Finaliza el verano de 1970 y el entrenador nos convocó para comenzar la pretemporada de la 70-71. Como casi siempre, se incorporan nuevas caras y, por lo tanto, nuevas amigas. En esta ocasión, fueron Andrea Rivero, Marta Marrero, Mary Carmen Brito y Vicky Rancel, que ya formó parte del conjunto en el desplazamiento a la Fase Nacional de Salamanca, sustituyendo a Ángeles Llaneza que no pudo ir por motivos de salud. Sólo dejó el equipo, Mary Carmen Núñez y, por primera vez, contamos con doce jugadoras para afrontar la nueva temporada.
De igual modo, el número de equipos para disputar la Liga provincial se incrementó. En el espacio de cuatro años se duplicó y ocho fueron los participantes federados. Provenían de colegios, sociedades recreativo-deportivas, empresas y Sección Femenina y se repartían por distintos puntos de la isla de Tenerife. El Náutico, Pureza Kaiser, Medina de Santa Cruz y el nuestro, pertenecían a la capital; el Hércules y otro Medina, a Icod de los Vinos; en Los Realejos estaba el San Agustín y, por último, el Canarias, en La Laguna. Quizá, el hecho de que nuestro equipo se mantuviera con buenos resultados y de que los medios de comunicación se hicieran eco de nuestros éxitos, incentivó la afición en otras jóvenes que demandaban organizarse en conjuntos bien preparados, con buenos entrenadores al frente y en instalaciones, en la mayoría de los casos, muy dignas y adecuadas para la práctica de este deporte. La conjunción de todos estos factores favorables llevó a que, en la temporada siguiente, la Federación Española designara a esta ciudad como sede para la celebración de la I Copa femenina del Generalísimo. Pero, este gran evento será tema para una próxima entrada.
Casi como una costumbre ya, volvimos a quedar campeonas imbatidas en la provincia y en la región con un total de 1032 puntos a favor y 447 en contra, en dieciséis encuentros disputados y Ángeles García y Charo Borges volvieron a ser las dos primeras de las cinco máximas encestadoras de la Liga, con 395 y 350 puntos, respectivamente. Esos números nos llevaron a ser, de nuevo, representantes del Archipiélago, en la Fase Final Nacional.
Esta vez, fue Cáceres la ciudad que la acogió. Cuando llegó el momento de los preparativos para irnos, el entrenador, Pinto, nos dijo que no nos acompañaba. En su trabajo no le daban permiso para marcharse y sólo si pedía aquellos días sin sueldo, se lo concederían. Habló con la empresa que nos avalaba, la OM, para que se hicieran cargo de la pérdida económica que a él le suponía y declinaron ayudarle, porque el acuerdo inicial de su patrocinio no incluía el pagar nada a ningún componente del equipo.
Para nosotras supuso un gran mazazo a nuestras ilusiones y, antes que renunciar a la participación en la última Fase, que con tanto esfuerzo habíamos logrado, nos pusimos manos a la obra para buscar un entrenador que supliera a Pinto. La cosa no fue fácil porque tenía que ser alguien que conociera bien nuestro juego, no tuviera trabas laborales y estuviera dispuesto a viajar con nosotras, para dirigirnos en esos últimos encuentros. Todas coincidimos en que, de varias posibilidades, la más idónea era la de Jerónimo Foronda, pero no nos atrevíamos a pedírselo. No en balde, él se había retirado de nuestro equipo, cuando la condición para seguir jugando y hacerlo bajo el nombre de D.I.S.A., fue que el entrenador tenía que ser Pinto y nosotras lo aceptamos, sin más objeción.
Como esta temporada fue bastante convulsa, sobre todo, por este disgusto de última hora y se hace muy largo contar todas las incidencias habidas, completaré el relato en la entrada siguiente. Como imagen, valga una realizada en los comienzos de la Liga provincial y en la que aparece la plantilla al completo.
De igual modo, el número de equipos para disputar la Liga provincial se incrementó. En el espacio de cuatro años se duplicó y ocho fueron los participantes federados. Provenían de colegios, sociedades recreativo-deportivas, empresas y Sección Femenina y se repartían por distintos puntos de la isla de Tenerife. El Náutico, Pureza Kaiser, Medina de Santa Cruz y el nuestro, pertenecían a la capital; el Hércules y otro Medina, a Icod de los Vinos; en Los Realejos estaba el San Agustín y, por último, el Canarias, en La Laguna. Quizá, el hecho de que nuestro equipo se mantuviera con buenos resultados y de que los medios de comunicación se hicieran eco de nuestros éxitos, incentivó la afición en otras jóvenes que demandaban organizarse en conjuntos bien preparados, con buenos entrenadores al frente y en instalaciones, en la mayoría de los casos, muy dignas y adecuadas para la práctica de este deporte. La conjunción de todos estos factores favorables llevó a que, en la temporada siguiente, la Federación Española designara a esta ciudad como sede para la celebración de la I Copa femenina del Generalísimo. Pero, este gran evento será tema para una próxima entrada.
Casi como una costumbre ya, volvimos a quedar campeonas imbatidas en la provincia y en la región con un total de 1032 puntos a favor y 447 en contra, en dieciséis encuentros disputados y Ángeles García y Charo Borges volvieron a ser las dos primeras de las cinco máximas encestadoras de la Liga, con 395 y 350 puntos, respectivamente. Esos números nos llevaron a ser, de nuevo, representantes del Archipiélago, en la Fase Final Nacional.
Esta vez, fue Cáceres la ciudad que la acogió. Cuando llegó el momento de los preparativos para irnos, el entrenador, Pinto, nos dijo que no nos acompañaba. En su trabajo no le daban permiso para marcharse y sólo si pedía aquellos días sin sueldo, se lo concederían. Habló con la empresa que nos avalaba, la OM, para que se hicieran cargo de la pérdida económica que a él le suponía y declinaron ayudarle, porque el acuerdo inicial de su patrocinio no incluía el pagar nada a ningún componente del equipo.
Para nosotras supuso un gran mazazo a nuestras ilusiones y, antes que renunciar a la participación en la última Fase, que con tanto esfuerzo habíamos logrado, nos pusimos manos a la obra para buscar un entrenador que supliera a Pinto. La cosa no fue fácil porque tenía que ser alguien que conociera bien nuestro juego, no tuviera trabas laborales y estuviera dispuesto a viajar con nosotras, para dirigirnos en esos últimos encuentros. Todas coincidimos en que, de varias posibilidades, la más idónea era la de Jerónimo Foronda, pero no nos atrevíamos a pedírselo. No en balde, él se había retirado de nuestro equipo, cuando la condición para seguir jugando y hacerlo bajo el nombre de D.I.S.A., fue que el entrenador tenía que ser Pinto y nosotras lo aceptamos, sin más objeción.
Como esta temporada fue bastante convulsa, sobre todo, por este disgusto de última hora y se hace muy largo contar todas las incidencias habidas, completaré el relato en la entrada siguiente. Como imagen, valga una realizada en los comienzos de la Liga provincial y en la que aparece la plantilla al completo.
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