Como ya les avancé, estuve muy cerca de la compañera que, por primera vez en Canarias, alcanzó el entorchado de internacional al ser llamada para formar parte de la Selección Nacional de baloncesto femenino. Recuerdo lo desconcertada y entristecida que se encontraba cuando le dieron la noticia, porque creía que no tenía que ser ella la destacada sino su buena compañera Ángeles García. No en balde, cinco años antes, Ángeles había sido campeona de España de la 2ª División, con el legendario Mª Auxiliadora, y en varias fases finales, máxima encestadora de los torneos. Hoy me cuenta ella misma que, junto a Conchy Ramírez, apareció en algunas listas de preseleccionadas anteriores, pero que nunca cuajaron esas inclusiones. Charo parecía un alma en pena, lamentando continuamente el olvido que, según ella, sufría su excelente compañera. Lo único que la consolaba era pensar que, quizá, lo que hizo que el Sr. Lluis Cortés se fijara en ella, fueran su salto en suspensión y su fuerza física, más potente que la de Ángeles. Solía decir con insistencia que, para ella, supuso “una inesperada experiencia”, de las que no se olvidan jamás. Por lo sufrida y trabajada y por lo hermosa y enriquecedora. Una de esas vivencias inolvidables que pocos deportistas llegan a disfrutar. Como es natural, su nombre apareció publicado en todos los medios deportivos del país, dentro de la relación de jugadoras seleccionadas, pero, sobre todo, por el insólito y exótico hecho de proceder de unas islas, apenas recordadas en aquellos tiempos por su lejanía e incomunicación. Sólo había un vuelo diario hasta la capital de este país, con la única línea aérea de entonces.
Cuenta mi compañera que, en el acto de recepción que les hizo la Española en el lujoso Salón de convenciones del hotel en que residieron, el entonces presidente, D. Anselmo López (fallecido recientemente) les dirigió unas palabras para advertirles, de manera tajante, que si no se ganaba a Australia, no se participaría en ninguna competición oficial de las existentes en el calendario internacional de la siguiente temporada. Recuerda cómo, aquella amenaza, indignó, en especial, a las jugadoras del C.R.E.F.F., más veteranas y avezadas en temas e historias de selecciones pasadas. Comentaban con qué desfachatez y cinismo, se pretendía que doce jugadoras procedentes de diversos equipos y rincones de España, después de finalizada la temporada oficial, consiguieran, con sólo unos pocos días de convivencia y trabajo en común, formar un conjunto sólido y compenetrado, que venciera a otro que venía mucho más rodado y preparado y con sus componentes conviviendo y entrenando juntas, más de mes y medio. Pero, antes de presenciar y vivir en sus carnes todo lo anterior, ya comenzaron aquí, en su tierra, los primeros despropósitos.
Charo, en esas fechas, terminaba el último año de sus estudios y cuando comunicó a sus profesores que había sido seleccionada y tenía que desplazarse a la Península para estar en Madrid ocho días, la condición para dejarla marchar fue la de que tenía que dejar presentados, antes de irse, todos los trabajos de fin de carrera, uno por cada materia. Si no lo hacía, el aprobado final corría peligro. Por lo visto, toda su trayectoria anterior no servía de nada ante una situación extraordinaria y puntual. Nunca faltó a clase en los cinco cursos de su especialidad y siempre llegaba puntualmente. Estaba becada y, para seguir estudiando, necesitaba mantener una beca para la que le exigían aprobar cada curso en Junio y tener una nota media de notable, cosa que siempre consiguió. Regresaba de su corta estancia peninsular el 3 de Junio, sólo había diez alumnos en ese último curso y los profesores no tenían que dar las calificaciones definitivas, antes de la penúltima semana de ese mes. Está claro que nadie le facilitó la ida y que sólo pretendieron ponerle obstáculos. Ella recuerda, con cierta amargura, que ni uno solo de sus profesores la felicitó por aquella distinción.
Para seguir con más detalles disparatados, contarles que cada jugadora seleccionada recibió, de manos de Begoña, la Delegada, un sobre que contenía 800 ptas. como dieta por su estancia en Madrid, 100 por día. Los varones de la Selección masculina absoluta de la misma temporada recibieron 1.200 ptas. ¡¡por día!!, cada uno. Cierto es, que la Delegada de las chicas, cuando salían juntas a dar una vuelta por los alrededores del hotel, no las dejaba pagar los cafés, refrescos o chucherías que consumieran. Una noche, después del entrenamiento, fueron invitadas, por la Federación, a ver una obra de teatro, “Pato a la naranja”, una divertida comedia inglesa protagonizada, en aquella ocasión, por Arturo Fernández y Rosa Valenti. Seguro que con los chicos ocurrió lo mismo, a pesar de la ostentosa diferencia de sus dietas. Una vez más, ¡viva la discriminación por género!. Actualmente, las dietas están más equiparadas, pero esa discriminación, tristemente, sigue dándose.
Para acabar con esta serie de despropósitos que vivió nuestra compañera, una última perla: el 26 de Marzo de 1974, recibió una carta de la Federación Española de Baloncesto comunicándole que había sido preseleccionada, junto a veintiuna jugadoras más. De ellas, se escogerían dieciséis que se iban a concentrar en La Coruña, desde el 10 hasta el 24 de Abril para elegir a las doce componentes definitivas. Éstas últimas, disputarían el Preeuropeo de aquel entonces, que iba a tener lugar en la mencionada ciudad entre el citado 27 y el 1 de Mayo. En esa temporada, el equipo de Charo, el OM, por primera vez no quedó Campeón de Canarias y, por lo tanto, no participó en la Fase Final de la categoría, que se celebró del 4 al 7 de Abril, en Madrid. El 6 de Abril, recibió un telegrama de la misma Federación que la convocó en un principio, en el que se le decía que no estaba incluida en la preselección y que no se presentara en la capital del país. Esa decisión tan arbitraria fue tomada sin haberla visto jugar y sin informarse sobre cuál era su estado de forma. Se pueden imaginar el disgusto y la decepción de nuestra baloncestista, ante tamaña injusticia.
Estas historias de la compañera, probablemente, las vivieron otras mujeres deportistas de la época y, sin duda, son muestras del desprecio y poco respeto que entonces había hacia ellas. Sin embargo, lejos de desanimarse, continuaron en la brecha y en la lucha y fueron, probablemente también, el embrión y la referencia para las que, más tarde, tomaron el relevo en condiciones mejoradas y con una mayor consideración hacia su papel de mujeres dedicadas seriamente a la práctica de algún deporte.
Las imágenes de hoy muestran otro momento de la Selección, con Charo en el séptimo lugar, de delante hacia atrás; uno de sus tiros en suspensión, durante un encuentro celebrado en Santa Cruz, y el viejo sobre que contuvo las 800 ptas. de dietas y que ella conserva como una singular anécdota.
Cuenta mi compañera que, en el acto de recepción que les hizo la Española en el lujoso Salón de convenciones del hotel en que residieron, el entonces presidente, D. Anselmo López (fallecido recientemente) les dirigió unas palabras para advertirles, de manera tajante, que si no se ganaba a Australia, no se participaría en ninguna competición oficial de las existentes en el calendario internacional de la siguiente temporada. Recuerda cómo, aquella amenaza, indignó, en especial, a las jugadoras del C.R.E.F.F., más veteranas y avezadas en temas e historias de selecciones pasadas. Comentaban con qué desfachatez y cinismo, se pretendía que doce jugadoras procedentes de diversos equipos y rincones de España, después de finalizada la temporada oficial, consiguieran, con sólo unos pocos días de convivencia y trabajo en común, formar un conjunto sólido y compenetrado, que venciera a otro que venía mucho más rodado y preparado y con sus componentes conviviendo y entrenando juntas, más de mes y medio. Pero, antes de presenciar y vivir en sus carnes todo lo anterior, ya comenzaron aquí, en su tierra, los primeros despropósitos.
Charo, en esas fechas, terminaba el último año de sus estudios y cuando comunicó a sus profesores que había sido seleccionada y tenía que desplazarse a la Península para estar en Madrid ocho días, la condición para dejarla marchar fue la de que tenía que dejar presentados, antes de irse, todos los trabajos de fin de carrera, uno por cada materia. Si no lo hacía, el aprobado final corría peligro. Por lo visto, toda su trayectoria anterior no servía de nada ante una situación extraordinaria y puntual. Nunca faltó a clase en los cinco cursos de su especialidad y siempre llegaba puntualmente. Estaba becada y, para seguir estudiando, necesitaba mantener una beca para la que le exigían aprobar cada curso en Junio y tener una nota media de notable, cosa que siempre consiguió. Regresaba de su corta estancia peninsular el 3 de Junio, sólo había diez alumnos en ese último curso y los profesores no tenían que dar las calificaciones definitivas, antes de la penúltima semana de ese mes. Está claro que nadie le facilitó la ida y que sólo pretendieron ponerle obstáculos. Ella recuerda, con cierta amargura, que ni uno solo de sus profesores la felicitó por aquella distinción.
Para seguir con más detalles disparatados, contarles que cada jugadora seleccionada recibió, de manos de Begoña, la Delegada, un sobre que contenía 800 ptas. como dieta por su estancia en Madrid, 100 por día. Los varones de la Selección masculina absoluta de la misma temporada recibieron 1.200 ptas. ¡¡por día!!, cada uno. Cierto es, que la Delegada de las chicas, cuando salían juntas a dar una vuelta por los alrededores del hotel, no las dejaba pagar los cafés, refrescos o chucherías que consumieran. Una noche, después del entrenamiento, fueron invitadas, por la Federación, a ver una obra de teatro, “Pato a la naranja”, una divertida comedia inglesa protagonizada, en aquella ocasión, por Arturo Fernández y Rosa Valenti. Seguro que con los chicos ocurrió lo mismo, a pesar de la ostentosa diferencia de sus dietas. Una vez más, ¡viva la discriminación por género!. Actualmente, las dietas están más equiparadas, pero esa discriminación, tristemente, sigue dándose.
Para acabar con esta serie de despropósitos que vivió nuestra compañera, una última perla: el 26 de Marzo de 1974, recibió una carta de la Federación Española de Baloncesto comunicándole que había sido preseleccionada, junto a veintiuna jugadoras más. De ellas, se escogerían dieciséis que se iban a concentrar en La Coruña, desde el 10 hasta el 24 de Abril para elegir a las doce componentes definitivas. Éstas últimas, disputarían el Preeuropeo de aquel entonces, que iba a tener lugar en la mencionada ciudad entre el citado 27 y el 1 de Mayo. En esa temporada, el equipo de Charo, el OM, por primera vez no quedó Campeón de Canarias y, por lo tanto, no participó en la Fase Final de la categoría, que se celebró del 4 al 7 de Abril, en Madrid. El 6 de Abril, recibió un telegrama de la misma Federación que la convocó en un principio, en el que se le decía que no estaba incluida en la preselección y que no se presentara en la capital del país. Esa decisión tan arbitraria fue tomada sin haberla visto jugar y sin informarse sobre cuál era su estado de forma. Se pueden imaginar el disgusto y la decepción de nuestra baloncestista, ante tamaña injusticia.
Estas historias de la compañera, probablemente, las vivieron otras mujeres deportistas de la época y, sin duda, son muestras del desprecio y poco respeto que entonces había hacia ellas. Sin embargo, lejos de desanimarse, continuaron en la brecha y en la lucha y fueron, probablemente también, el embrión y la referencia para las que, más tarde, tomaron el relevo en condiciones mejoradas y con una mayor consideración hacia su papel de mujeres dedicadas seriamente a la práctica de algún deporte.
Las imágenes de hoy muestran otro momento de la Selección, con Charo en el séptimo lugar, de delante hacia atrás; uno de sus tiros en suspensión, durante un encuentro celebrado en Santa Cruz, y el viejo sobre que contuvo las 800 ptas. de dietas y que ella conserva como una singular anécdota.
La verdad es que era una situación bastante cutre ¿verdad?. No faltaba sino que les dieran un bocadillo de sardinas para aguantar el día. Parece mentira lo poco que se valoraba el deporte y el esfuerzo. Y me dejó asombrada lo de los profes de Charo. Inconcebible.
ResponderEliminarPues sí, querida Jane, así cuenta Charo, y no creo que exagere, que procedieron sus profesores. Por cierto, tú que has sido muchos años colega de esos señores, seguro que te alegraste de los éxitos que algunos de tus alumnos consiguieron en cualquier actividad que realizaran fuera de sus estudios y, además, les felicitaste por ello, ¿verdad?. Por fortuna, también en eso han cambiado los tiempos.
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