miércoles, 29 de septiembre de 2010

Se inicia la competición

Ya dije que la pretemporada de estreno en la máxima categoría femenina, en contra de lo que suele ser habitual, la hicimos durante el mes de Julio. Fue dura, pero muy gratificante porque se comprobó que éramos capaces de cumplir con lo que esta Primera división exigía: trabajo y esfuerzo; más trabajo y más esfuerzo.
En ese tiempo hubo, además, un entrenamiento especial y más intenso para tres compañeras, llamadas por el seleccionador nacional, José Mª Solá, para una concentración a celebrar en aquel verano. Esta dosis extra de trabajo les tocó a Marichu, Mele y Catere. Las tres estaban aún en edad junior, pero eran candidatas a entrar en la Selección absoluta, que tenía que formarse en esos meses.
Descansamos en Agosto, volvimos en Septiembre y, en Octubre, antes del comienzo de la competición, jugamos un partido amistoso con el Marítimo Atlántico, del Grupo Canarias, de la 2ª División nacional. Fue un encuentro preliminar al Náutico-Castellar de la División de Honor masculina, y lo ganamos, sin grandes dificultades, por 47-31.
Días más tarde, llegó el momento de la verdad. El 24 de Octubre de 1976 fue la fecha del primer partido celebrado por el primer equipo canario femenino, que se ganó, muy a pulso, el derecho a participar en la Primera División nacional. En el plano deportivo, podría decirse que es una fecha histórica porque fue el pistoletazo de salida que permitió dar a conocer, por todo el territorio español y durante toda una larga temporada (al menos), cómo se jugaba, a esto del básquet, por estas latitudes tan alejadas de la piel de toro. En estricta justicia, ya el Mª Auxiliadora y sus posteriores variantes en el nombre, habían mostrado y demostrado con creces y durante muchos años, la calidad del juego practicado en las islas, pero su ámbito se redujo, siempre, a las concentraciones de final de temporada, para celebrar las Fases encaminadas al ascenso o para jugar las copas del Generalísimo.
El debut fue lejos de nuestra tierra, en uno de los puntos más distantes posibles: en la ciudad de La Coruña y para enfrentarnos al conjunto del Tabacalera. Viajamos con la ilusión propia de quienes lo hacen para descubrir un mundo nuevo, pero expectantes y preocupadas por la responsabilidad que estábamos contrayendo: representar al Archipiélago en la competición de más alto nivel. Salimos el sábado 23, muy temprano, desde Los Rodeos, vía Madrid y, una vez allí, embarcamos en otro avión con destino Santiago de Compostela y, luego, una guagua nos trasladó hasta Coruña capital, a unos 70 km. del aeropuerto gallego. Nos alojamos en el Hotel Riazor, a escasos metros de la playa del mismo nombre y muy cerca, también, del entonces flamante y recién estrenado Estadio de Riazor, en cuyo pabellón cubierto tendríamos el partido con las coruñesas. Esa misma tarde y sin apenas descanso, tuvimos un entrenamiento suave, sobre todo, para familiarizarnos con la instalación en la que jugaríamos a media mañana del día siguiente.
Éramos uno de los dos equipos recién ascendidos y, como suele ocurrir a los noveles, cuando se enfrentan a conjuntos experimentados, pagamos el precio de serlo, perdiendo por 46 a 32. El equipo coruñés, aunque estaba en un momento de inclusión de savia muy joven y nueva, aún contaba con unas cuantas eficaces e ilustres veteranas. Entre ellas, las hermanas Gómez de Frutos, Maribel y Merche, internacionales en muchas ocasiones, y viejas conocidas de quien redacta esta crónica, cuando jugaba en el OM. Ambas, vinieron a Santa Cruz, en la temporada 71-72. Fue con motivo de la celebración de la I Copa del Generalísimo y ya jugaban en este mismo conjunto, aunque entonces se llamaba Tabaquero. Aunque, como equipo, no se lucieron en su juego, sí hicieron lo suficiente para imponerse a nuestra lentitud, imprecisión y nerviosismo, lo que llevó a que vencieran sin grandes dificultades. Una vez finalizado el encuentro, partimos, desde aquel enorme y frío Palacio de los Deportes, de regreso a nuestras casas.
Desanduvimos todo el recorrido que habíamos iniciado a tempranas horas del día anterior, el sábado, y con este primer desplazamiento, ya tomamos conciencia de la cantidad de horas que habríamos de emplear para llegar a cada una de las sedes de los distintos equipos de la categoría. A pesar de ello y de la primera derrota, nuestro entusiasmo y nuestra ilusión por ir mejorando, no decayeron.
Como imágenes ilustrativas de este debut agridulce, vaya una foto del grupo, a la entrada del hotel, y en la que también está el padre de Marichu, D. Antonio Hernández Laverny (q.e.p.d.). Nos acompañó en su calidad de vocal de la Junta Directiva del C.B. Krystal. También aparece una panorámica de la playa de Riazor, en la que puede apreciarse la enorme cubierta del Palacio de Deportes de La Coruña, aledaño al recién inaugurado Estadio de Riazor, formando parte de sus modernas instalaciones, y en el que jugamos nuestro primer encuentro “primerdivisionario”.

lunes, 20 de septiembre de 2010

¡¡ Y ocurrió !!

En el último párrafo del post Encuentros en otros tiempos, decía que, pasado Agosto, intentaría ponerme en contacto con algunas de mis compañeras del Krystal, para hablarles de la existencia de esta bitácora y precisar, con ellas, algunos detalles que contribuyan a enriquecer todo aquello que vaya rescatando mi memoria. El párrafo termina así: “Espero que, además de una sorpresa, sea un buen motivo para recuperar los recuerdos de aquellas experiencias que vivimos en común y, quién sabe, si el pretexto para volver a reunirnos. Me gustaría que así ocurriera.”. ¡Y ha ocurrido, amigos lectores, ha ocurrido!, y hoy, hace, exactamente, una semana.
En los primeros días de Septiembre probé suerte con Marga Máiquez, de la que sabía que, después de las vacaciones, volvía al trabajo en su farmacia. Allí la localicé y quedamos, dos días después, para explicarle lo que quería. Con gran alegría, por mi parte, me dijo que iba a reunirse en su casa, el lunes siguiente, con siete amigas y compañeras de aquel ilustre equipo, y que yo no podía faltar a aquel encuentro. Sin pensármelo mucho, acepté encantada y sorprendida por la feliz coincidencia. Ahora pienso que mi deseo de verlas, de nuevo, debió de influir, en alguna medida, en los hados del destino y de las citas.
Además de Marga, estaban Bea, Marichu, Mariajo, Merce, Conchy, Mercy y Pame. Aunque la reunión era para comer, yo decliné mi asistencia porque no podía, y me incorporé en el momento de la sobremesa. A todas las encontré fantásticas y todas muestran una serena y atractiva madurez, dada por el buen paso del tiempo. Con sus obstáculos y sus oportunidades, con sus tristezas y sus alegrías. Con la vitalidad de entonces y más divertidas que nunca... Del mismo modo que lo hacíamos en nuestra época deportiva. Aceptando las cosas como venían y llevándolas con el mejor espíritu constructivo.
Margarita les había adelantado el motivo de mi presencia y, claro, las anécdotas, las situaciones jocosas, las difíciles, las que nos hacían reír o llorar… salieron a borbotones. Tomé nota de todo lo que quería aclarar y de aquello que no recordaba, pero que al nombrarlo alguna, enseguida acudió a mi memoria también. Llevé, además, parte de los álbumes que poseo con recortes periodísticos y fotografías, y fue un acierto hacerlo, porque se convirtió en otro de los motivos que hicieron que nos divirtiéramos aún más, comentando, especialmente, el contenido de las crónicas.
Como no podía ser de otro modo, nos hicimos muchas fotografías, para dejar constancia de la estupenda tarde pasada, reviviendo experiencias comunes. Fue un rato entrañable y, además, se produjo lo que yo deseaba: despertar muchos de los momentos vividos, codo con codo. Nos despedimos hasta una próxima reunión, con la promesa, por parte de las hermanas Marrero, de traernos una película que, en su día, nos grabó D. Carlos Marrero, padre de ambas, miembro de la primera junta directiva del club y fan nº 1 de sus hijas y del equipo. Como casi siempre, será Conchy, con sus naturales dotes de relaciones públicas, quien nos convoque.
Para ilustrar este post, que da fe del ansiado y feliz encuentro, vayan unas imágenes que demuestran, sin duda, las buenas horas que pasamos juntas.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Los comienzos en Primera

Empezamos a entrenar desde el primer día del mes de Julio del 76, lo que para las recién ascendidas supuso un sobreesfuerzo, ya que casi enlazaron el torneo del ascenso con el inicio de la preparación para la siguiente temporada. Teníamos sesiones para conseguir el físico indispensable para tan larga competición, y horas de práctica constante e insistente, de fundamentos básicos para la técnica individual y de conjunto.
El fondo y la fortaleza físicos los adquiríamos asistiendo, dos veces por semana, a la playa de Las Teresitas y a las afueras de La Laguna. Recuerdo que Antonia nos citaba muy temprano, en la playa santacrucera, para evitar el sol más intenso. Después de los preceptivos estiramientos iniciales, recorríamos dos o tres veces, a trote ligero, los casi dos mil metros lineales de arena. En aquel entonces, con la tercera parte de bañistas de los que acuden hoy en día. Terminábamos en el fondo, donde apenas había nadie, con trabajo gimnástico para fortalecer las piernas y desarrollar el equilibrio. Cerrábamos la hora y media de ejercicio al aire libre, con juegos, de dos en dos, encaminados a obtener resistencia, reflejos y velocidad. Todo aquello era agotador, porque el hecho de hacerlo en la arena aporta un esfuerzo, casi doble, del que se realiza en superficies más consistentes.
Cuando acudíamos a La Laguna, corríamos, campo a través, por los solares que hoy ocupan numerosas viviendas, en las zonas aledañas al estadio de La Manzanilla y al colegio Luther King. Incluso, más de una vez, subimos y bajamos constantemente las altas gradas de cemento de la cancha exterior de este colegio, con el fin de fortalecer, aún más, nuestras piernas. Cómo es fácil suponer, terminábamos con la lengua fuera. A todo esto, se unían tablas de durísimos ejercicios gimnásticos, a las órdenes de Pedro López, nuestro preparador físico en aquellas dos primeras temporadas en la máxima división.
Es tradicional y conocida, entre jugadores de deportes de conjunto, la poquísima afición que suele haber hacia la práctica de todo tipo de gimnasia y, para la inmensa mayoría de mis compañeras, el cumplimiento de aquellos ejercicios era un auténtico suplicio. Sin embargo, yo fui una rara avis,- un bicho raro, vaya -, porque no respondía a este patrón ni en el Krystal ni en mis anteriores equipos. Entonces y ahora, la gimnasia me apasiona y asistía, sin mucho esfuerzo y con bastante gusto, a las sesiones que se nos marcaban. Los tres días restantes de la semana, acudíamos a la cancha del Real Club Náutico para ejercitar el trabajo individual, insistiendo mucho en el tiro. La jornada terminaba con un partidillo entre nosotras.
En Agosto, se descansó y, en Septiembre, la tarea se dedicó a reforzar los apartados más tácticos, sin perder de vista la forma física con mucho correr y mucha gimnasia. Los entrenamientos, en las instalaciones del Náutico, eran a diario y a las 10 de la noche. Lógicamente, los equipos de la entidad tenían preferencia a la hora de usarlas. Terminábamos cerca de las 12 y llegábamos a nuestras casas, más allá de la medianoche. Las reglas de la competición exigían una cancha cubierta con piso de parquet, para celebrar los partidos y tanto en Santa Cruz como en La Laguna, sólo existía, entonces, la de esta Sociedad.
Está claro el grado de vocación y compromiso que demostramos en todo momento, cumpliendo a rajatabla con aquellas intempestivas sesiones de trabajo. No debe perderse de vista que las que estudiaban, volvían a clase a las 8 de la mañana, y que las que trabajábamos (Antonia; Edita, la Delegada, y yo), lo hacíamos a la misma hora. Además, en mi caso, mi profesión obligaba a horas de trabajo fuera de las aulas, para preparar clases, corregir y evaluar. Todo ello, trataba de solucionarlo después de comer y hasta poco antes de ir a entrenar. Los fines de semana alternos, había que desplazarse a la Península a jugar y pocas actividades de éstas, se podían resolver en aviones y guaguas, aunque más de una vez lo intenté. También recuerdo que mis compañeras estudiantes, en épocas de exámenes, cargaban con sus apuntes y aprovechaban los trayectos más largos, para repasarlos.
Cuando no existía esta obligación, solíamos jugar al Master Mind, que se puso muy de moda en aquellos años y ahora vuelve a resurgir en los colegios, como práctica matemática y memorística. También lo hacíamos al ajedrez, con pequeños tableros imantados, y al juego entre los juegos: las cartas.
Muchos de aquellos viajes transcurrieron en horas de madrugada. A veces, en medio de la lluvia o la nieve, y recorriendo carreteras interminables y llenas de curvas, hasta llegar a nuestros destinos. Por ejemplo, más de 400 km. para ir de Madrid a San Sebastián, cruzando el Puerto de Navacerrada, en aquel entonces, y con más de seis horas en una guagua sin muchas garantías de seguridad, o más de 300 y casi cinco horas, para llegar a Valencia, también desde Madrid. La gran mayoría de las veces, empleábamos más de dos tercios del tiempo que estábamos fuera, cada fin de semana, solamente en los traslados.
Siempre admiré a las compañeras que fueron capaces de continuar jugando en la División de Honor, unos cuantos años más, en estas condiciones tan poco atractivas y tan desfavorables para alcanzar buenos resultados en los partidos que se celebraban a miles de kilómetros de nuestra tierra. Por muy joven y fuerte que se fuera, aquellas palizas que representaban los traslados, minaban a cualquiera y, hoy, desde la perspectiva que da el paso del tiempo, reivindico para ellas y para las que nos retiramos primero, el reconocimiento que merecemos todas, por aquella continua demostración de verdadero y desprendido amor a un deporte.
En próximas entradas, iré detallando las incidencias de muchos de los encuentros jugados en la primera temporada en Primera y como imagen para la de hoy, una foto publicada en Diario de Avisos, en vísperas de iniciar la competición, y después de una sesión nocturna de entrenamiento.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Encuentros en otros tiempos

Antes de continuar con el relato competitivo, permítanme darles cuenta de otros momentos entrañables, que viví con alguna o con todas aquellas compañeras con las que tuve el gusto de jugar, durante tanto tiempo.
Después de unos cuantos años en los que sólo veía, muy de tarde en tarde, a alguna de las componentes del Mª Auxiliadora o del Krystal, dos Galas del Deporte hicieron que volviéramos a reunirnos. La primera fue en 1991 y tuve el placer de compartir, con Marichu Hernández Sánchez, el Premio de Leyenda Deportiva que nos concedió la delegación tinerfeña de la Asociación Española de la Prensa Deportiva, la A.E.P.D., presidida por el especialista en baloncesto del periódico El Día y autor del blog BASKETMANÍA, D. Agustín Arias. La distinción se hizo a todos los Mejores Deportistas, de nuestra provincia, de los veinte años que precedieron al 91. Ella lo fue de la temporada 1974-75, y yo, de la 1971-72. El acto tuvo lugar en el Casino Taoro de Puerto de la Cruz, nos pusimos en contacto y fuimos juntas a la cena de celebración de aquella Gala. Recuerdo haberlo pasado muy bien en su compañía y en la de Toñy Cejas, histórico pívot de aquel Náutico de baloncesto masculino que, también en la 1965-66, ascendió, por primera vez en Canarias, a la División de Honor. Con él, en 1970, se inició la serie de los Mejores Deportistas provinciales, que se mantiene hasta la fecha.


El segundo encuentro fue en 1998, cuando la Asociación de la Prensa Deportiva de Tenerife (A.P.D.T.), también bajo la presidencia de D. Agustín Arias, concedió el Premio Especial al Baloncesto Femenino. La distinción fue personificada por quienes fueron pioneros en algunos apartados de esta modalidad. Para ello, y cronológicamente, se convocó a las jugadoras que formaron parte del que fuera Campeón Nacional de la 2ª División, el Mª Auxiliadora, en la temporada 1965-66 y logrado, por primera vez, por un conjunto canario. También, a quien redacta este post, por haber sido la primera jugadora de este archipiélago que fue llamada a formar parte de una Selección Nacional Absoluta, la de la temporada 1970-71, y, por último, al equipo del Tenerife Krystal, con Antonia Gimeno al frente, que en 1975-76, ascendió a la División de Honor femenina, convirtiéndose, con ello, en el primer conjunto de estas islas, que lo conseguía.
Para mí, fue una ocasión muy especial, porque me sentí “triplemente” distinguida y, además, representando el nexo entre dos décadas de un baloncesto femenino canario, cada vez, más emergente. Aunque no pertenecí a la formación que se hizo con el campeonato de la 2ª división, entré a formar parte de este ilustre equipo en la temporada siguiente a la de su logro y, aunque tampoco estuve en el otro hito deportivo, el de subir a la máxima categoría femenina, fui parte integrante del Krystal en sus dos primeras temporadas en la 1ª División. Como se puede comprender, fue todo un honor para mí encontrarme, de nuevo, con todas las estrellas del mejor baloncesto femenino canario de aquellos diez o doce años. De paso, todo el acto en torno a este premio, supuso un merecido homenaje póstumo a quien fuera uno de lo grandes valedores de esta modalidad deportiva en estas tierras nuestras: Jerónimo Foronda Monje (q.e.p.d.). Las imágenes y las palabras que se le dedicaron, supusieron momentos muy emotivos, en particular, para quien fue su mujer y pupila, Ángeles García, y, en general, para el resto de las que tuvimos la oportunidad de ser enseñadas y dirigidas en la competición deportiva, por él y por toda su sabiduría en este deporte de nuestros amores.
En 2006, volví a coincidir con algunas de las compañeras del Krystal durante las jornadas de celebración del Campeonato de Europa femenino de selecciones U18, que se celebró en el pabellón Santiago Martín. Allí estaban las hermanas Marrero, Catere, Bea, Marga, Marichu y hasta Antonia Gimeno, que se vino unos días, para ver aquel gran evento. Por cierto, la Selección española quedó Campeona del continente al quedar primera de las dieciséis que participaron y, en ella, hizo un estupendo papel nuestra joven paisana, la pívot Laura Herrera.
Dos años más tarde, el motivo de encuentro no fue tan alegre y distendido. Volví a verlas en la misa de duelo del padre de Marichu, D. Antonio Hernández Laverny (q.e.p.d.). Como el equipo que fuimos, allí estábamos todas las que pudimos, para arropar a nuestra compañera en uno de sus peores momentos. Sé, a ciencia cierta, que lo agradeció en el alma.
Las imágenes de hoy muestran los trofeos recibidos en cada una de las Galas, el grupo de representantes del Mª Auxiliadora, en el momento de recibir el Premio Especial de 1998, y una de las formaciones del Tenerife Krystal, cuando era Asunción Fanta, en la temporada 73-74.
En cuanto pase Agosto, el mes por excelencia de las vacaciones, me pondré en contacto con todas las que pueda, (de mi último equipo), para invitarlas a visitar estas entradas, que hablan de ellas, y para pedirles ayuda en algunos detalles que me gustaría perfilar, antes de que lleguen a ustedes. Espero que, además de una sorpresa, sea un buen motivo para recuperar los recuerdos de aquellas experiencias que vivimos en común y, quién sabe, si el pretexto para volver a reunirnos. Me gustaría que así ocurriera.