Hace unos cuantos años descubrí, por casualidad, la retransmisión, en la tele, de un partido de baloncesto femenino de una competición internacional. Por aquello del veneno que una lleva y llevará en la sangre, hasta el último día de su vida, y por la curiosidad de descubrir de qué se trataba, le presté toda mi atención. La presencia de esta modalidad en un canal televisivo era un hecho insólito y, por eso, la ocasión exigía quedarse a verlo. Creo recordar que fue en la 2 y a horas bastante intempestivas. El comentarista de turno me hizo saber que era un partido de la Selección absoluta, que participaba en el Campeonato de Europa de aquella temporada. De los nombres que repetía con frecuencia, sólo me acuerdo de los de Betty Cebrián, Blanca Ares, Marina Ferragut y Bonny Geuer.
Bastante más tarde, volví a encontrarme otra retransmisión de la Selección de turno y de ella sólo retuve los de Elisa Aguilar, Rosy Sánchez, Amaya Valdemoro, Lucy Pascua, Nuria Martínez y Ana Montañana. Éstos y los anteriores, se me quedaron porque fueron jugadoras que me llamaron la atención por sus alturas y su magnífica técnica individual, demostrándola en todos sus movimientos, incluido el buen tiro de cada una. Me pareció gente con unas excelentes condiciones para el baloncesto y, a la hora del trabajo en equipo, defendían y atacaban con mucha fuerza, aunque un poco alocadas y con cierta individualidad, en determinados momentos del juego.
Más tarde supe que el primer encuentro que presencié por pura casualidad, era para clasificarse en una de las fases del Campeonato de Europa de aquel año, 1993. Y también supe que aquellas jóvenes que me sorprendieron, llegaron a conseguir la medalla de oro y, con ella, el título y la Copa de Campeonas de Europa. Fue la primera vez que el baloncesto de España, tanto femenino como masculino, lograba un triunfo de tan alto nivel.
Mi segundo encuentro casual con una selección posterior, también en la televisión, mostraba nuevas caras y, lógicamente, nuevos nombres. Volvieron a gustarme las buenas maneras en los fundamentos técnicos y me gustó, más aún, que la labor de equipo compenetrado y compacto se estaba consiguiendo de modo progresivo, igual en el ataque que en la defensa.
Con esta nueva generación de deportistas del cesto y el balón, la información creció un poquito, y como procuré estar al tanto, me enteré de que el núcleo principal de aquel grupo, ya llevaba cinco temporadas consecutivas, compitiendo en europeos y no bajándose del podio en ninguno de ellos. Fueron los de 2001, 2003, 2005, 2007 y 2009. El balance fue de cuatro bronces y una plata. Nuestras representantes eran fijas en los cajones del podio, junto con Rusia, y la terna se completaba con Francia, Bielorrusia o Chequia.
En 2006, como ya comenté en otra entrada, tuve la oportunidad de presenciar el Campeonato de Europa U18, que se celebró en el Pabellón Santiago Martín. Allí, vi lo bien que se desenvolvían dos jóvenes y altísimas jugadoras, Laura Nichols y Alba Torrens, integrantes de la Selección de este país. Selección que, al final, sería la Campeona del continente en su categoría. Desde el 23 de Septiembre y hasta antes de ayer, 3 de Octubre, seguí, a través del único canal de televisión que lo hizo, todos los partidos en los que intervino la Selección convocada para participar en el Campeonato del Mundo, celebrado en la República de Chequia. En ese grupo, fui recuperando los nombres y el juego, de muchas de las que ya había visto a través de la pantalla y en vivo. Una combinación muy equilibrada de veteranía y experiencia, con savia nueva y bien formada. Desde el primer día, me captaron. Jugaban constantemente en equipo y, cuando había que hacer valer el talento individual, así lo hacían.
A decir verdad, apenas contaba yo con información previa de este evento y eso habrá hecho que lo disfrutara de un modo más puro, menos mediatizado. Vi un equipo muy luchador, que no se arredraba porque tuviera enfrente a torres humanas que, además, lanzaban y acertaban a corta y larga distancia. La concentración y el juego disciplinado eran el marchamo de este conjunto. Cuando hizo falta romper el guión y dejar sitio a la chispa creativa, también supieron aplicarla. En definitiva, se ganaron, con todos los merecimientos, la brillante tercera plaza de tan prestigioso torneo cuatrienal. Como dijo su mesurado y animoso seleccionador, un bronce que sabe a oro.
A toro pasado, me he ido informando de los objetivos que querían alcanzar y de la preparación seguida para lograrlos. También, del palmarés de cada una de las chicas y sus rasgos más destacados, como jugadoras. Todo esto, bien agitado, nos dio un combinado con altas dosis de eficacia, a pesar de sus limitaciones en el apartado más físico.
No pude evitar emocionarme y recordar aquellas viejas selecciones femeninas, que, únicamente con lo puesto, fueron abriendo, año a año y partido a partido, el camino que hoy, de una manera tan gloriosa, están transitando, desde 1993, estas nuevas selecciones. Aquellas, se convocaban y concentraban sólo una semana antes del encuentro previsto. Éstas, conviven y trabajan en común, un mes o mes y medio antes de la ronda de partidos. Aquellas, contaban con un seleccionador y una delegada. Las de hoy, además del seleccionador, que es asistido por uno o dos ayudantes, tienen fisioterapeutas, médico, delegado y jefes de expedición y de comunicación. Aquellas, eran jugadoras amateurs, en el más absoluto significado. Éstas, son profesionales desde sus más tiernas mayorías de edad. Aquellas, eran de Galicia y, a lo mejor, jugaban en algún equipo devMadrid o Barcelona. Éstas, juegan en Madrid, Barcelona, París, Moscú, Washington, Minneapolis… Aquellas, en siete años, jugaron ocho encuentros internacionales. Éstas, en cualquier torneo oficial y en una sola temporada, tienen ocho o diez encuentros de esa categoría, como mínimo… De aquellas, en el mejor de los casos, algunas eran campeonas o subcampeones de la liga española. De éstas, algunas tienen anillos de la WNBA o son campeonas del mundo por equipos, además de serlo en su país.
¡Qué alegría comprobar que, quizá con más de veinte años de retraso, quienes tienen en sus manos mejorar este desfase tan descomunal, estén haciendo todo lo que, en estricta justicia, se merece el deporte que más licencias de practicantes femeninas aporta a España!. Enhorabuena por ello, y felicidades a esta brillante pléyade de jugadoras que, con casta y convicción, han logrado la primera medalla de un Mundial, para su país.
Que sigan así y que yo pueda verlo.
Bastante más tarde, volví a encontrarme otra retransmisión de la Selección de turno y de ella sólo retuve los de Elisa Aguilar, Rosy Sánchez, Amaya Valdemoro, Lucy Pascua, Nuria Martínez y Ana Montañana. Éstos y los anteriores, se me quedaron porque fueron jugadoras que me llamaron la atención por sus alturas y su magnífica técnica individual, demostrándola en todos sus movimientos, incluido el buen tiro de cada una. Me pareció gente con unas excelentes condiciones para el baloncesto y, a la hora del trabajo en equipo, defendían y atacaban con mucha fuerza, aunque un poco alocadas y con cierta individualidad, en determinados momentos del juego.
Más tarde supe que el primer encuentro que presencié por pura casualidad, era para clasificarse en una de las fases del Campeonato de Europa de aquel año, 1993. Y también supe que aquellas jóvenes que me sorprendieron, llegaron a conseguir la medalla de oro y, con ella, el título y la Copa de Campeonas de Europa. Fue la primera vez que el baloncesto de España, tanto femenino como masculino, lograba un triunfo de tan alto nivel.
Mi segundo encuentro casual con una selección posterior, también en la televisión, mostraba nuevas caras y, lógicamente, nuevos nombres. Volvieron a gustarme las buenas maneras en los fundamentos técnicos y me gustó, más aún, que la labor de equipo compenetrado y compacto se estaba consiguiendo de modo progresivo, igual en el ataque que en la defensa.
Con esta nueva generación de deportistas del cesto y el balón, la información creció un poquito, y como procuré estar al tanto, me enteré de que el núcleo principal de aquel grupo, ya llevaba cinco temporadas consecutivas, compitiendo en europeos y no bajándose del podio en ninguno de ellos. Fueron los de 2001, 2003, 2005, 2007 y 2009. El balance fue de cuatro bronces y una plata. Nuestras representantes eran fijas en los cajones del podio, junto con Rusia, y la terna se completaba con Francia, Bielorrusia o Chequia.
En 2006, como ya comenté en otra entrada, tuve la oportunidad de presenciar el Campeonato de Europa U18, que se celebró en el Pabellón Santiago Martín. Allí, vi lo bien que se desenvolvían dos jóvenes y altísimas jugadoras, Laura Nichols y Alba Torrens, integrantes de la Selección de este país. Selección que, al final, sería la Campeona del continente en su categoría. Desde el 23 de Septiembre y hasta antes de ayer, 3 de Octubre, seguí, a través del único canal de televisión que lo hizo, todos los partidos en los que intervino la Selección convocada para participar en el Campeonato del Mundo, celebrado en la República de Chequia. En ese grupo, fui recuperando los nombres y el juego, de muchas de las que ya había visto a través de la pantalla y en vivo. Una combinación muy equilibrada de veteranía y experiencia, con savia nueva y bien formada. Desde el primer día, me captaron. Jugaban constantemente en equipo y, cuando había que hacer valer el talento individual, así lo hacían.
A decir verdad, apenas contaba yo con información previa de este evento y eso habrá hecho que lo disfrutara de un modo más puro, menos mediatizado. Vi un equipo muy luchador, que no se arredraba porque tuviera enfrente a torres humanas que, además, lanzaban y acertaban a corta y larga distancia. La concentración y el juego disciplinado eran el marchamo de este conjunto. Cuando hizo falta romper el guión y dejar sitio a la chispa creativa, también supieron aplicarla. En definitiva, se ganaron, con todos los merecimientos, la brillante tercera plaza de tan prestigioso torneo cuatrienal. Como dijo su mesurado y animoso seleccionador, un bronce que sabe a oro.
A toro pasado, me he ido informando de los objetivos que querían alcanzar y de la preparación seguida para lograrlos. También, del palmarés de cada una de las chicas y sus rasgos más destacados, como jugadoras. Todo esto, bien agitado, nos dio un combinado con altas dosis de eficacia, a pesar de sus limitaciones en el apartado más físico.
No pude evitar emocionarme y recordar aquellas viejas selecciones femeninas, que, únicamente con lo puesto, fueron abriendo, año a año y partido a partido, el camino que hoy, de una manera tan gloriosa, están transitando, desde 1993, estas nuevas selecciones. Aquellas, se convocaban y concentraban sólo una semana antes del encuentro previsto. Éstas, conviven y trabajan en común, un mes o mes y medio antes de la ronda de partidos. Aquellas, contaban con un seleccionador y una delegada. Las de hoy, además del seleccionador, que es asistido por uno o dos ayudantes, tienen fisioterapeutas, médico, delegado y jefes de expedición y de comunicación. Aquellas, eran jugadoras amateurs, en el más absoluto significado. Éstas, son profesionales desde sus más tiernas mayorías de edad. Aquellas, eran de Galicia y, a lo mejor, jugaban en algún equipo devMadrid o Barcelona. Éstas, juegan en Madrid, Barcelona, París, Moscú, Washington, Minneapolis… Aquellas, en siete años, jugaron ocho encuentros internacionales. Éstas, en cualquier torneo oficial y en una sola temporada, tienen ocho o diez encuentros de esa categoría, como mínimo… De aquellas, en el mejor de los casos, algunas eran campeonas o subcampeones de la liga española. De éstas, algunas tienen anillos de la WNBA o son campeonas del mundo por equipos, además de serlo en su país.
¡Qué alegría comprobar que, quizá con más de veinte años de retraso, quienes tienen en sus manos mejorar este desfase tan descomunal, estén haciendo todo lo que, en estricta justicia, se merece el deporte que más licencias de practicantes femeninas aporta a España!. Enhorabuena por ello, y felicidades a esta brillante pléyade de jugadoras que, con casta y convicción, han logrado la primera medalla de un Mundial, para su país.
Que sigan así y que yo pueda verlo.
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