jueves, 20 de mayo de 2010

Frases y deportistas

En el post de este mismo blog, titulado Nuevas entrenadoras y publicado el 15 de Abril, el periodista especializado en baloncesto, D. Agustín Arias, tuvo la amabilidad de entrar en él para ofrecerme, en el espacio de los comentarios, unas frases que formaban parte de una amplia documentación que le había regalado Antonia Gimeno, entrenadora del glorioso Tenerife Krystal que ascendió a la Primera División Femenina en la temporada 75-76. Esa documentación la tituló: “C.B Asunción Fanta- Tenerife Krystal 1972-1982” y se la dedicó al periodista, en Julio de 1983. La misma información también aparece publicada por el Sr. Arias en su blog, Basketmanía, el mismo día 23.
Mientras las leía, me vino a la memoria un pequeño artículo que el experto en boxeo, D. Antonio Salgado, escribió en las vísperas de la elección de los Mejores Deportistas de nuestra provincia, en la temporada 71-72, y que fue publicado en el desaparecido diario La Tarde, el 23 de Noviembre de 1972. Enseguida, me puse a la tarea de rebuscar entre mis amarillentos recortes de periódico, y di con el citado articulito. En él se muestra, no una serie de frases, pero sí un listado de las que el Sr. Salgado consideraba que debían ser las cualidades de un buen deportista que pudiera ser elegido como el mejor de su tierra. Paso a detallárselas:

1.- Ser amateur, en el sentido más puro de la palabra.
2.- No es imprescindible ser campeón, pero sí figura.
3.- Destacar sobre los demás, preferiblemente en ámbitos nacionales e internacionales.
4.- Ser modesto, noble, pundonoroso; nunca altivo.
5.- De conducta y moral, intachables.
6.- Respetará siempre al rival, vencido o vencedor.
7.- Encajará, con entereza, los reveses.
8.- Su emblema: entrega total.
9.- Su binomio: moralidad y dedicación plenas.
10.- Su ilusión: ser querido y respetado por todos.
Leídas con la perspectiva que da la distancia de casi cuarenta años y, a la vez, regresando a aquellas épocas con ayuda de la máquina del tiempo, llego a la convicción de que lo que D. Antonio establecía como su personal decálogo del mejor deportista, sigue siendo muy válido actualmente, aunque con la salvedad del amateurismo que se exigía entonces y hoy en día, no. Amateurismo, por otra parte, que, en honor a la verdad, es el que debe ser inherente a la definición y condición de deportista puro.
Lo que pasa es que la competencia actual es tan grande, que quienes quieran hacerse con un palmarés que les permita estar en las mismas condiciones que el resto de los que aspiran a la misma distinción, tienen que “profesionalizar” su dedicación y vivir, en cuerpo y alma, para el deporte en el que se especializan. Hoy, es inconcebible la comparación entre un deportista amateur (que son una gran minoría), y uno profesional. Este último, hace de la práctica deportiva su medio laboral por un período de tiempo más o menos largo. Dependerá de las características del propio deporte que se ejercita y de si se perpetúa convirtiéndose en preparador físico, entrenador, asistente, director técnico, etc. Incluso, como cronista, comentarista o periodista deportivo en cualquier medio de comunicación de masas.
En mis tiempos, sólo unos pocos entrenadores y unos cuantos jugadores de fútbol y de baloncesto percibían una cantidad por fichar y una especie de sueldo del que era imposible vivir, por lo menos, en estas islas. Todos lo compaginaban con los estudios, con una profesión o con un oficio. Los que querían hacer de su deporte un medio de vida, tenían que emigrar a tierras lejanas y arriesgarse a que la aventura saliera bien. El dinero que recibían era por su ficha y no, precisamente, con cantidades astronómicas como las que ahora se acostumbran. Tampoco existía el estilo de patrocinio comercial que hoy conocemos y por el que los clubs y los jugadores reciben jugosas cifras. Mucho menos, derechos de imagen o exclusivas campañas publicitarias que cubren, de por vida, a quienes saben aprovecharlas y administrarlas prudentemente. Cuando el Náutico masculino logró el ascenso a la 1ª División, lo hizo con jugadores de la tierra y algún peninsular que ya vivía aquí y, con ellos, se mantuvo la categoría en las primeras temporadas. Si se era varón, estas eran las posibilidades para dejar el amateurismo.
En el apartado femenino, era impensable en estas tierras que una mujer viviera de la práctica de un deporte. Sólo podría decirse que lo hacían las que se dedicaban a la enseñanza de la Educación Física o de la Gimnasia, como se le llamaba entonces. Generalmente, eran monitoras formadas por la Sección Femenina para que desarrollaran esta función en colegios e institutos de la época.
Algunas jugadoras de nuestros campeones participantes en las fases finales, como el Mª Auxiliadora o el OM, recibieron ofertas de equipos madrileños o catalanes. Son los casos de Ángeles García, Conchy Ramírez o Charo Borges. Incluso, a esta última, un equipo profesional femenino que patrocinaba la marca de coches SEAT y que se estaba organizando entonces, le hizo una oferta para trasladarse a la Península y jugar con ellos. La jugadora la denegó, sobre todo, porque fue advertida de lo poco fiable que era aquel proyecto. El resto de los clubs interesados, como el C.R.E.F.F, Picadero o Mataró no tenían recursos para mantener jugadoras procedentes de otras latitudes y sólo ofrecían, si se era estudiante, facilitar el acceso a la Facultad de cada una y conseguir alojamiento en Colegios Mayores. Ninguna de estas compañeras quiso dejar su equipo, no sólo porque las condiciones no eran suficientes, sino porque ya estaban muy arraigadas en su tierra y les costaba alejarse de sus familias y amigos.
Hoy en día, la movilidad de jugadoras nacionales y extranjeras, en cualquier modalidad, es moneda corriente. La mentalidad de la mujer deportista ha cambiado mucho y los equipos se refuerzan con fichajes que incluyen la estancia y manutención de las que se pretenden y los clubs, generalmente, pueden afrontar el coste económico que ello supone.
Es evidente que el concepto de deportista ha cambiado radicalmente, porque los tiempos y la sociedad que conformamos todos, también han cambiado del mismo modo. Hoy tenemos exceso de mercantilismo. Todo se compra y todo se vende. Nada se hace a cambio de nada. El mundo del deporte no iba a ser una excepción y lo han convertido, además, en un gran negocio. Negocio, por cierto, que mueve masas e intereses y también genera puestos de trabajo.
Todos estos hechos y las reflexiones consiguientes, me devuelven al origen de esta entrada: las diez cualidades que debe poseer el Mejor Deportista. Si analizamos bien todo el decálogo y lo convertimos en un “heptálogo”, ignorando las tres primeras condiciones, se llega a la conclusión de que todas y cada una de las siete virtudes restantes son las que, como ser humano, debe demostrar, en todo momento, cualquier deportista amateur o profesional. Ese listado vertical, en una redacción horizontal, quedaría de este modo:
Un buen deportista debe ser modesto, noble, pundonoroso; nunca altivo. De conducta y moral, intachables. Respetará siempre al rival, vencido o vencedor. Encajará, con entereza, los reveses. Su emblema, entrega total. Su binomio, moralidad y dedicación plenas y su ilusión, ser querido y respetado por todos.Lo vuelvo a leer y no puedo evitar asociarlo a muchas de mis compañeras. Sobre todo, a aquellas con las que más tiempo conviví y de las que mucho he aprendido. Supongo que esas serían las razones que avalaron que, allá donde fuéramos, se nos concediera el Trofeo a la Deportividad y la Corrección. Entonces y ahora, todas ellas demostraron y siguen demostrando esas virtudes. Dentro y fuera de las canchas.
Las fotografías que ilustran esta entrada corresponden a dos formaciones del OM. Una, realizada en la desaparecida cancha de la Ciudad Juvenil de la O.J.E., antes de uno de los partidos de la temporada 70-71 y la otra, en el descanso de un entrenamiento celebrado en las instalaciones del Real Club Náutico, en la 71-72.

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