De vuelta a casa desde La Coruña, al día siguiente comenzamos la preparación del que iba a ser nuestro bautismo de fuego como equipo local. Nos tocaba el L´Oreal, de Madrid, que venía precedido por la fama de ser un conjunto potente y con jugadoras avezadas. Lo dirigía Alfredo Calleja, un viejo conocido de la afición tinerfeña, porque entrenó a aquel Náutico masculino que, durante muchas temporadas, jugó en la Primera División nacional.
Este encuentro se ganó con relativa facilidad, por 60 a 50 puntos. Además, nos sirvió para demostrar lo que éramos capaces de hacer, arropadas por una joven y entusiasta hinchada, que siempre nos apoyó, con fidelidad incondicional, durante toda la temporada
Este encuentro se ganó con relativa facilidad, por 60 a 50 puntos. Además, nos sirvió para demostrar lo que éramos capaces de hacer, arropadas por una joven y entusiasta hinchada, que siempre nos apoyó, con fidelidad incondicional, durante toda la temporada
Doce eran los equipos que conformábamos la Liga y de los once partidos que jugamos en la primera vuelta, perdimos siete y ganamos cuatro. Tres de éstos, en nuestra cancha. Los tanteos más abultados, de los perdidos, fueron con dos de los aspirantes a hacerse con el título: de 21 con el Evax de Barcelona, y de 20, con el Celta de Vigo. Con el C.R.E.F.F. de Madrid, eterno campeón, sólo perdimos de 2, en su feudo, y en San Sebastián, el otro recién ascendido, nos venció por 3 puntos. De todos ellos, quiero centrarme en dos, porque estuvieron acompañados de circunstancias muy especiales.
El primero fue el que hicimos con el Mataró, en casa, y celebrado en la cuarta jornada. Este equipo era uno de los tres “gallitos” que aspiraban a ser Campeón de esa temporada y tenía muy buenas razones para pretenderlo. Contaba con un grupo de jugadoras de verdadera calidad, entre las que se encontraban dos antiguas compañeras mías, en la Selección nacional de 1971: Carmen Famadas y Olga Álvarez, bases muy expertas, veteranas e inteligentes. Con ellas, jóvenes valores como Ruth Epalza o Carmen Fraile. El entrenador era José Mª Solá, que llevaba unos años dirigiéndolas y, además, era el Seleccionador nacional femenino, desde 1975. Esta última circunstancia, fue motivo de muchas críticas de la época, porque se consideraba que tanto podía beneficiar como perjudicar a sus pupilas del Mataró, a la hora de tener que formar las selecciones pertinentes. Por fortuna, esta doble función sobre una única persona desapareció y el sentido común es el que sigue prevaleciendo, por el bien de todos.
En lo que se refiere a nosotras, a pesar de los animosos comentarios publicados en las crónicas previas al partido, estoy segura de que muy pocos daban un euro (un duro, entonces), porque fuéramos capaces de derrotarles. Antonia lo preparó de un modo muy elaborado y, al final de los entrenamientos, nos encargaba determinadas consignas a cada una, sobre todo, en aspectos defensivos. Recuerdo que a mí me sugirió que escribiera una palabra o una frase sencilla, relativa a esos encargos, y la pusiera en un sitio visible del salpicadero de mi coche, para que, a fuerza de verlo, interiorizara la idea. Desconozco, porque nunca les pregunté, si el resto de mis compañeras hizo lo mismo.
Llegó el momento de la verdad y según cuentan los especialistas, en las reliquias periodísticas que conservo, el partido, desde fuera, mostró dos partes bien diferentes. La primera, de esperado dominio del equipo catalán, que hacía valer su amplio rodaje en la categoría. También los números lo confirmaban. Hasta el minuto 8, las diferencias eran mínimas y alternadas, de 1 o 2 puntos, pero, a cinco minutos del descanso, nos ganaban de 13, terminando esta primera mitad con un 26-35. En el vestuario, la bronca de Antonia fue monumental, porque estaba convencida de que podíamos ganarles, a poco que reaccionáramos.
Y así fue, aunque los primeros minutos de la segunda parte continuaran bajo el dominio de Famadas y compañía. En una serie de aciertos a canasta y, al mismo tiempo, en el control de los rebotes defensivos, estuvo la clave de aquella reacción. Si a ello se unen los ¡32 balones perdidos! por el Mataró (la mayoría, en estos 20 minutos finales), y en la captura de sólo 5 rebotes ofensivos, se explica que los cinco últimos minutos fueran de un toma y daca de punto arriba o punto abajo. Pudo haber ganado cualquiera de los dos, pero nuestro deseo de hacerlo, peleando incansablemente, debió superar al del conjunto catalán. Al final, el resultado fue de 60 a 59 y ese único punto a favor, nos supo a gloria bendita. Habíamos vencido, contra todo pronóstico, y fuimos la sorpresa de la jornada, para toda la prensa especializada del país.
El otro acontecimiento de esta primera vuelta, lo dejo para la próxima entrada. Por ahora, cierro mi relato de hoy, complementándolo con imágenes alusivas a lo narrado. Las fotografías en la cancha del Náutico son, la primera, del salto inicial del Krystal-Medina de Lérida, y, la segunda, un salto entre dos, en el Krystal-Evax. El resto, son los titulares de algunas de las crónicas publicadas por los distintos medios de comunicación escrita, en esta primera ronda, y de un lance del épico partido contra el Mataró, en el que Bea Ravina inicia un bloqueo con Mariajo Paniagua.
El primero fue el que hicimos con el Mataró, en casa, y celebrado en la cuarta jornada. Este equipo era uno de los tres “gallitos” que aspiraban a ser Campeón de esa temporada y tenía muy buenas razones para pretenderlo. Contaba con un grupo de jugadoras de verdadera calidad, entre las que se encontraban dos antiguas compañeras mías, en la Selección nacional de 1971: Carmen Famadas y Olga Álvarez, bases muy expertas, veteranas e inteligentes. Con ellas, jóvenes valores como Ruth Epalza o Carmen Fraile. El entrenador era José Mª Solá, que llevaba unos años dirigiéndolas y, además, era el Seleccionador nacional femenino, desde 1975. Esta última circunstancia, fue motivo de muchas críticas de la época, porque se consideraba que tanto podía beneficiar como perjudicar a sus pupilas del Mataró, a la hora de tener que formar las selecciones pertinentes. Por fortuna, esta doble función sobre una única persona desapareció y el sentido común es el que sigue prevaleciendo, por el bien de todos.
En lo que se refiere a nosotras, a pesar de los animosos comentarios publicados en las crónicas previas al partido, estoy segura de que muy pocos daban un euro (un duro, entonces), porque fuéramos capaces de derrotarles. Antonia lo preparó de un modo muy elaborado y, al final de los entrenamientos, nos encargaba determinadas consignas a cada una, sobre todo, en aspectos defensivos. Recuerdo que a mí me sugirió que escribiera una palabra o una frase sencilla, relativa a esos encargos, y la pusiera en un sitio visible del salpicadero de mi coche, para que, a fuerza de verlo, interiorizara la idea. Desconozco, porque nunca les pregunté, si el resto de mis compañeras hizo lo mismo.
Llegó el momento de la verdad y según cuentan los especialistas, en las reliquias periodísticas que conservo, el partido, desde fuera, mostró dos partes bien diferentes. La primera, de esperado dominio del equipo catalán, que hacía valer su amplio rodaje en la categoría. También los números lo confirmaban. Hasta el minuto 8, las diferencias eran mínimas y alternadas, de 1 o 2 puntos, pero, a cinco minutos del descanso, nos ganaban de 13, terminando esta primera mitad con un 26-35. En el vestuario, la bronca de Antonia fue monumental, porque estaba convencida de que podíamos ganarles, a poco que reaccionáramos.
Y así fue, aunque los primeros minutos de la segunda parte continuaran bajo el dominio de Famadas y compañía. En una serie de aciertos a canasta y, al mismo tiempo, en el control de los rebotes defensivos, estuvo la clave de aquella reacción. Si a ello se unen los ¡32 balones perdidos! por el Mataró (la mayoría, en estos 20 minutos finales), y en la captura de sólo 5 rebotes ofensivos, se explica que los cinco últimos minutos fueran de un toma y daca de punto arriba o punto abajo. Pudo haber ganado cualquiera de los dos, pero nuestro deseo de hacerlo, peleando incansablemente, debió superar al del conjunto catalán. Al final, el resultado fue de 60 a 59 y ese único punto a favor, nos supo a gloria bendita. Habíamos vencido, contra todo pronóstico, y fuimos la sorpresa de la jornada, para toda la prensa especializada del país.
El otro acontecimiento de esta primera vuelta, lo dejo para la próxima entrada. Por ahora, cierro mi relato de hoy, complementándolo con imágenes alusivas a lo narrado. Las fotografías en la cancha del Náutico son, la primera, del salto inicial del Krystal-Medina de Lérida, y, la segunda, un salto entre dos, en el Krystal-Evax. El resto, son los titulares de algunas de las crónicas publicadas por los distintos medios de comunicación escrita, en esta primera ronda, y de un lance del épico partido contra el Mataró, en el que Bea Ravina inicia un bloqueo con Mariajo Paniagua.
Muy bien Charo, sigue escribiendo, así las nuevas generaciones conocerán un poco de la historia del baloncesto femenino en Tenerife. Sobre todo, me gustaría que destacaras que fuimos totalmente amateurs y que entrenábamos a partir de las 22,00 h ó 22,30 h, puesto que no teníamos cancha y el Naútico nos cedía a esa hora sus instalaciones. Y al día siguiente teníamos clase o trabajo temprano...¡Qué tiempos!. Sigue recordándolos que te estamos leyendo. Bsss, Marga.
ResponderEliminarGracias, querida compañera. Permíteme corregirte en algo. No pretendo, ni de lejos, contar la historia del baloncesto femenino canario, ¡ya quisiera yo!. Para hacerlo, tendría que contar con más tiempo y con muchos más datos e información. Me contento con poder recuperar aquellos retazos del baloncesto femenino de nuestra tierra, del que fuimos parte y testigos directos. Nada más. Si, a juicio de todos lo que puedan interesarse por estas historias, lo consigo, me doy por satisfecha. Ha sido, y es, el objetivo por el que me atreví a abrir este blog.
ResponderEliminarEn cuanto a los aspectos a destacar que apuntas, ya lo he hecho en unas cuantas entradas y, seguramente, seguiré haciéndolo, siempre que proceda.
Gracias, de nuevo, por tu visita y un abrazo grande.