Ya dije que la pretemporada de estreno en la máxima categoría femenina, en contra de lo que suele ser habitual, la hicimos durante el mes de Julio. Fue dura, pero muy gratificante porque se comprobó que éramos capaces de cumplir con lo que esta Primera división exigía: trabajo y esfuerzo; más trabajo y más esfuerzo.
En ese tiempo hubo, además, un entrenamiento especial y más intenso para tres compañeras, llamadas por el seleccionador nacional, José Mª Solá, para una concentración a celebrar en aquel verano. Esta dosis extra de trabajo les tocó a Marichu, Mele y Catere. Las tres estaban aún en edad junior, pero eran candidatas a entrar en la Selección absoluta, que tenía que formarse en esos meses.
Descansamos en Agosto, volvimos en Septiembre y, en Octubre, antes del comienzo de la competición, jugamos un partido amistoso con el Marítimo Atlántico, del Grupo Canarias, de la 2ª División nacional. Fue un encuentro preliminar al Náutico-Castellar de la División de Honor masculina, y lo ganamos, sin grandes dificultades, por 47-31.
Días más tarde, llegó el momento de la verdad. El 24 de Octubre de 1976 fue la fecha del primer partido celebrado por el primer equipo canario femenino, que se ganó, muy a pulso, el derecho a participar en la Primera División nacional. En el plano deportivo, podría decirse que es una fecha histórica porque fue el pistoletazo de salida que permitió dar a conocer, por todo el territorio español y durante toda una larga temporada (al menos), cómo se jugaba, a esto del básquet, por estas latitudes tan alejadas de la piel de toro. En estricta justicia, ya el Mª Auxiliadora y sus posteriores variantes en el nombre, habían mostrado y demostrado con creces y durante muchos años, la calidad del juego practicado en las islas, pero su ámbito se redujo, siempre, a las concentraciones de final de temporada, para celebrar las Fases encaminadas al ascenso o para jugar las copas del Generalísimo.
El debut fue lejos de nuestra tierra, en uno de los puntos más distantes posibles: en la ciudad de La Coruña y para enfrentarnos al conjunto del Tabacalera. Viajamos con la ilusión propia de quienes lo hacen para descubrir un mundo nuevo, pero expectantes y preocupadas por la responsabilidad que estábamos contrayendo: representar al Archipiélago en la competición de más alto nivel. Salimos el sábado 23, muy temprano, desde Los Rodeos, vía Madrid y, una vez allí, embarcamos en otro avión con destino Santiago de Compostela y, luego, una guagua nos trasladó hasta Coruña capital, a unos 70 km. del aeropuerto gallego. Nos alojamos en el Hotel Riazor, a escasos metros de la playa del mismo nombre y muy cerca, también, del entonces flamante y recién estrenado Estadio de Riazor, en cuyo pabellón cubierto tendríamos el partido con las coruñesas. Esa misma tarde y sin apenas descanso, tuvimos un entrenamiento suave, sobre todo, para familiarizarnos con la instalación en la que jugaríamos a media mañana del día siguiente.
Éramos uno de los dos equipos recién ascendidos y, como suele ocurrir a los noveles, cuando se enfrentan a conjuntos experimentados, pagamos el precio de serlo, perdiendo por 46 a 32. El equipo coruñés, aunque estaba en un momento de inclusión de savia muy joven y nueva, aún contaba con unas cuantas eficaces e ilustres veteranas. Entre ellas, las hermanas Gómez de Frutos, Maribel y Merche, internacionales en muchas ocasiones, y viejas conocidas de quien redacta esta crónica, cuando jugaba en el OM. Ambas, vinieron a Santa Cruz, en la temporada 71-72. Fue con motivo de la celebración de la I Copa del Generalísimo y ya jugaban en este mismo conjunto, aunque entonces se llamaba Tabaquero. Aunque, como equipo, no se lucieron en su juego, sí hicieron lo suficiente para imponerse a nuestra lentitud, imprecisión y nerviosismo, lo que llevó a que vencieran sin grandes dificultades. Una vez finalizado el encuentro, partimos, desde aquel enorme y frío Palacio de los Deportes, de regreso a nuestras casas.
Desanduvimos todo el recorrido que habíamos iniciado a tempranas horas del día anterior, el sábado, y con este primer desplazamiento, ya tomamos conciencia de la cantidad de horas que habríamos de emplear para llegar a cada una de las sedes de los distintos equipos de la categoría. A pesar de ello y de la primera derrota, nuestro entusiasmo y nuestra ilusión por ir mejorando, no decayeron.
Como imágenes ilustrativas de este debut agridulce, vaya una foto del grupo, a la entrada del hotel, y en la que también está el padre de Marichu, D. Antonio Hernández Laverny (q.e.p.d.). Nos acompañó en su calidad de vocal de la Junta Directiva del C.B. Krystal. También aparece una panorámica de la playa de Riazor, en la que puede apreciarse la enorme cubierta del Palacio de Deportes de La Coruña, aledaño al recién inaugurado Estadio de Riazor, formando parte de sus modernas instalaciones, y en el que jugamos nuestro primer encuentro “primerdivisionario”.
En ese tiempo hubo, además, un entrenamiento especial y más intenso para tres compañeras, llamadas por el seleccionador nacional, José Mª Solá, para una concentración a celebrar en aquel verano. Esta dosis extra de trabajo les tocó a Marichu, Mele y Catere. Las tres estaban aún en edad junior, pero eran candidatas a entrar en la Selección absoluta, que tenía que formarse en esos meses.
Descansamos en Agosto, volvimos en Septiembre y, en Octubre, antes del comienzo de la competición, jugamos un partido amistoso con el Marítimo Atlántico, del Grupo Canarias, de la 2ª División nacional. Fue un encuentro preliminar al Náutico-Castellar de la División de Honor masculina, y lo ganamos, sin grandes dificultades, por 47-31.
Días más tarde, llegó el momento de la verdad. El 24 de Octubre de 1976 fue la fecha del primer partido celebrado por el primer equipo canario femenino, que se ganó, muy a pulso, el derecho a participar en la Primera División nacional. En el plano deportivo, podría decirse que es una fecha histórica porque fue el pistoletazo de salida que permitió dar a conocer, por todo el territorio español y durante toda una larga temporada (al menos), cómo se jugaba, a esto del básquet, por estas latitudes tan alejadas de la piel de toro. En estricta justicia, ya el Mª Auxiliadora y sus posteriores variantes en el nombre, habían mostrado y demostrado con creces y durante muchos años, la calidad del juego practicado en las islas, pero su ámbito se redujo, siempre, a las concentraciones de final de temporada, para celebrar las Fases encaminadas al ascenso o para jugar las copas del Generalísimo.
El debut fue lejos de nuestra tierra, en uno de los puntos más distantes posibles: en la ciudad de La Coruña y para enfrentarnos al conjunto del Tabacalera. Viajamos con la ilusión propia de quienes lo hacen para descubrir un mundo nuevo, pero expectantes y preocupadas por la responsabilidad que estábamos contrayendo: representar al Archipiélago en la competición de más alto nivel. Salimos el sábado 23, muy temprano, desde Los Rodeos, vía Madrid y, una vez allí, embarcamos en otro avión con destino Santiago de Compostela y, luego, una guagua nos trasladó hasta Coruña capital, a unos 70 km. del aeropuerto gallego. Nos alojamos en el Hotel Riazor, a escasos metros de la playa del mismo nombre y muy cerca, también, del entonces flamante y recién estrenado Estadio de Riazor, en cuyo pabellón cubierto tendríamos el partido con las coruñesas. Esa misma tarde y sin apenas descanso, tuvimos un entrenamiento suave, sobre todo, para familiarizarnos con la instalación en la que jugaríamos a media mañana del día siguiente.
Éramos uno de los dos equipos recién ascendidos y, como suele ocurrir a los noveles, cuando se enfrentan a conjuntos experimentados, pagamos el precio de serlo, perdiendo por 46 a 32. El equipo coruñés, aunque estaba en un momento de inclusión de savia muy joven y nueva, aún contaba con unas cuantas eficaces e ilustres veteranas. Entre ellas, las hermanas Gómez de Frutos, Maribel y Merche, internacionales en muchas ocasiones, y viejas conocidas de quien redacta esta crónica, cuando jugaba en el OM. Ambas, vinieron a Santa Cruz, en la temporada 71-72. Fue con motivo de la celebración de la I Copa del Generalísimo y ya jugaban en este mismo conjunto, aunque entonces se llamaba Tabaquero. Aunque, como equipo, no se lucieron en su juego, sí hicieron lo suficiente para imponerse a nuestra lentitud, imprecisión y nerviosismo, lo que llevó a que vencieran sin grandes dificultades. Una vez finalizado el encuentro, partimos, desde aquel enorme y frío Palacio de los Deportes, de regreso a nuestras casas.
Desanduvimos todo el recorrido que habíamos iniciado a tempranas horas del día anterior, el sábado, y con este primer desplazamiento, ya tomamos conciencia de la cantidad de horas que habríamos de emplear para llegar a cada una de las sedes de los distintos equipos de la categoría. A pesar de ello y de la primera derrota, nuestro entusiasmo y nuestra ilusión por ir mejorando, no decayeron.
Como imágenes ilustrativas de este debut agridulce, vaya una foto del grupo, a la entrada del hotel, y en la que también está el padre de Marichu, D. Antonio Hernández Laverny (q.e.p.d.). Nos acompañó en su calidad de vocal de la Junta Directiva del C.B. Krystal. También aparece una panorámica de la playa de Riazor, en la que puede apreciarse la enorme cubierta del Palacio de Deportes de La Coruña, aledaño al recién inaugurado Estadio de Riazor, formando parte de sus modernas instalaciones, y en el que jugamos nuestro primer encuentro “primerdivisionario”.