miércoles, 28 de julio de 2010

Me pudo el pudor

Hola, de nuevo. Después de mucho pensarlo, he vuelto otra vez. No es cuestión de nostalgia o de escritura compulsiva que ya no pueda parar, no. Es cuestión de cumplir con lo que, allá por Agosto del año pasado, dejé por escrito en este espacio bloguero. En uno de mis primeros posts, me comprometía a rescatar de mi memoria lo ocurrido en casi veinte años de intensa vida deportiva. Entonces, no reparé en que llegaría un momento en que, para quienes siguieron con cierta regularidad las ligas femeninas de aquellos tiempos y hoy han tenido la amabilidad de interesarse por algunos de mis relatos, iba a ser fácil descubrir quién está detrás de esta poco frecuente palabra Septena.
Con la temporada 75-76, formando parte del Medina Santa Teresa, han sido catorce las revividas, lo cual lleva a pensar que no debí retirarme cuando tuve intención de hacerlo. O hice mal las cuentas o seguí jugando, no queda otra. Puestos a escribir con absoluta propiedad, sí que, en esa temporada, me retiré de la categoría y la competición en la que tanto tiempo había participado. Con lo que no conté nunca es con que pudiera interesar a ningún otro equipo.
Para cumplir con ese objetivo de continuar la narración sin abandonar el anonimato, pensaba recurrir a alguna “mentirijilla” piadosa que, bien mirada, no tenía sentido y sería poco creíble. Y aquí llegó mi dilema: mostrar o no, a los cuatro vientos, quién se esconde bajo el nombre de Septena. Después de darle muchas vueltas a esta disyuntiva, me he encomendado a todas las diosas y dioses posibles y he llegado a la difícil conclusión, para mí, de descubrirme. Hacer un streep-tease de mi personalidad, vaya.
Me va a costar bastante continuar en esto de los recuerdos deportivos, una vez revele, para unos, y confirme las posibles sospechas, para otros, quién soy. Creo que debe notarse, después de tantas vueltas y re-vueltas para hacerlo, que sigo estando muy reacia a ver mi nombre escrito por mí misma, dentro de estas ya numerosas líneas. Antes de continuar, pido a aquellos que dijeron suponer o intuir quién era el autor o autora de estas historias, no queriendo yo ratificárselo, que me perdonen por no admitir su acierto en ese momento. Me pudo, (y me sigue pudiendo), el pudor. Pero, ya no queda otro remedio que reconocerlo. Sí, estimado Agustín Arias y sí, estimada Jane, soy la que pensabais que era. Soy Charo Borges, la número 7, la séptima o la septena de mis queridos equipos, durante esas diez temporadas de jugadora federada (¡uff, ya lo he soltado).
Vuelvo a pedir disculpas, - en particular a ustedes dos -, porque han sido los que han dado forma escrita a esa suposición. Pero, también les ruego, a ustedes y a los demás, que entiendan que, en algunas situaciones puntuales de esas historias, si quería transcribir los datos objetivos sobre lo que ocurría en torno a mis equipos, me daba mucha vergüenza contar, en primera persona, los avatares que me tocó vivir en hechos concretos en los que tuve algún protagonismo.
Desde el primer instante en que decidí abrir este blog para dejar constancia de la vida y obras de un grupo de enamorados del baloncesto (entre los cuales me encontraba), tuve muy claro que sería bajo un pseudónimo. Ese recurso me iba a solucionar la papeleta de hablar, de manera distanciada y a modo de narradora aséptica y objetiva, de aquellas peripecias en las que estuve más involucrada. Sólo así, me he atrevido a hacerlo. Quienes me conocen bien, saben lo mucho que me incomoda referirme a mí y a mis cosas.
Como pueden imaginar, de esta autoría están al tanto algunas de mis compañeras de entonces, porque he recurrido a ellas para precisar determinados detalles y contrastar unos cuantos recuerdos compartidos, en nombre de la mayor rigurosidad y precisión a la hora de revivirlos. A todas les rogué que mantuvieran mi deseo de anonimato y, desde aquí, quiero agradecerles que lo hayan hecho. Sin embargo, no todas saben que llevo casi un año hablando de nosotros y espero que en algún próximo encuentro, de esos que hacemos de vez en cuando, pueda contárselo e invitarlas a entrar en este espacio común que pretende ser un homenaje y un reconocimiento a lo mucho que ellas significaron en el baloncesto femenino de esta tierra nuestra.
Esta última razón, también ha hecho que reconsiderara mi continuidad en esto de los recuerdos. Sería muy injusto no dejar constancia de las experiencias que tuve el placer de vivir con otro grupo de jóvenes deportistas. Ellas, igualmente, aunque en una época posterior, forman parte de otra etapa gloriosa del básquet de nuestro archipiélago. No en balde, fueron las primeras en acceder a la tan ansiada categoría de honor femenina y este otro hecho histórico, merece los mismos reconocimientos que he tratado de recuperar en sus predecesoras.
En futuras entradas, las que cubran mis dos últimas temporadas en activo, será el equipo por el que fiché durante ese tiempo, el Tenerife Krystal, el hilo conductor de los recuerdos. Los primeros serán los de cómo llegué a formar parte del recién ascendido a la División de Honor… Pero, eso será dentro de unos ocho o diez días. Así pues, hasta entonces.

2 comentarios:

  1. El anonimato está muy bien si quieres contar, como lo has hecho, de un modo objetivo todas las vicisitudes por las que el baloncesto femenino ha pasado. Pero tú fuiste testigo y protagonista de excepción de esa época dorada y es justo que tus crónicas lleven tu nombre. Todos los admiradores de este bello deporte (aunque seamos unos maletas practicándolo) te lo agradecemos.

    ResponderEliminar
  2. Gracias a ti, querida Jane, por tu fidelidad a estas historias y por considerarme una testigo y protagonista de excepción. Quizá lo sea porque, de momento, he sido la única que se ha atrevido a dejar constancia de las muchas peripecias vividas en aquella época por un sector del baloncesto femenino. Gracias, de nuevo, de todo corazón.

    ResponderEliminar