Una vez cumplidos los deberes del ánimo y el cariño para quienes peor lo están pasando en estas fechas, retomo el hilo de la historia deportiva que he ido rescatando de la memoria, los papeles amarillentos y las fotografías de un incipiente color. Vamos, pues, a ello.
Esta temporada del 77-78 la recordaré, no sólo como la última en activo, sino también porque antes de comenzarla, y por motivos personales, nos dejó Mele Montesdeoca. Siempre tuve muy buena sintonía con esta joven compañera y sentí mucho su retirada. A lo largo de los años posteriores a dejar el baloncesto, nos hemos encontrado dos o tres veces y la alegría de verla siempre ha sido grande. La última, hace algo más de un mes, en la ceremonia de despedida de Maruja, la madre de Marichu Hernández. La encontré tan guapa como siempre y con ese añadido especial que la madurez suele dar a las que nacen con la belleza puesta.
Otro hecho frecuente y desgraciado, de esta misma temporada, fueron las lesiones que sufrimos algunas de nosotras. Ya Mª José Paniagua estuvo a punto de no continuar por culpa de sus problemas en tobillos y meniscos, pero el descanso del verano y las diversas pruebas por las que pasó, permitieron que siguiera jugando. A ella, nos unimos Marichu, Conchy, Marga, Catere y yo, desde los inicios de esa campaña.
Marga Máiquez fue la primera “tocada”. Pasó durante la celebración de la Copa Apertura canaria, pero se recuperó pronto y no tuvo mayores consecuencias. Fue al final de la pretemporada cuando Conchy Marrero y quien esto les cuenta estuvimos en el dique seco durante tres semanas. Ella, con rotura fibrilar en uno de sus tobillos y yo, con un fuerte esguince en uno de los míos, producto de una torcedura provocada al pisar una piedra, cuando corría como una liebre para que una rapidísima galga (dicho con todo cariño), la junior Pame Pintor, no me agarrara. Se lo encargó la entrenadora en uno de los ejercicios que nos mandaba a hacer, campo a través, en aquellos eriales laguneros más apropiados para construir chalets o plantar verduras que para adquirir un buen fondo físico.
Por cierto, que en esos mismos eriales hoy ya construidos, me encontré, hace un par de semanas, a Catere Falcón. Ella paseaba con su marido y yo pasaba por allí, en mi coche. Hacía más de cuatro años que no nos veíamos y fue un placer coincidir, de nuevo, con ella. Me pareció llena de vida e ilusiones, me invitó a conocer su casa, que estaba muy cerca, y pasamos un par de horas encantadoras, viendo sus álbumes de fotos y recortes periodísticos, y recordando lugares, situaciones y personas de aquellos deportivos tiempos vividos en común. También conocí a sus dos hijos, unos buenos mozo y moza tan aficionados al baloncesto como su madre.
Volviendo al panorama de las primeras lesiones, decirles que comenzó la Liga y el primer encuentro para abrirla fue en la cancha del Náutico. El 22 de Octubre nos visitaba una de las formaciones desconocidas, la del Flavia de Palma de Mallorca y, allí, en las gradas, nos vimos Conchy y yo haciendo lo único que, en ese momento, podíamos hacer: animar a nuestras compañeras y aplaudirles porque se iba ganando sin grandes dificultades.
La jornada siguiente supuso nuestra primera salida y fue, nada menos, que a Barcelona, para enfrentarnos al Picadero que, como no, debió vengarse de los malos ratos que les hicimos pasar en nuestra última visita (cuando se llamaban Evax). Nos endosaron la gran paliza del día y de nuestro calendario: 110 a 42. Pagamos la falta de rodaje y un banquillo muy mermado, aunque Conchy ya pudo jugar, pero sin la plenitud de sus facultades físicas.
Curiosamente, los cuatro primeros partidos en nuestra cancha fueron con las cuatro nuevas formaciones: el ya mencionado Flavia, y, después y por orden cronológico, el C.B. Valencia, el Stadium Casablanca y el Iberia. Todos los ganamos con la holgura de 40 o más puntos, salvo el último. Nuestros tanteos estuvieron entre los 70 y 80 puntos y el que menos convirtió fue el conjunto levantino, que sólo hizo 28. Con el Iberia de Madrid pasamos grandes apuros y vencimos, in extremis, tan sólo de un punto: 57-56. El último de esta ronda, en las instalaciones del Náutico, fue frente al Tabacalera y se ganó por 67 a 49. El relevo en el apartado de las lesiones lo tomó Marichu que, frente al Stadium de Zaragoza tuvo la pésima suerte de dañarse una de sus rodillas y no recuperarse nunca del todo.
El resto de encuentros de esta primera vuelta los perdimos uno por uno. Desde el Picadero hasta el Celta, pasando por el Alcalá L´Oreal, Juven de S. Sebastián, Hispano Francés y Club de Vacaciones, aunque con este último hicimos el mejor de todos y sólo nos ganaron de 10: 91-81.
El mérito estuvo en que, realmente, nos enfrentábamos al C.R.E.F.F., disimulado con el nuevo nombre y campeón de liga durante muchas temporadas anteriores, hasta que llegaron el Celta y el Picadero, y que, a pesar de la importante baja de Marichu, nuestras jugadoras más espigadas supieron controlar a las “torres” madrileñas.
Esta primera vuelta de la segunda temporada la finalizamos en Vigo y de allí volví bien lesionada, otra vez. Pero, este lance se los contaré en mi próxima entrada, por lo que, para cerrar ésta, sirva la descripción de las imágenes que resumen lo narrado. Son titulares de algunos de los partidos, la fotografía de Mele Montesdeoca que publicó la prensa local para comunicar su pronta retirada y la crónica que se hizo eco de las primeras lesiones en nuestro equipo.
Esta temporada del 77-78 la recordaré, no sólo como la última en activo, sino también porque antes de comenzarla, y por motivos personales, nos dejó Mele Montesdeoca. Siempre tuve muy buena sintonía con esta joven compañera y sentí mucho su retirada. A lo largo de los años posteriores a dejar el baloncesto, nos hemos encontrado dos o tres veces y la alegría de verla siempre ha sido grande. La última, hace algo más de un mes, en la ceremonia de despedida de Maruja, la madre de Marichu Hernández. La encontré tan guapa como siempre y con ese añadido especial que la madurez suele dar a las que nacen con la belleza puesta.
Otro hecho frecuente y desgraciado, de esta misma temporada, fueron las lesiones que sufrimos algunas de nosotras. Ya Mª José Paniagua estuvo a punto de no continuar por culpa de sus problemas en tobillos y meniscos, pero el descanso del verano y las diversas pruebas por las que pasó, permitieron que siguiera jugando. A ella, nos unimos Marichu, Conchy, Marga, Catere y yo, desde los inicios de esa campaña.
Marga Máiquez fue la primera “tocada”. Pasó durante la celebración de la Copa Apertura canaria, pero se recuperó pronto y no tuvo mayores consecuencias. Fue al final de la pretemporada cuando Conchy Marrero y quien esto les cuenta estuvimos en el dique seco durante tres semanas. Ella, con rotura fibrilar en uno de sus tobillos y yo, con un fuerte esguince en uno de los míos, producto de una torcedura provocada al pisar una piedra, cuando corría como una liebre para que una rapidísima galga (dicho con todo cariño), la junior Pame Pintor, no me agarrara. Se lo encargó la entrenadora en uno de los ejercicios que nos mandaba a hacer, campo a través, en aquellos eriales laguneros más apropiados para construir chalets o plantar verduras que para adquirir un buen fondo físico.
Por cierto, que en esos mismos eriales hoy ya construidos, me encontré, hace un par de semanas, a Catere Falcón. Ella paseaba con su marido y yo pasaba por allí, en mi coche. Hacía más de cuatro años que no nos veíamos y fue un placer coincidir, de nuevo, con ella. Me pareció llena de vida e ilusiones, me invitó a conocer su casa, que estaba muy cerca, y pasamos un par de horas encantadoras, viendo sus álbumes de fotos y recortes periodísticos, y recordando lugares, situaciones y personas de aquellos deportivos tiempos vividos en común. También conocí a sus dos hijos, unos buenos mozo y moza tan aficionados al baloncesto como su madre.
Volviendo al panorama de las primeras lesiones, decirles que comenzó la Liga y el primer encuentro para abrirla fue en la cancha del Náutico. El 22 de Octubre nos visitaba una de las formaciones desconocidas, la del Flavia de Palma de Mallorca y, allí, en las gradas, nos vimos Conchy y yo haciendo lo único que, en ese momento, podíamos hacer: animar a nuestras compañeras y aplaudirles porque se iba ganando sin grandes dificultades.
La jornada siguiente supuso nuestra primera salida y fue, nada menos, que a Barcelona, para enfrentarnos al Picadero que, como no, debió vengarse de los malos ratos que les hicimos pasar en nuestra última visita (cuando se llamaban Evax). Nos endosaron la gran paliza del día y de nuestro calendario: 110 a 42. Pagamos la falta de rodaje y un banquillo muy mermado, aunque Conchy ya pudo jugar, pero sin la plenitud de sus facultades físicas.
Curiosamente, los cuatro primeros partidos en nuestra cancha fueron con las cuatro nuevas formaciones: el ya mencionado Flavia, y, después y por orden cronológico, el C.B. Valencia, el Stadium Casablanca y el Iberia. Todos los ganamos con la holgura de 40 o más puntos, salvo el último. Nuestros tanteos estuvieron entre los 70 y 80 puntos y el que menos convirtió fue el conjunto levantino, que sólo hizo 28. Con el Iberia de Madrid pasamos grandes apuros y vencimos, in extremis, tan sólo de un punto: 57-56. El último de esta ronda, en las instalaciones del Náutico, fue frente al Tabacalera y se ganó por 67 a 49. El relevo en el apartado de las lesiones lo tomó Marichu que, frente al Stadium de Zaragoza tuvo la pésima suerte de dañarse una de sus rodillas y no recuperarse nunca del todo.
El resto de encuentros de esta primera vuelta los perdimos uno por uno. Desde el Picadero hasta el Celta, pasando por el Alcalá L´Oreal, Juven de S. Sebastián, Hispano Francés y Club de Vacaciones, aunque con este último hicimos el mejor de todos y sólo nos ganaron de 10: 91-81.
El mérito estuvo en que, realmente, nos enfrentábamos al C.R.E.F.F., disimulado con el nuevo nombre y campeón de liga durante muchas temporadas anteriores, hasta que llegaron el Celta y el Picadero, y que, a pesar de la importante baja de Marichu, nuestras jugadoras más espigadas supieron controlar a las “torres” madrileñas.
Esta primera vuelta de la segunda temporada la finalizamos en Vigo y de allí volví bien lesionada, otra vez. Pero, este lance se los contaré en mi próxima entrada, por lo que, para cerrar ésta, sirva la descripción de las imágenes que resumen lo narrado. Son titulares de algunos de los partidos, la fotografía de Mele Montesdeoca que publicó la prensa local para comunicar su pronta retirada y la crónica que se hizo eco de las primeras lesiones en nuestro equipo.
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