Con la ilusión propia de quien comienza un nuevo camino y con la preocupación lógica de pensar que, a lo mejor, se podía perder en ese camino iniciado, transcurrieron mis primeras semanas de entrenamiento con las estrellas del baloncesto femenino de aquellos momentos.
Lo hacíamos de lunes a viernes y la hora en la que Jeromo nos convocaba para comenzarlos era las ocho de la noche. Yo recibía clases en la antigua Escuela de Artes y Oficios, en la Plaza de Ireneo González, desde las tres hasta las ocho, por lo que, a toda carrera, iba, con mi petate a cuestas, por toda la calle de Méndez Núñez hasta la cancha del Ideal Cinema, en el tramo más alto de la calle de S. Francisco Javier. No es difícil suponer que llegaba con el calentamiento más que hecho, pero, allí estaba yo, como todas las demás, equipada y haciendo la tabla de ejercicios para calentar. Disciplinada, obediente y con la lengua fuera. Los 19 años dieron para eso, para mucho más y sin que apenas lo notara. Si llegaba unos minutos tarde, el entrenador nunca me decía nada, porque valoraba mucho el que estuviéramos estudiando. Además, yo era la única que tenía sus clases por la tarde y eso le hacía más comprensivo.
Recuerdo que los entrenamientos no eran muy largos, pero sí muy intensos, como siempre me han gustado. Acababan en torno a las diez y una de las compañeras, Angelita Domínguez, que ya trabajaba y tenía coche propio, se ofrecía para llevarnos a casa a las que vivíamos más lejos. Hoy, jubilosa jubilada como yo, seguimos viéndonos, con mucha frecuencia, en Las Teresitas. Ella va a caminar y yo, a nadar. El peso del paso del tiempo y las viejas lesiones, ya no nos permiten mucho más ejercicio, porque, quizá, fue demasiado el que hicimos durante tantos años. Especialmente yo, que me mantuve en activo más de 20 años. Nunca agradeceré suficientemente a Angelita, aquel generoso gesto de llevarme en su coche, porque así dispuse de más tiempo para resolver los trabajos que me encargaban en clase. Y, hablando de trabajos, en mi próximo post les contaré algo de la tercera actividad que, por independencia y necesidad, también ejercí en aquellos benditos tiempos.
Como documentos gráficos que aporto hoy, está una fotografía que se publicó en los periódicos de Gran Canaria, cuando se jugó en Las Palmas uno de los dos partidos que decidían el Campeón del Archipiélago, de esa temporada. En ella aparecen Fefa Villalobos, Asunción Guerra, Conchita Ramírez, Mary Pily Hernández, Elena Menéndez, Ángeles García, Juany Fumero y Charo Borges. La otra, formó parte de la serie que la fábrica de Cigarrillos 46, (hoy desaparecida), incorporó en sus cajetillas de tabaco. Esta empresa canaria quiso dedicar los envoltorios de su producción de humos de aquella época, al reconocimiento de los deportistas y conjuntos deportivos más destacados de entonces. Curiosa contradicción. En el caso de nuestro equipo, el posado para las fotos lo hicimos al pie de una de las canastas del Ideal Cinema, teniendo como fondo la pantalla de cine en la que se proyectaban las películas, al aire libre y en las noches del verano. Como detalle más cutre de la imagen, se puede ver un pequeño, desvencijado y despintado marcador que se usaba para los tanteos de los partidos que allí se celebraban.
No hay comentarios:
Publicar un comentario