Con el flamante título de Bachiller Superior en mi poder, comencé el Preuniversitario y quise continuar jugando en algún equipo del Colegio, pero, por edad, no pude hacerlo. El límite para la liga escolar eran los 16 años y yo acababa de cumplir los 17. Lo que sí pude hacer en los inicios del curso, fue entrenar con las compañeras que aún continuaban en el Centro. Sólo estuve durante el primer trimestre, porque, hacia Diciembre, se abrió la puerta de la natación y la oportunidad de profundizar y mejorar en otro de los deportes que siempre me ha apasionado.
Para inaugurar la puesta en marcha de la primera piscina municipal de esta ciudad, se celebró el Campeonato Nacional de Natación de la temporada que correspondía. Fue un acontecimiento deportivo muy poco habitual en aquella época, los aficionados no quisimos perdérnoslo y yo tuve la oportunidad de verlo acompañada por mi padre. Allí coincidimos con uno de sus buenos amigos, D. Peder Larsen (q.e.p.d.), cónsul de Dinamarca para nuestra provincia y Presidente de la Sección de Natación del Real Club Náutico. Cuando supo de mi afición, me invitó a formar parte del equipo de esta institución y, sin pensármelo mucho, acepté encantada.
Desde el primer momento, manifesté que mi deseo no era competir. Para eso, ya llegaba bastante tarde, si tenemos en cuenta que, en este deporte, lo ideal es comenzar seriamente desde los diez o doce años. Sólo aspiraba a perfeccionar los estilos propios de la natación. Ya sabía nadar desde muy pequeña, pero me faltaban conocimientos para hacerlo mejor. Estuve casi dos temporadas y disfruté del privilegio de ser enseñada por un gran señor, D. Acidalio Lorenzo (q.e.p.d.), bellísima persona y excelente entrenador. Más tarde, supe que fue, además, Seleccionador Nacional. Le recuerdo como una persona muy afable y cordial, de muy buen trato con todo el mundo y muy sencillo. Todos le llamábamos Jefe y él parecía encantado con que lo hiciéramos. Hoy, aquella primera piscina municipal lleva su nombre desde hace más de treinta años.
Acabado el PREU y sin tener decidido qué estudiar, animada por mi madre y porque tenía ciertas habilidades artísticas, me apunté a mejorarlas. Aconsejada por los “profes” que tuve, preparé el Ingreso en la carrera y, cuando vine a darme cuenta, estaba compaginando mis estudios superiores con la práctica del baloncesto.
El refrán dice que "Al cabo de los años miles, vuelven las aguas a sus carriles". Algo así me ocurrió a mí, aunque no tardé tanto. Sólo dos cursos académicos.
Para inaugurar la puesta en marcha de la primera piscina municipal de esta ciudad, se celebró el Campeonato Nacional de Natación de la temporada que correspondía. Fue un acontecimiento deportivo muy poco habitual en aquella época, los aficionados no quisimos perdérnoslo y yo tuve la oportunidad de verlo acompañada por mi padre. Allí coincidimos con uno de sus buenos amigos, D. Peder Larsen (q.e.p.d.), cónsul de Dinamarca para nuestra provincia y Presidente de la Sección de Natación del Real Club Náutico. Cuando supo de mi afición, me invitó a formar parte del equipo de esta institución y, sin pensármelo mucho, acepté encantada.
Desde el primer momento, manifesté que mi deseo no era competir. Para eso, ya llegaba bastante tarde, si tenemos en cuenta que, en este deporte, lo ideal es comenzar seriamente desde los diez o doce años. Sólo aspiraba a perfeccionar los estilos propios de la natación. Ya sabía nadar desde muy pequeña, pero me faltaban conocimientos para hacerlo mejor. Estuve casi dos temporadas y disfruté del privilegio de ser enseñada por un gran señor, D. Acidalio Lorenzo (q.e.p.d.), bellísima persona y excelente entrenador. Más tarde, supe que fue, además, Seleccionador Nacional. Le recuerdo como una persona muy afable y cordial, de muy buen trato con todo el mundo y muy sencillo. Todos le llamábamos Jefe y él parecía encantado con que lo hiciéramos. Hoy, aquella primera piscina municipal lleva su nombre desde hace más de treinta años.
Acabado el PREU y sin tener decidido qué estudiar, animada por mi madre y porque tenía ciertas habilidades artísticas, me apunté a mejorarlas. Aconsejada por los “profes” que tuve, preparé el Ingreso en la carrera y, cuando vine a darme cuenta, estaba compaginando mis estudios superiores con la práctica del baloncesto.
El refrán dice que "Al cabo de los años miles, vuelven las aguas a sus carriles". Algo así me ocurrió a mí, aunque no tardé tanto. Sólo dos cursos académicos.