Durante el verano del 68 y después de una temporada en blanco, las gestiones emprendidas por nuestro entrenador, nos llevaron a buen puerto. Ese puerto fue una empresa canaria dedicada al mundo de los productos industriales: D.I.S.A. (Distribuidora Industrial Sociedad Anónima).
Como ya comenté en el post “El regreso”, Jerónimo era amigo y compañero de Juan José Rodríguez Pinto, el entrenador de las Dominicas que intermedió para que yo jugara en el Mª Auxiliadora. Pinto trabajaba en aquella empresa y, en esta ocasión, los papeles se invirtieron y fue Jeromo quien propuso a su colega, la posibilidad de que la D.I.S.A., fuera nuestro patrocinador o sponsor, como se dice ahora, y, él, quien nos entrenara.
La idea cuajó y pasamos a llevar, en la parte anterior de nuestras camisetas, el acrónimo DISA, arriba y, abajo, Disbón, el nombre de un jabón fabricado por ellos y que querían promocionar (en la foto adjunta se aprecian perfectamente estos vocablos). El color de la citada camiseta era verde muy pálido y la falda, blanca, con tablas muy anchas y más corta que la que teníamos con el Mª Auxiliadora. El resto de la vestimenta deportiva siguió corriendo de nuestra cuenta.
Cambiamos de entrenador y también se retiraron unas cuantas compañeras: Clary Pérez, Asunción Guerra, Juany Fumero, Fefa Villalobos y Elena Menéndez, ésta última porque se casaba y se iba a vivir a la Península. Continuaron jugando: Ángeles García, Conchy Ramírez, Mary Pily Hernández, Angelita Domínguez y Charo Borges. Para suplir a las que se fueron, Pinto fichó a Mª Reyes Hernández y a Pilar Juan, que, al igual que Mary Pily, hermana de la primera, y Charo, procedían de la cantera dominica. Los últimos fichajes de esta temporada fueron Mary Carmen Núñez y Margarita Navarro, que jugaba en Las Palmas y vino a estudiar a la Universidad de La Laguna. Como Delegada del equipo, se incorporó Edita Núñez, que sustituyó en el cargo a D. Antonio Nóbrega.
El régimen de entrenamientos se mantuvo igual que con Jerónimo y en el mismo lugar. Como es lógico, hubo variaciones en el estilo del nuevo entrenador, porque “cada maestrillo tiene su librillo”, pero supimos adaptarnos a él, sin mayores problemas. Pinto nos exigía muchísimo, sobre todo en los partidos y, si no se cumplía al pie de la letra lo que encargaba, solía enfadarse demasiado. Sé, de buena tinta, que hubo alguna compañera que llegó a temer sus encendidas broncas. Sin embargo, cuando el enfado se le pasaba, era muy cariñoso con todas y, de la misma manera que Jeromo, siempre procuró la máxima armonía y el mejor ambiente en la convivencia diaria.
Como en las temporadas precedentes, en ésta también nos proclamamos campeonas invictas de Canarias, aunque en la Liga Provincial fuimos subcampeonas, detrás del Hércules de Icod. En la Fase de Sector regional participaron el citado Hércules y nosotras, por esta provincia, y la U.D. Las Palmas y el Guanarteme, primer y segundo clasificados en la otra mitad del Archipiélago. El torneo fue a doble vuelta y ganamos los seis encuentros, sin dificultades. Así pues, volvimos a representar a las islas en un nuevo campeonato nacional y, otra vez, volamos hacia la Península.
Se celebró, por enésima ocasión, en Madrid, entre el 23 y el 27 de Abril de 1968. Tuvo lugar en las instalaciones del Canoe y allí nos encontramos con el C.R.E.F.F. de Madrid; el Mataró, de Barcelona y el Medina y el Tabaquero, ambos de La Coruña. Todos éramos conscientes de que poco podríamos hacer, frente a la mayor veteranía que acreditaban los rivales y, sobre todo, porque sus ligas eran mucho más competidas, más igualadas que la nuestra. Al final, todo transcurrió como preveíamos: se perdieron todos los encuentros, aunque los comentarios de entonces, en periódicos nacionales como AS o MARCA, hablaban de que nunca renunciamos a luchar y que fuimos mejorando nuestro juego, a medida que avanzaba la competición, llamando especial atención nuestra deportividad.
La gran alegría de aquel torneo nos la dio Ángeles García al proclamarse máxima encestadora de la Fase, con un total de 78 puntos, es decir, una media de ¡26 por partido!. Sin duda, un brillante promedio que, para sí, quisieran muchos jugadores actuales.
Como ya comenté en el post “El regreso”, Jerónimo era amigo y compañero de Juan José Rodríguez Pinto, el entrenador de las Dominicas que intermedió para que yo jugara en el Mª Auxiliadora. Pinto trabajaba en aquella empresa y, en esta ocasión, los papeles se invirtieron y fue Jeromo quien propuso a su colega, la posibilidad de que la D.I.S.A., fuera nuestro patrocinador o sponsor, como se dice ahora, y, él, quien nos entrenara.
La idea cuajó y pasamos a llevar, en la parte anterior de nuestras camisetas, el acrónimo DISA, arriba y, abajo, Disbón, el nombre de un jabón fabricado por ellos y que querían promocionar (en la foto adjunta se aprecian perfectamente estos vocablos). El color de la citada camiseta era verde muy pálido y la falda, blanca, con tablas muy anchas y más corta que la que teníamos con el Mª Auxiliadora. El resto de la vestimenta deportiva siguió corriendo de nuestra cuenta.
Cambiamos de entrenador y también se retiraron unas cuantas compañeras: Clary Pérez, Asunción Guerra, Juany Fumero, Fefa Villalobos y Elena Menéndez, ésta última porque se casaba y se iba a vivir a la Península. Continuaron jugando: Ángeles García, Conchy Ramírez, Mary Pily Hernández, Angelita Domínguez y Charo Borges. Para suplir a las que se fueron, Pinto fichó a Mª Reyes Hernández y a Pilar Juan, que, al igual que Mary Pily, hermana de la primera, y Charo, procedían de la cantera dominica. Los últimos fichajes de esta temporada fueron Mary Carmen Núñez y Margarita Navarro, que jugaba en Las Palmas y vino a estudiar a la Universidad de La Laguna. Como Delegada del equipo, se incorporó Edita Núñez, que sustituyó en el cargo a D. Antonio Nóbrega.
El régimen de entrenamientos se mantuvo igual que con Jerónimo y en el mismo lugar. Como es lógico, hubo variaciones en el estilo del nuevo entrenador, porque “cada maestrillo tiene su librillo”, pero supimos adaptarnos a él, sin mayores problemas. Pinto nos exigía muchísimo, sobre todo en los partidos y, si no se cumplía al pie de la letra lo que encargaba, solía enfadarse demasiado. Sé, de buena tinta, que hubo alguna compañera que llegó a temer sus encendidas broncas. Sin embargo, cuando el enfado se le pasaba, era muy cariñoso con todas y, de la misma manera que Jeromo, siempre procuró la máxima armonía y el mejor ambiente en la convivencia diaria.
Como en las temporadas precedentes, en ésta también nos proclamamos campeonas invictas de Canarias, aunque en la Liga Provincial fuimos subcampeonas, detrás del Hércules de Icod. En la Fase de Sector regional participaron el citado Hércules y nosotras, por esta provincia, y la U.D. Las Palmas y el Guanarteme, primer y segundo clasificados en la otra mitad del Archipiélago. El torneo fue a doble vuelta y ganamos los seis encuentros, sin dificultades. Así pues, volvimos a representar a las islas en un nuevo campeonato nacional y, otra vez, volamos hacia la Península.
Se celebró, por enésima ocasión, en Madrid, entre el 23 y el 27 de Abril de 1968. Tuvo lugar en las instalaciones del Canoe y allí nos encontramos con el C.R.E.F.F. de Madrid; el Mataró, de Barcelona y el Medina y el Tabaquero, ambos de La Coruña. Todos éramos conscientes de que poco podríamos hacer, frente a la mayor veteranía que acreditaban los rivales y, sobre todo, porque sus ligas eran mucho más competidas, más igualadas que la nuestra. Al final, todo transcurrió como preveíamos: se perdieron todos los encuentros, aunque los comentarios de entonces, en periódicos nacionales como AS o MARCA, hablaban de que nunca renunciamos a luchar y que fuimos mejorando nuestro juego, a medida que avanzaba la competición, llamando especial atención nuestra deportividad.
La gran alegría de aquel torneo nos la dio Ángeles García al proclamarse máxima encestadora de la Fase, con un total de 78 puntos, es decir, una media de ¡26 por partido!. Sin duda, un brillante promedio que, para sí, quisieran muchos jugadores actuales.
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