
Como algo extraordinario, algunas de nosotras, las que tuvimos la curiosidad de hacerlo, visitamos los alrededores de la capital. El dueño del hotel en que nos alojamos era un hombre muy amable y campechano,

Además de disfrutar de todo lo visitado, antes de irnos de Segovia compramos algunos recuerdos para nuestras familias. En mi caso, aún se conservan en casa unos pequeños cuencos artesanos, de barro esmaltado, con la inscripción “Recuerdo de Segovia”, en los que solemos hacer, en invierno, un sucedáneo de aquella riquísima sopa castellana que tanto saboreé.
Hoy, recorda

En ésta, al fusionarnos con cinco nuevas compañeras, hubo un período de adaptación que costó superar y que, muy probablemente, el amor que todas, sin excepción, sentíamos por el baloncesto, hizo que saliéramos adelante en ocasiones que, antes, no se habían dado. La compenetración en el juego no fue fácil, porque procedíamos de estilos muy diferentes y, supongo, que el artífice de que, poco a poco, lo consiguiéramos, fue nuestro entrenador, Jerónimo Foronda.
También hay que tener en cuenta que los equipos rivales mejoraban y eso hacía que ofrecieran más dificultades a la hora de enfrentarnos a ellos. Por primera vez, jugamos una liga mucho más competida, aunque no mucho más fuerte que las precedentes. En esta ocasión, todos los par

En lo único que sí mantuvimos la costumbre fue en nuestra actuación final, la de la fase peninsular. Allí, como solía ocurrir, se evidenció, otra vez, la ausencia de esa fuerza a la hora de competir en Canarias. Volvimos a perder y a no ganar ni un solo partido. Era nuestro sino y, a pesar de ello, luchábamos sin desmayo.
Ese año, la compensación vino sin esperarla y fue la de disfrutar, al menos, del sitio en el que residimos. Muestra de esa compensación son las fotos que acompañan la entrada. La Casa de los Picos, el Acueducto, el Alcázar y la Catedral de Segovia representan los buenos ratos que pasamos muy cerca de ellos.