domingo, 24 de octubre de 2010

El caso Paíno

Para completar las incidencias más llamativas de la primera vuelta de la temporada 76-77, no quiero pasar por alto lo que precedió a nuestro partido con el Celta de Vigo, líder invicto hasta ese momento y después de celebradas las primeras cinco jornadas. Pero, antes de continuar, es necesario situarnos en dos jornadas anteriores, en la cuarta. En la que enfrentó al Evax con el Celta, en Barcelona, y, contra todo pronóstico, ganaron las visitantes por un solo punto, 70 a 71. Para las catalanas y, en particular, para su delegada y “propietaria” (como se la consideraba en los mentideros deportivos), fue un mazazo muy difícil de encajar. Aspiraban a ser ganadoras de la Liga, pero no contaron con que las “celtiñas” se desenvolvieran tan bien y, encima, hubieran fichado a una jugadora, que fue la máxima encestadora del encuentro, y que con sus extraordinarias condiciones físicas y técnicas resultó decisiva para lograr aquella victoria inesperada. Esa jugadora se llamaba, y se llama, Marisol Paíno, nacida en Valladolid, en Agosto de 1955.
Los directivos del Evax, no contentos con aquel resultado, decidieron denunciar al conjunto gallego por alineación indebida, alegando que tenían serias dudas sobre la feminidad de Marisol, dado su poderío físico y su aspecto poco agraciado (¡). Como “las cosas de palacio, van despacio”, la Federación española de Baloncesto no se pronunció de inmediato y Paíno siguió formando parte legal de la plantilla del Celta. Dos semanas más tarde, pudimos ver, muy de cerca, a quien tanto revuelo estaba causando sin proponérselo.
El equipo gallego se desplazó desde su lugar de origen a nuestra isla, el día anterior al encuentro, es decir, el sábado 27, y tuvieron que hacerlo desde temprano, para enlazar con Madrid y, luego, trasladarse hasta nuestro Aeropuerto de Los Rodeos, único existente en Tenerife, en aquellos tiempos. No recuerdo si el mismo domingo, día del partido, o al día siguiente, nos enteramos de que el entrenador, Vicente Rodríguez, de camino hacia la salida del aeropuerto, pasó por la única tienda de periódicos y revistas que allí había y vio, con desagradable sorpresa que, de manera destacada, se exponía la revista Don Balón. La portada de aquella edición la ocupaba, en su totalidad, el rostro y el torso, cubierto por un balón de baloncesto, de Marisol Paíno. Sólo habían dos rótulos muy destacados: en la parte superior, el nombre de la publicación, y en la inferior, ¿HOMBRE O MUJER?. La reacción inmediata de Vicente fue comprar todos los ejemplares que estaban a la venta en ese lugar, para evitar, en lo posible, que la jugadora se enterara de aquel disparate, si llegaba a pasar por aquel sitio. Por todo lo ocurrido a raíz del partido en Barcelona, la jugadora estaba con su estado de ánimo muy bajo y eso preocupaba a todos los componentes del Celta. Como el grupo se trasladaba directamente al hotel, para retirarse a descansar, dada la hora en que llegaron a la isla, el entrenador debió conseguir su objetivo de preservarla, momentáneamente, del tremendo disgusto.
En cuanto conocí esta historia, compré la revista, para saber de primera mano, cómo se trató un tema tan delicado y, entonces y ahora, me sigue indignando el comportamiento de esta publicación, que nació, única y exclusivamente, para hablar de fútbol. Su fundador, propietario y director, en aquellas fechas, era el polémico periodista José Mª García, conocido por su afán de notoriedad, y del que nunca se supo que el baloncesto le interesara lo más mínimo. Una llamada a este “señor”, por parte de quien no digería la derrota, poniéndole en antecedentes sobre la denuncia realizada, fue suficiente para que hiciera una excepción y dedicara la portada y gran parte del interior de “su” revista, a especulaciones miserables y sin bases demostradas, que le reportarían pingues beneficios por la venta de aquel número con la exclusiva.
Después de esta historia sobre el lamentable descubrimiento de tan insidioso reportaje, en nuestra isla, quiero completar mi relato de hoy recordando que, como era de esperar, el Celta nos ganó de 20 puntos: 59-79, aunque nuestro verdugo no fue, precisamente, Marisol Paíno, que sólo hizo 5 puntos. Las que sí ejercieron como tales, fueron Ángeles Liboreiro, con 32, y Susana García, con 18, además del resto, que tampoco era manco. Fue nuestro sexto encuentro en la máxima categoría femenina y se celebró a las 12 h. del domingo, 28 de Noviembre de 1976. El Celta solicitó un arbitraje neutral y pagó el desplazamiento de colegiados castellanos, porque hizo caso a las desagradables declaraciones del entrenador del Mataró, José Mª Solá, en torno al encuentro que perdió con nosotras y que nunca supo aceptar. Como novedad, tuvimos el debut de nuestra junior más espigada, Mercy Marrero, que se estrenó en la máxima categoría nacional, sustituyendo a su hermana Conchy, que se lesionó en los últimos minutos. A la gran Paíno, la marcamos Merce González Matilla y yo, alternándonos a lo largo del partido. La recuerdo, sobre todo, por su fantástica e imparable suspensión y por su nobleza en el juego. Se sabía superior y, en ningún momento, abusó de su poderío para apabullarnos.
Sirvan estos recuerdos míos de hoy, como homenaje a esta excelente jugadora que, durante seis temporadas, fue una de las mejores de este país, formando parte de la Selección absoluta en más de una veintena de ocasiones y a la que tanto acosaron, presionaron y humillaron, a pesar de la defensa que siempre hicieron de ella, sus compañeras de equipo y de vestuario. Tristemente, el baloncesto femenino no estaba exento, en aquellos tiempos, de intereses torticeros a los que tenían sin cuidado la dignidad y los sentimientos de aquellas que podían ser diferentes al resto, pero tan buenas o mejores que ellas. Sé, por algunas informaciones posteriores, publicadas en la prensa de este país, que, harta de tanta persecución, desapareció del ámbito deportivo en 1982 y durante unos años. Después, volvió a él como entrenadora de equipos infantiles y juveniles y creo que en esa tarea continúa.
Las fotos del equipo del Celta y de una entrada a canasta, de Marisol, las he bajado de la Red. La otra es de mi pequeña colección y muestra un momento del partido celebrado en nuestra cancha, en el que Marichu tira al aro, pudiendo verse, a la gran Paíno, atenta a un posible rebote.
En esta ocasión, mi relato se ha alargado más de lo habitual y pido disculpas por ello. Pero, me ha podido el lado humano de esta experiencia tan cercana y he querido detallarla al máximo, para conocimiento de todos y, en especial, de los más jóvenes.

jueves, 14 de octubre de 2010

La primera vuelta

De vuelta a casa desde La Coruña, al día siguiente comenzamos la preparación del que iba a ser nuestro bautismo de fuego como equipo local. Nos tocaba el L´Oreal, de Madrid, que venía precedido por la fama de ser un conjunto potente y con jugadoras avezadas. Lo dirigía Alfredo Calleja, un viejo conocido de la afición tinerfeña, porque entrenó a aquel Náutico masculino que, durante muchas temporadas, jugó en la Primera División nacional.
Este encuentro se ganó con relativa facilidad, por 60 a 50 puntos. Además, nos sirvió para demostrar lo que éramos capaces de hacer, arropadas por una joven y entusiasta hinchada, que siempre nos apoyó, con fidelidad incondicional, durante toda la temporada
Doce eran los equipos que conformábamos la Liga y de los once partidos que jugamos en la primera vuelta, perdimos siete y ganamos cuatro. Tres de éstos, en nuestra cancha. Los tanteos más abultados, de los perdidos, fueron con dos de los aspirantes a hacerse con el título: de 21 con el Evax de Barcelona, y de 20, con el Celta de Vigo. Con el C.R.E.F.F. de Madrid, eterno campeón, sólo perdimos de 2, en su feudo, y en San Sebastián, el otro recién ascendido, nos venció por 3 puntos. De todos ellos, quiero centrarme en dos, porque estuvieron acompañados de circunstancias muy especiales.
El primero fue el que hicimos con el Mataró, en casa, y celebrado en la cuarta jornada. Este equipo era uno de los tres “gallitos” que aspiraban a ser Campeón de esa temporada y tenía muy buenas razones para pretenderlo. Contaba con un grupo de jugadoras de verdadera calidad, entre las que se encontraban dos antiguas compañeras mías, en la Selección nacional de 1971: Carmen Famadas y Olga Álvarez, bases muy expertas, veteranas e inteligentes. Con ellas, jóvenes valores como Ruth Epalza o Carmen Fraile. El entrenador era José Mª Solá, que llevaba unos años dirigiéndolas y, además, era el Seleccionador nacional femenino, desde 1975. Esta última circunstancia, fue motivo de muchas críticas de la época, porque se consideraba que tanto podía beneficiar como perjudicar a sus pupilas del Mataró, a la hora de tener que formar las selecciones pertinentes. Por fortuna, esta doble función sobre una única persona desapareció y el sentido común es el que sigue prevaleciendo, por el bien de todos.
En lo que se refiere a nosotras, a pesar de los animosos comentarios publicados en las crónicas previas al partido, estoy segura de que muy pocos daban un euro (un duro, entonces), porque fuéramos capaces de derrotarles. Antonia lo preparó de un modo muy elaborado y, al final de los entrenamientos, nos encargaba determinadas consignas a cada una, sobre todo, en aspectos defensivos. Recuerdo que a mí me sugirió que escribiera una palabra o una frase sencilla, relativa a esos encargos, y la pusiera en un sitio visible del salpicadero de mi coche, para que, a fuerza de verlo, interiorizara la idea. Desconozco, porque nunca les pregunté, si el resto de mis compañeras hizo lo mismo.
Llegó el momento de la verdad y según cuentan los especialistas, en las reliquias periodísticas que conservo, el partido, desde fuera, mostró dos partes bien diferentes. La primera, de esperado dominio del equipo catalán, que hacía valer su amplio rodaje en la categoría. También los números lo confirmaban. Hasta el minuto 8, las diferencias eran mínimas y alternadas, de 1 o 2 puntos, pero, a cinco minutos del descanso, nos ganaban de 13, terminando esta primera mitad con un 26-35. En el vestuario, la bronca de Antonia fue monumental, porque estaba convencida de que podíamos ganarles, a poco que reaccionáramos.
Y así fue, aunque los primeros minutos de la segunda parte continuaran bajo el dominio de Famadas y compañía. En una serie de aciertos a canasta y, al mismo tiempo, en el control de los rebotes defensivos, estuvo la clave de aquella reacción. Si a ello se unen los ¡32 balones perdidos! por el Mataró (la mayoría, en estos 20 minutos finales), y en la captura de sólo 5 rebotes ofensivos, se explica que los cinco últimos minutos fueran de un toma y daca de punto arriba o punto abajo. Pudo haber ganado cualquiera de los dos, pero nuestro deseo de hacerlo, peleando incansablemente, debió superar al del conjunto catalán. Al final, el resultado fue de 60 a 59 y ese único punto a favor, nos supo a gloria bendita. Habíamos vencido, contra todo pronóstico, y fuimos la sorpresa de la jornada, para toda la prensa especializada del país.
El otro acontecimiento de esta primera vuelta, lo dejo para la próxima entrada. Por ahora, cierro mi relato de hoy, complementándolo con imágenes alusivas a lo narrado. Las fotografías en la cancha del Náutico son, la primera, del salto inicial del Krystal-Medina de Lérida, y, la segunda, un salto entre dos, en el Krystal-Evax. El resto, son los titulares de algunas de las crónicas publicadas por los distintos medios de comunicación escrita, en esta primera ronda, y de un lance del épico partido contra el Mataró, en el que Bea Ravina inicia un bloqueo con Mariajo Paniagua.

martes, 5 de octubre de 2010

Se la merecían

Hace unos cuantos años descubrí, por casualidad, la retransmisión, en la tele, de un partido de baloncesto femenino de una competición internacional. Por aquello del veneno que una lleva y llevará en la sangre, hasta el último día de su vida, y por la curiosidad de descubrir de qué se trataba, le presté toda mi atención. La presencia de esta modalidad en un canal televisivo era un hecho insólito y, por eso, la ocasión exigía quedarse a verlo. Creo recordar que fue en la 2 y a horas bastante intempestivas. El comentarista de turno me hizo saber que era un partido de la Selección absoluta, que participaba en el Campeonato de Europa de aquella temporada. De los nombres que repetía con frecuencia, sólo me acuerdo de los de Betty Cebrián, Blanca Ares, Marina Ferragut y Bonny Geuer.
Bastante más tarde, volví a encontrarme otra retransmisión de la Selección de turno y de ella sólo retuve los de Elisa Aguilar, Rosy Sánchez, Amaya Valdemoro, Lucy Pascua, Nuria Martínez y Ana Montañana. Éstos y los anteriores, se me quedaron porque fueron jugadoras que me llamaron la atención por sus alturas y su magnífica técnica individual, demostrándola en todos sus movimientos, incluido el buen tiro de cada una. Me pareció gente con unas excelentes condiciones para el baloncesto y, a la hora del trabajo en equipo, defendían y atacaban con mucha fuerza, aunque un poco alocadas y con cierta individualidad, en determinados momentos del juego.
Más tarde supe que el primer encuentro que presencié por pura casualidad, era para clasificarse en una de las fases del Campeonato de Europa de aquel año, 1993. Y también supe que aquellas jóvenes que me sorprendieron, llegaron a conseguir la medalla de oro y, con ella, el título y la Copa de Campeonas de Europa. Fue la primera vez que el baloncesto de España, tanto femenino como masculino, lograba un triunfo de tan alto nivel.
Mi segundo encuentro casual con una selección posterior, también en la televisión, mostraba nuevas caras y, lógicamente, nuevos nombres. Volvieron a gustarme las buenas maneras en los fundamentos técnicos y me gustó, más aún, que la labor de equipo compenetrado y compacto se estaba consiguiendo de modo progresivo, igual en el ataque que en la defensa.
Con esta nueva generación de deportistas del cesto y el balón, la información creció un poquito, y como procuré estar al tanto, me enteré de que el núcleo principal de aquel grupo, ya llevaba cinco temporadas consecutivas, compitiendo en europeos y no bajándose del podio en ninguno de ellos. Fueron los de 2001, 2003, 2005, 2007 y 2009. El balance fue de cuatro bronces y una plata. Nuestras representantes eran fijas en los cajones del podio, junto con Rusia, y la terna se completaba con Francia, Bielorrusia o Chequia.
En 2006, como ya comenté en otra entrada, tuve la oportunidad de presenciar el Campeonato de Europa U18, que se celebró en el Pabellón Santiago Martín. Allí, vi lo bien que se desenvolvían dos jóvenes y altísimas jugadoras, Laura Nichols y Alba Torrens, integrantes de la Selección de este país. Selección que, al final, sería la Campeona del continente en su categoría. Desde el 23 de Septiembre y hasta antes de ayer, 3 de Octubre, seguí, a través del único canal de televisión que lo hizo, todos los partidos en los que intervino la Selección convocada para participar en el Campeonato del Mundo, celebrado en la República de Chequia. En ese grupo, fui recuperando los nombres y el juego, de muchas de las que ya había visto a través de la pantalla y en vivo. Una combinación muy equilibrada de veteranía y experiencia, con savia nueva y bien formada. Desde el primer día, me captaron. Jugaban constantemente en equipo y, cuando había que hacer valer el talento individual, así lo hacían.
A decir verdad, apenas contaba yo con información previa de este evento y eso habrá hecho que lo disfrutara de un modo más puro, menos mediatizado. Vi un equipo muy luchador, que no se arredraba porque tuviera enfrente a torres humanas que, además, lanzaban y acertaban a corta y larga distancia. La concentración y el juego disciplinado eran el marchamo de este conjunto. Cuando hizo falta romper el guión y dejar sitio a la chispa creativa, también supieron aplicarla. En definitiva, se ganaron, con todos los merecimientos, la brillante tercera plaza de tan prestigioso torneo cuatrienal. Como dijo su mesurado y animoso seleccionador, un bronce que sabe a oro.
A toro pasado, me he ido informando de los objetivos que querían alcanzar y de la preparación seguida para lograrlos. También, del palmarés de cada una de las chicas y sus rasgos más destacados, como jugadoras. Todo esto, bien agitado, nos dio un combinado con altas dosis de eficacia, a pesar de sus limitaciones en el apartado más físico.
No pude evitar emocionarme y recordar aquellas viejas selecciones femeninas, que, únicamente con lo puesto, fueron abriendo, año a año y partido a partido, el camino que hoy, de una manera tan gloriosa, están transitando, desde 1993, estas nuevas selecciones. Aquellas, se convocaban y concentraban sólo una semana antes del encuentro previsto. Éstas, conviven y trabajan en común, un mes o mes y medio antes de la ronda de partidos. Aquellas, contaban con un seleccionador y una delegada. Las de hoy, además del seleccionador, que es asistido por uno o dos ayudantes, tienen fisioterapeutas, médico, delegado y jefes de expedición y de comunicación. Aquellas, eran jugadoras amateurs, en el más absoluto significado. Éstas, son profesionales desde sus más tiernas mayorías de edad. Aquellas, eran de Galicia y, a lo mejor, jugaban en algún equipo devMadrid o Barcelona. Éstas, juegan en Madrid, Barcelona, París, Moscú, Washington, Minneapolis… Aquellas, en siete años, jugaron ocho encuentros internacionales. Éstas, en cualquier torneo oficial y en una sola temporada, tienen ocho o diez encuentros de esa categoría, como mínimo… De aquellas, en el mejor de los casos, algunas eran campeonas o subcampeones de la liga española. De éstas, algunas tienen anillos de la WNBA o son campeonas del mundo por equipos, además de serlo en su país.
¡Qué alegría comprobar que, quizá con más de veinte años de retraso, quienes tienen en sus manos mejorar este desfase tan descomunal, estén haciendo todo lo que, en estricta justicia, se merece el deporte que más licencias de practicantes femeninas aporta a España!. Enhorabuena por ello, y felicidades a esta brillante pléyade de jugadoras que, con casta y convicción, han logrado la primera medalla de un Mundial, para su país.
Que sigan así y que yo pueda verlo.