 53.000 ptas., de las que tenía que entregar a la Unión de Repúblicas la mayor parte de ellas. La participación de Semenova, en aquella temporada 87-88, hizo que aquel equipo, - hasta entonces firme candidato al descenso de categoría -, llegara a disputar la final de la Liga española al Caixa de Tarragona, que fue quien la ganó, a pesar de Semenova. En 1988, fichó por el Valenciennes francés y allí se retiró del baloncesto en 1989. En 2007, se convirtió en la primera jugadora, no estadounidense, que la F.I.B.A. incluía en su Salón de la Fama. Tras su larga experiencia profesional, regresó a Letonia, donde forma parte del Comité Olímpico y en donde dirige una escuela de baloncesto para mujeres en peligro de exclusión. Huelga decir que, si alguno de los amables lectores de esta entrada, tiene interés en conocer más pormenores de la vida y hazañas de esta extraordinaria deportista, sólo tiene que adentrarse en este gran canal de información que es Internet.
Volviendo a la razón de su presencia en nuestra capital, decirles que fue con motivo de celebrar un homenaje a uno de los valedores más ilustres del baloncesto femenino de todo el archipiélago canario, Jerónimo Foronda Monje (q.e.p.d.), y al que la Federación Española de Baloncesto concedió la Medalla de Oro al Mérito Deportivo por su larga y exitosa trayectoria. Jeromo, como le llamábamos todos los que tuvimos el placer de conocerlo, llevaba casi cuarenta años dedicado al mundo de la canasta, tanto en la faceta de jugador como en la de entrenador y, de ésta, en especial, del apartado femenino,. En aquellas fechas pasaba por un delicado momento de salud y se consideró oportuno tributarle aquel merecidísimo reconocimiento.
Como era de esperar, se hizo en forma de encuentro amistoso entre conjuntos femeninos de la máxima división. Uno, el Tintoretto, equipo de moda por contar en sus filas con la jugadora más alta del mundo y, el otro, el Cepsa de Tenerife, reforzado por Miriam Henningsen y Elinor Banks, antiguas jugadoras de esta categoría, y por Terry Doerner, Pury M´Bulito y Chari Nuez, componentes del Kerrygold de Las Palmas, también primerdivisionario. Tuvo lugar el domingo, 27 de Diciembre de 1987, en las instalaciones del Pabellón Municipal de los Deportes, de esta ciudad. El momento más emotivo se produjo cuando el público asistente descubrió que el equipo canario iba a ser dirigido por el propio Jerónimo, ayudado por su buen amigo y colaborador, Gonzalo Mancho. El resultado fue el lógico: ganó el conjunto visitante. La participación de Semenova era la que marcaba la diferencia y así ocurrió. Jugó durante 32 minutos, encestó 30 puntos, se hizo con nueve rebotes, dio tres asistencias, puso un tapón y sólo cometió una falta personal. El resto de compañeras, obviamente, más compenetradas que el combinado canario, completó un buen partido y, con él, la victoria final.
La feliz jornada para Jerónimo, su familia y sus amigos culminó con una cena en el Círculo de Amistad XII de Enero, con presencia masiva de todos y en la que se le hizo entrega de la Medalla de Oro concedida por la Federación nacional, además de otros muchos recuerdos y distinciones.
Hoy, repasando lo escrito, me sorprendo de todo lo que viví en aquella jornada, porque quién me iba a decir que siete años después de haberla visto en la final de la Copa de Europa, en Barcelona, iba a tener la oportunidad de volver a ver, y estar tan cerca, de la que se consideró, durante más de veinte años, la jugadora más alta y más laureada del mundo.
De todo aquello, fui testigo directo y privilegiado y hoy conservo mucha información periodística que me ha servido para rememorar aquel indudable acontecimiento deportivo con datos precisos y con el recorte y las imágenes de prensa que acompañan a este post. Cuento, además, con las fotos que tuve ocasión de hacerle a Uliana Semenova, dentro y fuera de la instalación municipal. En el exterior, coincidí con un momento de la entrevista que le hizo Cristina Alcaine, para Televisión Española, y como muestra de ello, la primera de las fotos en color. Las restantes, recogen escenas del calentamiento del equipo peninsular, con la enorme Uliana como protagonista central, y una del gran grupo formado por todos los que intervinieron sobre la cancha y fueron artífices de un hecho insólito e histórico en estas latitudes nuestras.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Conchy Ramírez nos dejó...

Nunca pensé que fuera a escribir algo así. A todos, más tarde o más temprano, nos tocará, pero cuando esto ocurre en personas allegadas, relativamente jóvenes con respecto a la edad media, - en especial, de las mujeres españolas -, cuesta asimilar noticias tan tristes como la que recibí ayer. Una de mis antiguas y admiradas compañeras de aquel grandísimo equipo que fue el Mª Auxiliadora, había fallecido. Conchy Ramírez Bernal acababa de irse para siempre.
Llevaba haciéndole frente a una dolencia, recientemente descubierta, algo más de mes y medio. Hace pocos días, fue intervenida en una larga y difícil operación que se complicó en sus comienzos, pero que hacía albergar alguna esperanza, a medida que avanzaba el tiempo. Pero, desgraciadamente, en algún sitio, alguien tenía escrito que Conchy estaba jugando su último partido en esta vida y que lo iba a perder. Que tenía que volver a encontrarse, donde quiera que estén, con su madre, Dña. Rita, con su padre, D. Kenan, y con su entrenador, amigo y vecino del barrio del Toscal, Jerónimo Foronda, Jeromo para todas nosotras.




Ya hacía algunos años que no solíamos encontrarnos como antes, porque se había trasladado a vivir lejos de esta capital. Sólo venía, a diario, para dar sus clases en las Escuelas Pías, del que era profesora de Geografía e Historia, desde hace muchos años, y donde era muy querida por sus colegas y alumnos. Sé, por algunas de sus antiguas amigas y compañeras de estudios, y de baloncesto, en el Hogar Escuela, que hace algunos meses se habían visto con ella, en la sede de este Centro, para celebrar una reunión de todas las que recibieron allí sus primeras enseñanzas.
A finales de esta pasada primavera, la llamé a su casa de toda la vida, en pleno corazón toscalero, para pedirle una serie de datos que necesitaba para una de las entradas de este blog. No la encontré y le dejé un mensaje para que se pusiera en contacto conmigo, en cuanto pudiera. Lo hizo y mantuvimos la larga charla esperable entre quienes llevan tiempo sin verse ni oírse. Le conté la existencia de esta bitácora, sobre todo, para justificarle mi petición de lo que quería saber de ella y de aquella magnífica época del primer Campeón de España que han tenido las Islas Canarias, en la 2ª División nacional femenina.
Se mostró encantada con la idea y, con entusiasmo, me dio muchos más detalles de los que le pedía. Disfrutó contándome los avatares vividos por su equipo del alma, en las temporadas anteriores a la que fueron brillantes campeonas. Hoy, como homenaje a su recuerdo, voy a recuperarlos. No lo hice cuando supe de ellos, porque ya no procedía incluirlos en el relato cronológico en el que me apoyo. Fue, además, de los tiempos en que yo no pertenecía al Mª Auxiliadora y, lógicamente, no podía conocerlos.
Me dijo, casi textualmente: “Escribe que, en el colegio, no teníamos vestuarios ni duchas y que, al finalizar los entrenamientos, todas las que quisieran, podían ir a S. Juan Bautista, 70, 2º dcha., a ducharse antes de volver a sus casas, y más de una, lo hizo”. Esa dirección corresponde al domicilio de siempre de Conchy y sus padres (q.e.p.d.), y queda enfrente de la fachada trasera del Hogar Escuela. Por una salida que había entonces, se accedía a esta vivienda con sólo cruzar la calle. También me pidió que le contara a las nuevas generaciones que para poder celebrar un partido en la cancha que ocupaba el patio central del colegio, después de un rato de lluvia antes o durante el juego, había que secarla con sacos que empapaban toda el agua caída. Las encargadas de hacerlo eran las propias jugadoras y si no se hacía, se les daba por perdido. Asimismo, quiso recordar a D. Kenan, su padre, en su faceta de excelente y fino electricista. Me dijo que la iluminación de todo aquel gran patio, para poder entrenar ellas en las tardes-noches, era obra de él y que como portalámparas para las bombillas, había usado vasos metálicos de colores. Con mucho orgullo, también me contó que su padre, en su día, había sido el encargado de dar luz, por primera vez, al barrio costero de Taganana.
Igualmente, me comentó que estaba a la espera de que se le concediera la jubilación anticipada en su puesto de profesora en la enseñanza privada. Ya iba camino de los cuarenta años dentro de las aulas y se tenía muy merecida esa retirada. Me dio el número de su móvil y el de su nuevo domicilio y se ofreció para seguir ayudándome, siempre que lo quisiera. Lamentablemente, ya no podré recurrir a su buena memoria, aunque sí que la tendré a ella, para siempre, en la mía.
Como jugadora, era alta y fuerte. Según me comentó un día Jeromo, - que de esto entendía mucho -, Conchy respondía al prototipo idóneo de jugadora de baloncesto. Tanto por su contextura física como por su cerebro despierto y rápido. Su demarcación habitual era la de base o la de escolta, término desconocido en aquellas fechas. Tenía mucha visión de juego y un eficaz tiro a dos manos, muy peculiar, por encima de la cabeza y con poca parábola. En los desplazamientos a la Península para jugar las fases finales, se convertía, además, en Conchy y su guitarra, y era una animadora nata de los buenos ratos que pasábamos cantando en grupo, o acompañando a Jeromo en sus "solos" de canciones populares, ópera o zarzuela, que tanto nos gustaban y emocionaban. Querida Concha,- como yo la llamaba muchas veces – donde quiera que estés, busca al Jefe Jerónimo, y háganse una “vuelta al mundo” o un “uno contra uno”, a ver quién gana. Espero que algún día nos volvamos a encontrar, para que me cuentes cómo acabaron las partidas. Hasta entonces, te recordaré siempre.
En las imágenes de hoy, como es natural, la protagonista es ella y aparece con Mª Reyes Hernández, Mary Carmen Gutiérrez, Antonia Gimeno, Elena Agulló y Agustín Yanes, delegado de una de las temporadas del OM. En las individuales, la de blanco y negro es de la temporada 66-67, la que siguió a la del glorioso Campeonato de España como Mª Auxiliadora, y la de color es de su etapa en el OM y en la temporada 70-71. Por último, la del grupo, corresponde al final de un entrenamiento, en la cancha del Náutico, en la 71-72.

sábado, 20 de noviembre de 2010

La Copa de Europa

Para terminar nuestra primera temporada en la División de Honor y celebrarlo de alguna manera, la firma que nos patrocinaba, la Coca-Cola, tuvo la deferencia de invitarnos a presenciar la final de la Copa de Europa de Clubs de baloncesto, a su vez, campeones de las ligas femeninas de los respectivos países. Se aprovechó la feliz coincidencia de este acontecimiento con las fechas del último partido que nos tocaba lejos de nuestro campo, el celebrado con el Evax en Barcelona. El encuentro tuvo lugar en la tarde del día siguiente al nuestro y, por ello, permanecimos en la capital catalana un par de días más.
Tuvo lugar en el Palacio Municipal de los Deportes de aquella ciudad, entre el equipo francés de Clermont-Ferrand y el Dauwaga de Riga, procedente de la antigua U.R.S.S.. En el conjunto soviético se encontraba la jugadora más alta del mundo en aquel entonces y durante muchos años más, Uliana Semenova. Su altura era de 2’13 m., calzaba un 58 y, como puede observarse en las fotografías, destaca sobremanera del resto de jugadoras. El Dauwaga llevaba más de diez temporadas siendo el vencedor de esta Copa y también lo fue en aquella ocasión. Ganó a las francesas por 79 a 53, haciéndolo en el primer tiempo por menor diferencia: 39-24. Las entradas para el encuentro eran numeradas y estuvimos en un sitio con excelente visibilidad.
Para mí, fue un partido extraño y curioso, muy lejos de lo que una se imaginaba que debía ser un encuentro de aquel calibre. Dos tercios transcurrieron lentamente, muy lentamente, ya que todo se movía al ritmo de la gigantesca Semenova. Se desplazaba a lo largo de la cancha con grandes dificultades, y el resto de compañeras, mientras tanto, bajaba al ataque pasándose el balón, como si de un entrenamiento se tratara. En cuanto la altísima pívot se encontraba en los alrededores del aro, todo consistía en hacerle llegar el balón con suma facilidad y ella, aupándose sólo en las puntas de sus pies, se limitaba a meter el balón dentro de la canasta. No necesitaba despegarse del suelo ni lo más mínimo. Cuando tocaba defender, las francesas aprovechaban los pocos momentos en que desbordaban a las soviéticas, para contraatacar y así conseguir algunos de sus puntos. Cuando no lo lograban y Uliana llegaba al centro de la zona (o pintura, o botella, como la llaman ahora), no había quien fuera capaz de hacer dos puntos debajo o cerca del aro. El tapón estaba garantizado. De verdad que la escena impresionaba. En un momento del partido, cuando el entrenador del Dauwaga consideró que el encuentro y la copa estaban asegurados, sentó a Semenova y, entonces, sí pudimos ver cómo jugaban al baloncesto las francesas y las campeonas vigentes del continente europeo. El juego se hizo más vivo, fluido y en igualdad de condiciones, aunque las soviéticas nunca vieron peligrar su cetro. Las fotos alusivas a lo visto, justifican parte de lo narrado.
Años más tarde, Semenova visitó nuestra capital formando parte de un conjunto peninsular. Pero, me van a permitir que sea, en el próximo post, donde les relate, con detalles e imágenes, aquella insólita presencia, en nuestra tierra, de esta enorme jugadora.
Para nosotras, geográficamente tan lejos de estos acontecimientos, fue un verdadero placer poder presenciar un espectáculo de aquel nivel y, más aún, cuando uno de los equipos era el mítico Dauwaga y su gigantesca estrella. La televisión no acostumbraba a retransmitir baloncesto y, mucho menos, femenino, aunque fuera de esta categoría. A todo esto, había que añadirle, la lejanía de nuestras islas, con respecto a esas grandes capitales.

En resumen: resultaba impensable, entonces, disfrutar de celebraciones como aquella que vivimos en directo. Para mí, y supongo que para todas mis compañeras, fue eso, un auténtico broche de oro a nuestra primera estancia entre los mejores equipos españoles.
La temporada, como ya conté en el post La segunda vuelta, la cerramos en nuestra sede ganándole al Esclavas de Alcoy. La clasificación final la encabezó el Celta de Vigo, seguido del Evax. Descendieron el Medicina Hispalense, de Sevilla, y el equipo alcoyano. Nosotras ocupamos la sexta plaza, empatadas a puntos con Tabacalera, Hispano Francés, L´Oreal y Medina de San Sebastián. Fuimos consideradas el equipo revelación de la campaña, porque siendo uno de los recién ascendidos únicamente pudieron con nosotras, en nuestra cancha, el campeón y subcampeón. Ganamos fuera un encuentro, y perdimos sólo por 2, 3 y 5 puntos en Madrid, San Sebastián y Lérida, respectivamente, y a los que , luego, superamos ampliamente en nuestra sede.
El objetivo inicial de la permanencia, que se había marcado por nuestra entrenadora y el Club, se consiguió con creces. Para el baloncesto femenino canario fue todo un orgullo que un grupo de jugadoras absolutamente amateur, con una trayectoria deportiva muy corta, - sólo de cinco temporadas -, con una edad media de 21 años, sin disponer de cancha propia y entrenando en condiciones adversas, mostrara en todo momento y lugar, su afán combativo y su deseo de hacerlo lo mejor posible. En palabras de Antonia Gimeno, en una entrevista que le hizo Fernando Senante en el desaparecido diario La Tarde, la mejor virtud de su equipo era el espíritu de sacrificio y, éste, sin duda, se vio recompensado con aquel magnífico sexto puesto en la lista final.

jueves, 11 de noviembre de 2010

El penúltimo de la 76-77

Esta primera temporada en Primera, la despedimos en la cancha que constaba como la nuestra, la del Real Club Náutico. El penúltimo partido tuvo lugar en la ciudad de Barcelona, donde nos esperaba el Evax para cumplir con el segundo frente a ellas. Pero, antes de comentar algunos aspectos del encuentro, permítanme relatarles los avatares que vivimos para llegar a aquella ciudad.
Como en desplazamientos anteriores, partíamos hacia nuestro destino la víspera del día de autos, pero, en esta ocasión, coincidió con un fatal suceso ocurrido, desgraciadamente, en el Aeropuerto de Los Rodeos. Es muy posible que quienes tenían entonces 10 o 12 años, recuerden aquel terrible choque entre dos aviones Boeing 747, que procedían de Holanda y de Estados Unidos y en el que perdieron la vida 583 personas. Aún hoy, sigue siendo el accidente aéreo con más fallecidos de la historia de la aviación.
Entre las muchas secuelas de esta desgracia, una fue que las instalaciones del único y viejo aeropuerto tinerfeño quedaran cerradas, para todo tipo de operaciones, durante un buen tiempo. La fecha del siniestro fue el 27 de Marzo de 1977 y, al día siguiente, nosotras debíamos salir, desde allí, rumbo a Barcelona. Como no se sabía cuándo iba a abrirse de nuevo, el partido no se podía posponer y la alternativa fue viajar en barco, hasta Las Palmas y, desde su aeropuerto, partir hacia la ciudad condal.
Salimos desde el Muelle de Ribera de Santa Cruz y recuerdo las inmensas colas de gente que, como nosotras, se vio obligada a seguir el mismo camino, para llegar a Gran Canaria o a cualquier otro punto del Archipiélago o de la Península, por el aire. Aquellos enlaces los llevaron a cabo dos buques emblemáticos de la época, el Villa de Agaete y el Ciudad de La Laguna, aunque no recuerdo en cuál de ellos lo hicimos. Para acceder al barco, soportamos una larga espera de pie, durante más de una hora. Una vez en su interior, cuando llegamos a donde nos correspondía, no había un solo asiento libre y tuvimos que acomodarnos en el suelo que, por fortuna, era de moqueta. Si en la nave cabían 800 y pico pasajeros sentados, en aquellas fechas debió trasladar más del doble en cada trayecto.
El atrabancado viaje contó, además, con una buena anécdota que protagonizó la periodista Mª Luisa Arozarena, invitada a asistir a este último encuentro, y que publicaba las crónicas de algunos de nuestros partidos en nuestra sede, en las páginas deportivas de El Día, periódico local en el que ella trabajaba. Antes de subir al barco, nos advirtió de que tenía tendencia a marearse mucho y, una vez dentro, visto el panorama de la falta de un lugar apropiado para que ella se sentara, no tuvo más remedio que hacerlo en el suelo. Lo hizo junto a mí, y a los pocos minutos de haber salido por la bocana del puerto, se sintió tan mal que la única solución fue tenderse sobre la moqueta. Para que elevara un poco su cabeza y a falta de una simple almohada, le ofrecí que se apoyara sobre mis muslos y así, completamente inmóvil (y yo, con ella), permaneció durante todo el recorrido. Pueden imaginarse, después de un par de horas en la misma posición, lo endormidas que terminaron mis piernas y lo que me costó ponerme en pie. El saber que Mª Luisa consiguiera pasar el mal trago, en las mejores condiciones posibles, dentro de aquella desastrosa situación, compensó con creces aquel rato de incómoda rigidez. Una vez en el Puerto de La Luz y de Las Palmas, conectamos con el Aeropuerto de Gando y, de allí, con Barcelona, bien entrada la noche.
De las incidencias del partido jugado con el Evax, da buena cuenta la imagen de la reseña periodística, realizada por Mª Luisa, que acompaña a este relato. De ella, extraigo lo que, para mí, resultó más relevante. El tanteo final fue de 67 a 56 puntos, lo cual resultó casi un triunfo, dada la categoría y experiencia del rival, su plantel de excelentes jugadoras, su puesto en la clasificación final y el factor cancha. Nuestro equipo lo hizo tan bien, que las catalanas fueron de desconcierto en desconcierto. En el minuto 5, les ganábamos de 8, 4 a 12 para nosotras, y, al descanso, hubo un empate a 30 puntos. Faltando siete minutos para el final, sólo nos aventajaban de 3 puntos, y fue providencial para ellas que, en el minuto 38, Mª José Paniagua, la mejor sobre el parquet hasta ese momento, hiciera su quinta falta personal y tuviera que abandonar el partido.
Nunca he comentado con nadie que, de ese encuentro, me fui con la sensación de que a Antonia Gimeno, nuestra entrenadora, le entró una especie de miedo escénico o de excesivo respeto a su admirado y antiguo equipo, cuando se llamaba Picadero, y del que ella formó parte, como base, en los años 60 y primeros 70.
Me explico: yo, apenas jugué unos segundos, y esta circunstancia me permitió ver, todo el partido, desde una primerísima línea, y tuve, muy cerca, las sensaciones y vibraciones que emanaban del resto del equipo, incluida Antonia. Recuerdo que hubo momentos en los que, una especie de mano invisible, frenaba las reacciones que, muy probablemente, nos hubieran despegado hacia el triunfo final. No se contó con el estímulo insuflado, por ejemplo, en el partido que jugamos en nuestra sede, frente a otro de los grandes conjuntos catalanes, el dificilísimo Mataró, en la cuarta jornada, y que ganamos por un punto. En ese, no hubo sitio para la resignación de nadie y, sin embargo, sí la hubo en el del Evax.
Aquella frustración de lo que pudo ser y no fue, es algo que, con cierta frecuencia, me viene a la memoria y, si alguna vez, tengo la ocasión de comentarlo con alguna de mis compañeras, o con la misma Antonia, me gustaría comprobar si ellas llegaron a la conclusión que yo saqué, después de lo presenciado. También cabe que yo esté equivocada y me gustaría que me convencieran de que anduve, -y todavía ando-, en un error… A estas alturas de nuestras vidas, todo aquello que recordamos, podemos revisarlo con la distancia que el tiempo y la madurez dan a cualquiera de las situaciones que, entonces, vivimos.
Además de la crónica del partido, firmada por Mª Luisa Arozarena, acompaño este post con una fotografía realizada en la plaza de la Catedral, con uno de los magníficos arcos de la Calle del Obispo, al fondo, y que se muestra con más detalle, en la otra imagen. En ella, aparecemos, de izquierda a derecha, Catere Falcón, quien escribe este relato, la junior Helena Ramos y Marga Máiquez. Nos la hicimos al día siguiente del encuentro con el Evax, porque estuvimos un día más en aquella preciosa ciudad, para presenciar la Final de la Copa de Europa de clubs campeones de la liga femenina de sus respectivos países, y aprovechamos para darnos un paseo mañanero por el señorial Barrio Gótico barcelonés. Pero, éste, será el tema de la próxima entrada.

martes, 2 de noviembre de 2010

La segunda vuelta

Hoy, poco antes de colgar esta nueva entrada, recibí una llamada de Conchy Marrero, una de mis compañeras. Lo hacía para darme la triste noticia de que, hacía muy poco, acababa de morir la madre de Marichu Hernández. La mala nueva me impresionó, porque no sabía que pudiera estar enferma. Cuando nos reunimos en casa de Marga Máiquez y le pregunté a Marichu por ella, nos dijo que estaba muy bien, y con la vitalidad y energía que la caracterizaban. Siempre mantuvimos una estupenda relación, tanto en los años del Krystal como después de retirarme del baloncesto. Solía verla, con frecuencia, en el Mercado de Santa Cruz y, en todo momento, se interesó por cómo me iba, y me informaba de cómo andaban los suyos. También la recuerdo como una de nuestras fans más incondicionales, acudiendo a los partidos en que jugaban sus hijos y pendiente de todos. En especial, de Marichu. Y, ahora, como ley de vida en las buenas personas - y Marichu lo es en gran cantidad -, ella lo estuvo de su madre, día y noche, y hasta sus últimos momentos. Desde aquí, quiero expresarle a mi querida compañera, que siento mucho su desaparición. A Maruja, como le gustaba que la llamáramos, no la olvidaremos nunca. Que descanse en paz.
Una vez cumplido el deber moral, vuelvo al relato deportivo y antes de recordar lo más interesan
te de esta ronda, quisiera dejar constancia de que la primera la cerramos con una alegría: la de haber ganado nuestro primer encuentro como visitantes. Fue en Alcoy, preciosa ciudad interior de la provincia de Alicante y en la que tuve el gusto de permanecer, en la temporada 72-73 y durante una semana, para celebrar allí la II Copa del Generalísimo. Es un lugar al que le tengo un especial cariño, por la doble coincidencia de haber ganado con el Krystal, el primer partido fuera, al Esclavas de Alcoy en la División de Honor, y también por haber logrado, frente al Águilas de Bilbao, nuestra primera victoria en una Fase final nacional, en la época en que, como OM, acudíamos a esa competición en calidad de Campeonas de Canarias. Lo cuento con más detalle en el post ¡Por primera
vez!. Con el Krystal fue una visita relámpago, como todas las de la máxima categoría, pero de la que nos trajimos ese primer triunfo. Lo hicimos por 40 a 43 y, aunque el tanteo fue algo pobre, nos dejó muy buen sabor de boca.
Centrándome ya en los once partidos correspondientes a la segunda vuelta de esta temporada 76-77, decirles que lo mejor estuvo en el apartado del basket-average. Lo superamos en seis de los encuentros que habíamos perdido en la ronda inicial y que fueron los jugados con el Tabacalera, el Medicina Hispalense, el Hispano Francés, el C.R.E.F.F., el Medina de Lérida y el Medina de San Sebastián, todos ganados en nuestra cancha en esta segunda oportunidad. El único partido en el que no pudimos enjugar la diferencia fue el celebrado con el L´Oreal, al que habíamos vencido en casa, pero por una cantidad de puntos menor que la que ellas nos hicieron en su feudo madrileño. Sólo nos vencieron los tres conjuntos que, al final, quedaron en los primeros puestos: Celta, Evax y Mataró. Al equipo alicantino, el Esclavas de Alcoy, volvimos a ganarle, pero con un resultado de apisonadora: 81 a 33, casi 50 puntos de diferencia. Este partido y este tanteo final pusieron el broche de oro a nuestro debut en la categoría de honor femenina. Algunos de estos encuentros estuvieron acompañados de circunstancias dignas de rescatar y, a continuación, se las cuento.
En el inicial de esta ronda, el jugado con el Tabacalera, hubo un detalle que sorprendió a los aficionados y a la prensa: en las camisetas de las jugadoras, aparecía en su espalda, el nombre de cada una. De los que, hasta el momento, nos habían visitado, era el único que lo llevaba. Nosotras ya lo habíamos visto en la visita a su cancha y a mí, en especial, no me extrañó, porque este conjunto fue pionero, también, en el tipo de vestuario con que se equipaban. En la temporada 69-70, el OM, en la fase final nacional, se enfrentó al Tabaquero de La Coruña (que más tarde cambiaría el nombre por el de Tabacalera), y allí también llamó la atención por vestir un traje de una sola pieza, ajustado, de falda muy corta, sin mangas, en rojo y negro y también luciendo sus nombres. Toda una novedad que se salía del clásico camiseta y falda plisada, que, en la 1ª División, se sustituyó por pantalones muy cortos, en todos los conjuntos.
Otra situación insólita que vivimos fue en nuestro partido de ida con el Medina de Lérida. Por lo que supimos, los árbitros leridanos no inspiraban confianza alguna a los equipos de la zona y el Medina solicitó colegiados neutrales, para dirigir el encuentro con nosotras.
Nuestro último desplazamiento de esta temporada, fue a Barcelona para jugar con el Evax. En esta ocasión, hubo un cúmulo de acontecimientos que hace necesario dedicar toda una entrada para contarlo y que será la siguiente a ésta que ya concluyo.
Como siempre, las imágenes que acompañan son alusivas a los partidos comentados. La fotografía en color, se hizo por fuera de las instalaciones deportivas donde jugamos con el equipo del Esclavas de Alcoy, y que cerró la primera vuelta. El resto de ilustraciones, son titulares de algunos de los encuentros de esta ronda.

domingo, 24 de octubre de 2010

El caso Paíno

Para completar las incidencias más llamativas de la primera vuelta de la temporada 76-77, no quiero pasar por alto lo que precedió a nuestro partido con el Celta de Vigo, líder invicto hasta ese momento y después de celebradas las primeras cinco jornadas. Pero, antes de continuar, es necesario situarnos en dos jornadas anteriores, en la cuarta. En la que enfrentó al Evax con el Celta, en Barcelona, y, contra todo pronóstico, ganaron las visitantes por un solo punto, 70 a 71. Para las catalanas y, en particular, para su delegada y “propietaria” (como se la consideraba en los mentideros deportivos), fue un mazazo muy difícil de encajar. Aspiraban a ser ganadoras de la Liga, pero no contaron con que las “celtiñas” se desenvolvieran tan bien y, encima, hubieran fichado a una jugadora, que fue la máxima encestadora del encuentro, y que con sus extraordinarias condiciones físicas y técnicas resultó decisiva para lograr aquella victoria inesperada. Esa jugadora se llamaba, y se llama, Marisol Paíno, nacida en Valladolid, en Agosto de 1955.
Los directivos del Evax, no contentos con aquel resultado, decidieron denunciar al conjunto gallego por alineación indebida, alegando que tenían serias dudas sobre la feminidad de Marisol, dado su poderío físico y su aspecto poco agraciado (¡). Como “las cosas de palacio, van despacio”, la Federación española de Baloncesto no se pronunció de inmediato y Paíno siguió formando parte legal de la plantilla del Celta. Dos semanas más tarde, pudimos ver, muy de cerca, a quien tanto revuelo estaba causando sin proponérselo.
El equipo gallego se desplazó desde su lugar de origen a nuestra isla, el día anterior al encuentro, es decir, el sábado 27, y tuvieron que hacerlo desde temprano, para enlazar con Madrid y, luego, trasladarse hasta nuestro Aeropuerto de Los Rodeos, único existente en Tenerife, en aquellos tiempos. No recuerdo si el mismo domingo, día del partido, o al día siguiente, nos enteramos de que el entrenador, Vicente Rodríguez, de camino hacia la salida del aeropuerto, pasó por la única tienda de periódicos y revistas que allí había y vio, con desagradable sorpresa que, de manera destacada, se exponía la revista Don Balón. La portada de aquella edición la ocupaba, en su totalidad, el rostro y el torso, cubierto por un balón de baloncesto, de Marisol Paíno. Sólo habían dos rótulos muy destacados: en la parte superior, el nombre de la publicación, y en la inferior, ¿HOMBRE O MUJER?. La reacción inmediata de Vicente fue comprar todos los ejemplares que estaban a la venta en ese lugar, para evitar, en lo posible, que la jugadora se enterara de aquel disparate, si llegaba a pasar por aquel sitio. Por todo lo ocurrido a raíz del partido en Barcelona, la jugadora estaba con su estado de ánimo muy bajo y eso preocupaba a todos los componentes del Celta. Como el grupo se trasladaba directamente al hotel, para retirarse a descansar, dada la hora en que llegaron a la isla, el entrenador debió conseguir su objetivo de preservarla, momentáneamente, del tremendo disgusto.
En cuanto conocí esta historia, compré la revista, para saber de primera mano, cómo se trató un tema tan delicado y, entonces y ahora, me sigue indignando el comportamiento de esta publicación, que nació, única y exclusivamente, para hablar de fútbol. Su fundador, propietario y director, en aquellas fechas, era el polémico periodista José Mª García, conocido por su afán de notoriedad, y del que nunca se supo que el baloncesto le interesara lo más mínimo. Una llamada a este “señor”, por parte de quien no digería la derrota, poniéndole en antecedentes sobre la denuncia realizada, fue suficiente para que hiciera una excepción y dedicara la portada y gran parte del interior de “su” revista, a especulaciones miserables y sin bases demostradas, que le reportarían pingues beneficios por la venta de aquel número con la exclusiva.
Después de esta historia sobre el lamentable descubrimiento de tan insidioso reportaje, en nuestra isla, quiero completar mi relato de hoy recordando que, como era de esperar, el Celta nos ganó de 20 puntos: 59-79, aunque nuestro verdugo no fue, precisamente, Marisol Paíno, que sólo hizo 5 puntos. Las que sí ejercieron como tales, fueron Ángeles Liboreiro, con 32, y Susana García, con 18, además del resto, que tampoco era manco. Fue nuestro sexto encuentro en la máxima categoría femenina y se celebró a las 12 h. del domingo, 28 de Noviembre de 1976. El Celta solicitó un arbitraje neutral y pagó el desplazamiento de colegiados castellanos, porque hizo caso a las desagradables declaraciones del entrenador del Mataró, José Mª Solá, en torno al encuentro que perdió con nosotras y que nunca supo aceptar. Como novedad, tuvimos el debut de nuestra junior más espigada, Mercy Marrero, que se estrenó en la máxima categoría nacional, sustituyendo a su hermana Conchy, que se lesionó en los últimos minutos. A la gran Paíno, la marcamos Merce González Matilla y yo, alternándonos a lo largo del partido. La recuerdo, sobre todo, por su fantástica e imparable suspensión y por su nobleza en el juego. Se sabía superior y, en ningún momento, abusó de su poderío para apabullarnos.
Sirvan estos recuerdos míos de hoy, como homenaje a esta excelente jugadora que, durante seis temporadas, fue una de las mejores de este país, formando parte de la Selección absoluta en más de una veintena de ocasiones y a la que tanto acosaron, presionaron y humillaron, a pesar de la defensa que siempre hicieron de ella, sus compañeras de equipo y de vestuario. Tristemente, el baloncesto femenino no estaba exento, en aquellos tiempos, de intereses torticeros a los que tenían sin cuidado la dignidad y los sentimientos de aquellas que podían ser diferentes al resto, pero tan buenas o mejores que ellas. Sé, por algunas informaciones posteriores, publicadas en la prensa de este país, que, harta de tanta persecución, desapareció del ámbito deportivo en 1982 y durante unos años. Después, volvió a él como entrenadora de equipos infantiles y juveniles y creo que en esa tarea continúa.
Las fotos del equipo del Celta y de una entrada a canasta, de Marisol, las he bajado de la Red. La otra es de mi pequeña colección y muestra un momento del partido celebrado en nuestra cancha, en el que Marichu tira al aro, pudiendo verse, a la gran Paíno, atenta a un posible rebote.
En esta ocasión, mi relato se ha alargado más de lo habitual y pido disculpas por ello. Pero, me ha podido el lado humano de esta experiencia tan cercana y he querido detallarla al máximo, para conocimiento de todos y, en especial, de los más jóvenes.

jueves, 14 de octubre de 2010

La primera vuelta

De vuelta a casa desde La Coruña, al día siguiente comenzamos la preparación del que iba a ser nuestro bautismo de fuego como equipo local. Nos tocaba el L´Oreal, de Madrid, que venía precedido por la fama de ser un conjunto potente y con jugadoras avezadas. Lo dirigía Alfredo Calleja, un viejo conocido de la afición tinerfeña, porque entrenó a aquel Náutico masculino que, durante muchas temporadas, jugó en la Primera División nacional.
Este encuentro se ganó con relativa facilidad, por 60 a 50 puntos. Además, nos sirvió para demostrar lo que éramos capaces de hacer, arropadas por una joven y entusiasta hinchada, que siempre nos apoyó, con fidelidad incondicional, durante toda la temporada
Doce eran los equipos que conformábamos la Liga y de los once partidos que jugamos en la primera vuelta, perdimos siete y ganamos cuatro. Tres de éstos, en nuestra cancha. Los tanteos más abultados, de los perdidos, fueron con dos de los aspirantes a hacerse con el título: de 21 con el Evax de Barcelona, y de 20, con el Celta de Vigo. Con el C.R.E.F.F. de Madrid, eterno campeón, sólo perdimos de 2, en su feudo, y en San Sebastián, el otro recién ascendido, nos venció por 3 puntos. De todos ellos, quiero centrarme en dos, porque estuvieron acompañados de circunstancias muy especiales.
El primero fue el que hicimos con el Mataró, en casa, y celebrado en la cuarta jornada. Este equipo era uno de los tres “gallitos” que aspiraban a ser Campeón de esa temporada y tenía muy buenas razones para pretenderlo. Contaba con un grupo de jugadoras de verdadera calidad, entre las que se encontraban dos antiguas compañeras mías, en la Selección nacional de 1971: Carmen Famadas y Olga Álvarez, bases muy expertas, veteranas e inteligentes. Con ellas, jóvenes valores como Ruth Epalza o Carmen Fraile. El entrenador era José Mª Solá, que llevaba unos años dirigiéndolas y, además, era el Seleccionador nacional femenino, desde 1975. Esta última circunstancia, fue motivo de muchas críticas de la época, porque se consideraba que tanto podía beneficiar como perjudicar a sus pupilas del Mataró, a la hora de tener que formar las selecciones pertinentes. Por fortuna, esta doble función sobre una única persona desapareció y el sentido común es el que sigue prevaleciendo, por el bien de todos.
En lo que se refiere a nosotras, a pesar de los animosos comentarios publicados en las crónicas previas al partido, estoy segura de que muy pocos daban un euro (un duro, entonces), porque fuéramos capaces de derrotarles. Antonia lo preparó de un modo muy elaborado y, al final de los entrenamientos, nos encargaba determinadas consignas a cada una, sobre todo, en aspectos defensivos. Recuerdo que a mí me sugirió que escribiera una palabra o una frase sencilla, relativa a esos encargos, y la pusiera en un sitio visible del salpicadero de mi coche, para que, a fuerza de verlo, interiorizara la idea. Desconozco, porque nunca les pregunté, si el resto de mis compañeras hizo lo mismo.
Llegó el momento de la verdad y según cuentan los especialistas, en las reliquias periodísticas que conservo, el partido, desde fuera, mostró dos partes bien diferentes. La primera, de esperado dominio del equipo catalán, que hacía valer su amplio rodaje en la categoría. También los números lo confirmaban. Hasta el minuto 8, las diferencias eran mínimas y alternadas, de 1 o 2 puntos, pero, a cinco minutos del descanso, nos ganaban de 13, terminando esta primera mitad con un 26-35. En el vestuario, la bronca de Antonia fue monumental, porque estaba convencida de que podíamos ganarles, a poco que reaccionáramos.
Y así fue, aunque los primeros minutos de la segunda parte continuaran bajo el dominio de Famadas y compañía. En una serie de aciertos a canasta y, al mismo tiempo, en el control de los rebotes defensivos, estuvo la clave de aquella reacción. Si a ello se unen los ¡32 balones perdidos! por el Mataró (la mayoría, en estos 20 minutos finales), y en la captura de sólo 5 rebotes ofensivos, se explica que los cinco últimos minutos fueran de un toma y daca de punto arriba o punto abajo. Pudo haber ganado cualquiera de los dos, pero nuestro deseo de hacerlo, peleando incansablemente, debió superar al del conjunto catalán. Al final, el resultado fue de 60 a 59 y ese único punto a favor, nos supo a gloria bendita. Habíamos vencido, contra todo pronóstico, y fuimos la sorpresa de la jornada, para toda la prensa especializada del país.
El otro acontecimiento de esta primera vuelta, lo dejo para la próxima entrada. Por ahora, cierro mi relato de hoy, complementándolo con imágenes alusivas a lo narrado. Las fotografías en la cancha del Náutico son, la primera, del salto inicial del Krystal-Medina de Lérida, y, la segunda, un salto entre dos, en el Krystal-Evax. El resto, son los titulares de algunas de las crónicas publicadas por los distintos medios de comunicación escrita, en esta primera ronda, y de un lance del épico partido contra el Mataró, en el que Bea Ravina inicia un bloqueo con Mariajo Paniagua.

martes, 5 de octubre de 2010

Se la merecían

Hace unos cuantos años descubrí, por casualidad, la retransmisión, en la tele, de un partido de baloncesto femenino de una competición internacional. Por aquello del veneno que una lleva y llevará en la sangre, hasta el último día de su vida, y por la curiosidad de descubrir de qué se trataba, le presté toda mi atención. La presencia de esta modalidad en un canal televisivo era un hecho insólito y, por eso, la ocasión exigía quedarse a verlo. Creo recordar que fue en la 2 y a horas bastante intempestivas. El comentarista de turno me hizo saber que era un partido de la Selección absoluta, que participaba en el Campeonato de Europa de aquella temporada. De los nombres que repetía con frecuencia, sólo me acuerdo de los de Betty Cebrián, Blanca Ares, Marina Ferragut y Bonny Geuer.
Bastante más tarde, volví a encontrarme otra retransmisión de la Selección de turno y de ella sólo retuve los de Elisa Aguilar, Rosy Sánchez, Amaya Valdemoro, Lucy Pascua, Nuria Martínez y Ana Montañana. Éstos y los anteriores, se me quedaron porque fueron jugadoras que me llamaron la atención por sus alturas y su magnífica técnica individual, demostrándola en todos sus movimientos, incluido el buen tiro de cada una. Me pareció gente con unas excelentes condiciones para el baloncesto y, a la hora del trabajo en equipo, defendían y atacaban con mucha fuerza, aunque un poco alocadas y con cierta individualidad, en determinados momentos del juego.
Más tarde supe que el primer encuentro que presencié por pura casualidad, era para clasificarse en una de las fases del Campeonato de Europa de aquel año, 1993. Y también supe que aquellas jóvenes que me sorprendieron, llegaron a conseguir la medalla de oro y, con ella, el título y la Copa de Campeonas de Europa. Fue la primera vez que el baloncesto de España, tanto femenino como masculino, lograba un triunfo de tan alto nivel.
Mi segundo encuentro casual con una selección posterior, también en la televisión, mostraba nuevas caras y, lógicamente, nuevos nombres. Volvieron a gustarme las buenas maneras en los fundamentos técnicos y me gustó, más aún, que la labor de equipo compenetrado y compacto se estaba consiguiendo de modo progresivo, igual en el ataque que en la defensa.
Con esta nueva generación de deportistas del cesto y el balón, la información creció un poquito, y como procuré estar al tanto, me enteré de que el núcleo principal de aquel grupo, ya llevaba cinco temporadas consecutivas, compitiendo en europeos y no bajándose del podio en ninguno de ellos. Fueron los de 2001, 2003, 2005, 2007 y 2009. El balance fue de cuatro bronces y una plata. Nuestras representantes eran fijas en los cajones del podio, junto con Rusia, y la terna se completaba con Francia, Bielorrusia o Chequia.
En 2006, como ya comenté en otra entrada, tuve la oportunidad de presenciar el Campeonato de Europa U18, que se celebró en el Pabellón Santiago Martín. Allí, vi lo bien que se desenvolvían dos jóvenes y altísimas jugadoras, Laura Nichols y Alba Torrens, integrantes de la Selección de este país. Selección que, al final, sería la Campeona del continente en su categoría. Desde el 23 de Septiembre y hasta antes de ayer, 3 de Octubre, seguí, a través del único canal de televisión que lo hizo, todos los partidos en los que intervino la Selección convocada para participar en el Campeonato del Mundo, celebrado en la República de Chequia. En ese grupo, fui recuperando los nombres y el juego, de muchas de las que ya había visto a través de la pantalla y en vivo. Una combinación muy equilibrada de veteranía y experiencia, con savia nueva y bien formada. Desde el primer día, me captaron. Jugaban constantemente en equipo y, cuando había que hacer valer el talento individual, así lo hacían.
A decir verdad, apenas contaba yo con información previa de este evento y eso habrá hecho que lo disfrutara de un modo más puro, menos mediatizado. Vi un equipo muy luchador, que no se arredraba porque tuviera enfrente a torres humanas que, además, lanzaban y acertaban a corta y larga distancia. La concentración y el juego disciplinado eran el marchamo de este conjunto. Cuando hizo falta romper el guión y dejar sitio a la chispa creativa, también supieron aplicarla. En definitiva, se ganaron, con todos los merecimientos, la brillante tercera plaza de tan prestigioso torneo cuatrienal. Como dijo su mesurado y animoso seleccionador, un bronce que sabe a oro.
A toro pasado, me he ido informando de los objetivos que querían alcanzar y de la preparación seguida para lograrlos. También, del palmarés de cada una de las chicas y sus rasgos más destacados, como jugadoras. Todo esto, bien agitado, nos dio un combinado con altas dosis de eficacia, a pesar de sus limitaciones en el apartado más físico.
No pude evitar emocionarme y recordar aquellas viejas selecciones femeninas, que, únicamente con lo puesto, fueron abriendo, año a año y partido a partido, el camino que hoy, de una manera tan gloriosa, están transitando, desde 1993, estas nuevas selecciones. Aquellas, se convocaban y concentraban sólo una semana antes del encuentro previsto. Éstas, conviven y trabajan en común, un mes o mes y medio antes de la ronda de partidos. Aquellas, contaban con un seleccionador y una delegada. Las de hoy, además del seleccionador, que es asistido por uno o dos ayudantes, tienen fisioterapeutas, médico, delegado y jefes de expedición y de comunicación. Aquellas, eran jugadoras amateurs, en el más absoluto significado. Éstas, son profesionales desde sus más tiernas mayorías de edad. Aquellas, eran de Galicia y, a lo mejor, jugaban en algún equipo devMadrid o Barcelona. Éstas, juegan en Madrid, Barcelona, París, Moscú, Washington, Minneapolis… Aquellas, en siete años, jugaron ocho encuentros internacionales. Éstas, en cualquier torneo oficial y en una sola temporada, tienen ocho o diez encuentros de esa categoría, como mínimo… De aquellas, en el mejor de los casos, algunas eran campeonas o subcampeones de la liga española. De éstas, algunas tienen anillos de la WNBA o son campeonas del mundo por equipos, además de serlo en su país.
¡Qué alegría comprobar que, quizá con más de veinte años de retraso, quienes tienen en sus manos mejorar este desfase tan descomunal, estén haciendo todo lo que, en estricta justicia, se merece el deporte que más licencias de practicantes femeninas aporta a España!. Enhorabuena por ello, y felicidades a esta brillante pléyade de jugadoras que, con casta y convicción, han logrado la primera medalla de un Mundial, para su país.
Que sigan así y que yo pueda verlo.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Se inicia la competición

Ya dije que la pretemporada de estreno en la máxima categoría femenina, en contra de lo que suele ser habitual, la hicimos durante el mes de Julio. Fue dura, pero muy gratificante porque se comprobó que éramos capaces de cumplir con lo que esta Primera división exigía: trabajo y esfuerzo; más trabajo y más esfuerzo.
En ese tiempo hubo, además, un entrenamiento especial y más intenso para tres compañeras, llamadas por el seleccionador nacional, José Mª Solá, para una concentración a celebrar en aquel verano. Esta dosis extra de trabajo les tocó a Marichu, Mele y Catere. Las tres estaban aún en edad junior, pero eran candidatas a entrar en la Selección absoluta, que tenía que formarse en esos meses.
Descansamos en Agosto, volvimos en Septiembre y, en Octubre, antes del comienzo de la competición, jugamos un partido amistoso con el Marítimo Atlántico, del Grupo Canarias, de la 2ª División nacional. Fue un encuentro preliminar al Náutico-Castellar de la División de Honor masculina, y lo ganamos, sin grandes dificultades, por 47-31.
Días más tarde, llegó el momento de la verdad. El 24 de Octubre de 1976 fue la fecha del primer partido celebrado por el primer equipo canario femenino, que se ganó, muy a pulso, el derecho a participar en la Primera División nacional. En el plano deportivo, podría decirse que es una fecha histórica porque fue el pistoletazo de salida que permitió dar a conocer, por todo el territorio español y durante toda una larga temporada (al menos), cómo se jugaba, a esto del básquet, por estas latitudes tan alejadas de la piel de toro. En estricta justicia, ya el Mª Auxiliadora y sus posteriores variantes en el nombre, habían mostrado y demostrado con creces y durante muchos años, la calidad del juego practicado en las islas, pero su ámbito se redujo, siempre, a las concentraciones de final de temporada, para celebrar las Fases encaminadas al ascenso o para jugar las copas del Generalísimo.
El debut fue lejos de nuestra tierra, en uno de los puntos más distantes posibles: en la ciudad de La Coruña y para enfrentarnos al conjunto del Tabacalera. Viajamos con la ilusión propia de quienes lo hacen para descubrir un mundo nuevo, pero expectantes y preocupadas por la responsabilidad que estábamos contrayendo: representar al Archipiélago en la competición de más alto nivel. Salimos el sábado 23, muy temprano, desde Los Rodeos, vía Madrid y, una vez allí, embarcamos en otro avión con destino Santiago de Compostela y, luego, una guagua nos trasladó hasta Coruña capital, a unos 70 km. del aeropuerto gallego. Nos alojamos en el Hotel Riazor, a escasos metros de la playa del mismo nombre y muy cerca, también, del entonces flamante y recién estrenado Estadio de Riazor, en cuyo pabellón cubierto tendríamos el partido con las coruñesas. Esa misma tarde y sin apenas descanso, tuvimos un entrenamiento suave, sobre todo, para familiarizarnos con la instalación en la que jugaríamos a media mañana del día siguiente.
Éramos uno de los dos equipos recién ascendidos y, como suele ocurrir a los noveles, cuando se enfrentan a conjuntos experimentados, pagamos el precio de serlo, perdiendo por 46 a 32. El equipo coruñés, aunque estaba en un momento de inclusión de savia muy joven y nueva, aún contaba con unas cuantas eficaces e ilustres veteranas. Entre ellas, las hermanas Gómez de Frutos, Maribel y Merche, internacionales en muchas ocasiones, y viejas conocidas de quien redacta esta crónica, cuando jugaba en el OM. Ambas, vinieron a Santa Cruz, en la temporada 71-72. Fue con motivo de la celebración de la I Copa del Generalísimo y ya jugaban en este mismo conjunto, aunque entonces se llamaba Tabaquero. Aunque, como equipo, no se lucieron en su juego, sí hicieron lo suficiente para imponerse a nuestra lentitud, imprecisión y nerviosismo, lo que llevó a que vencieran sin grandes dificultades. Una vez finalizado el encuentro, partimos, desde aquel enorme y frío Palacio de los Deportes, de regreso a nuestras casas.
Desanduvimos todo el recorrido que habíamos iniciado a tempranas horas del día anterior, el sábado, y con este primer desplazamiento, ya tomamos conciencia de la cantidad de horas que habríamos de emplear para llegar a cada una de las sedes de los distintos equipos de la categoría. A pesar de ello y de la primera derrota, nuestro entusiasmo y nuestra ilusión por ir mejorando, no decayeron.
Como imágenes ilustrativas de este debut agridulce, vaya una foto del grupo, a la entrada del hotel, y en la que también está el padre de Marichu, D. Antonio Hernández Laverny (q.e.p.d.). Nos acompañó en su calidad de vocal de la Junta Directiva del C.B. Krystal. También aparece una panorámica de la playa de Riazor, en la que puede apreciarse la enorme cubierta del Palacio de Deportes de La Coruña, aledaño al recién inaugurado Estadio de Riazor, formando parte de sus modernas instalaciones, y en el que jugamos nuestro primer encuentro “primerdivisionario”.

lunes, 20 de septiembre de 2010

¡¡ Y ocurrió !!

En el último párrafo del post Encuentros en otros tiempos, decía que, pasado Agosto, intentaría ponerme en contacto con algunas de mis compañeras del Krystal, para hablarles de la existencia de esta bitácora y precisar, con ellas, algunos detalles que contribuyan a enriquecer todo aquello que vaya rescatando mi memoria. El párrafo termina así: “Espero que, además de una sorpresa, sea un buen motivo para recuperar los recuerdos de aquellas experiencias que vivimos en común y, quién sabe, si el pretexto para volver a reunirnos. Me gustaría que así ocurriera.”. ¡Y ha ocurrido, amigos lectores, ha ocurrido!, y hoy, hace, exactamente, una semana.
En los primeros días de Septiembre probé suerte con Marga Máiquez, de la que sabía que, después de las vacaciones, volvía al trabajo en su farmacia. Allí la localicé y quedamos, dos días después, para explicarle lo que quería. Con gran alegría, por mi parte, me dijo que iba a reunirse en su casa, el lunes siguiente, con siete amigas y compañeras de aquel ilustre equipo, y que yo no podía faltar a aquel encuentro. Sin pensármelo mucho, acepté encantada y sorprendida por la feliz coincidencia. Ahora pienso que mi deseo de verlas, de nuevo, debió de influir, en alguna medida, en los hados del destino y de las citas.
Además de Marga, estaban Bea, Marichu, Mariajo, Merce, Conchy, Mercy y Pame. Aunque la reunión era para comer, yo decliné mi asistencia porque no podía, y me incorporé en el momento de la sobremesa. A todas las encontré fantásticas y todas muestran una serena y atractiva madurez, dada por el buen paso del tiempo. Con sus obstáculos y sus oportunidades, con sus tristezas y sus alegrías. Con la vitalidad de entonces y más divertidas que nunca... Del mismo modo que lo hacíamos en nuestra época deportiva. Aceptando las cosas como venían y llevándolas con el mejor espíritu constructivo.
Margarita les había adelantado el motivo de mi presencia y, claro, las anécdotas, las situaciones jocosas, las difíciles, las que nos hacían reír o llorar… salieron a borbotones. Tomé nota de todo lo que quería aclarar y de aquello que no recordaba, pero que al nombrarlo alguna, enseguida acudió a mi memoria también. Llevé, además, parte de los álbumes que poseo con recortes periodísticos y fotografías, y fue un acierto hacerlo, porque se convirtió en otro de los motivos que hicieron que nos divirtiéramos aún más, comentando, especialmente, el contenido de las crónicas.
Como no podía ser de otro modo, nos hicimos muchas fotografías, para dejar constancia de la estupenda tarde pasada, reviviendo experiencias comunes. Fue un rato entrañable y, además, se produjo lo que yo deseaba: despertar muchos de los momentos vividos, codo con codo. Nos despedimos hasta una próxima reunión, con la promesa, por parte de las hermanas Marrero, de traernos una película que, en su día, nos grabó D. Carlos Marrero, padre de ambas, miembro de la primera junta directiva del club y fan nº 1 de sus hijas y del equipo. Como casi siempre, será Conchy, con sus naturales dotes de relaciones públicas, quien nos convoque.
Para ilustrar este post, que da fe del ansiado y feliz encuentro, vayan unas imágenes que demuestran, sin duda, las buenas horas que pasamos juntas.